– Protector, ya lo se -la interrumpio-. Como cometa el error de olvidarlo, me hara trizas. Jamas habia conocido a un criado tan maleducado.

– Eso es porque Baxter no es exactamente un criado. Es mi amigo. O mas bien, algo asi como un hermano - comento ella.

– Si, ya me he dado cuenta.

El espia que habia en Simon, el que queria descubrir al asesino del conde y librarse de paso de la horca, penso que aquella era una oportunidad excelente para presionarla y descubrir el origen de su relacion con Baxter. Sin embargo, las prioridades del hombre se impusieron a las del espia y prefirio no decir nada. La deseaba. La necesitaba. Todo lo demas podia esperar.

Dejo la servilleta en la mesa, se levanto y camino hacia ella. Genevieve tambien se levanto. Simon hizo un esfuerzo por detenerse a cierta distancia, aunque solo fuera para demostrarse que podia resistirse a sus encantos, pero fracaso estrepitosamente. Sin poder evitarlo, extendio una mano y le acaricio la mejilla.

– Me preocupaba despertar y descubrir que te habias marchado.

– Baxter se levanta a primera hora. Sabia que pasaria por mi habitacion y que llamaria para asegurarse de que me encontraba bien, asi que me parecio prudente dejarte y volver antes de que apareciera. De lo contrario, seriamos dos los que acabariamos hechos trizas en Little Longstone -bromeo.

– No te preocupes por eso. Es mucho mas grande que yo, pero conozco ciertos trucos.

– Si, ya lo se. Me lo has demostrado esta noche.

– Todavia no los conoces todos -murmuro, sin dejar de acariciarla-. Ha sido una noche increible, maravillosa…

– Es verdad.

– Una noche que me gustaria repetir.

Ella asintio.

– A mi tambien.

Solo habian pasado unas cuantas horas desde su encuentro amoroso, pero Simon la deseaba tanto que no podia contenerse.

Dio un paso adelante y la tomo entre sus brazos. Llevo los labios a su boca, entre divertido e irritado por la pasion que aquella mujer despertaba en el, y ella respondio con un beso que derribo sus defensas. La deseaba con toda su alma.

– Genevieve…

Queria tomarla de inmediato, alli mismo, a plena luz del dia, donde pudiera verla.

Se inclino un poco, la alzo en vilo y la llevo hacia el dormitorio.

– ?Que estas haciendo?

– Llevarte a la cama, demostrarte hasta que punto te deseo. He considerado la posibilidad de usar la mesa de la cocina, pero correriamos el riesgo de que se nos claven astillas de madera en la espalda. La cama sera mas comoda -explico-. Pero descuida… los treinta segundos que tardaremos en llegar solo le restaran energia a mi paciencia.

Capitulo Trece

Genevieve se quedo helada. Tenia que poner fin a aquella situacion. De inmediato.

– Simon, bajame, por favor.

– Lo hare encantado.

Entraron en la habitacion y Simon la dejo en la cama con suavidad. El hizo ademan de tumbarse a su lado, pero ella se levanto rapidamente y camino hasta la chimenea para poner tierra de por medio.

Simon se acerco con mirada inquisitiva, cuya perplejidad aumento un poco mas cuando Genevieve retrocedio. Pero esta vez no intento seguirla.

– ?No habias dicho que querias mas de lo de anoche?

– He dicho que queria otra noche increible. Exactamente eso -respondio Genevieve-. Pero ahora no es de noche; es de dia.

Ella miro con intensidad, como si pudiera leer sus pensamientos.

– Solo quieres hacer el amor en la oscuridad…

– Si -admitio.

– ?Por que?

Para alarma de ella, Simon se acerco hasta quedarse a menos de medio metro. Su inquietud crecio cuando la tomo de los hombros y sintio el calor de sus manos, capaces de quitarle el sentido y de rendirla a sus encantos.

Pero no podia ser. Solo se entregaria a el bajo el manto de las sombras. De lo contrario, veria sus manos y no querria saber nada de ella.

– ?Por que? -repitio-. ?Como es posible que una mujer tan exquisita prefiera la oscuridad a la luz?

Genevieve no dijo nada.

– No puede ser por pudor -continuo el-. Eres demasiado apasionada.

– ?Apasionada? ?No habras querido decir licenciosa?

Las palabras surgieron de su boca con mas brusquedad de la que pretendia, pero eran ciertas. No sabia lo que Simon pensaria si llegaba a descubrir la verdad y a saber que no era una viuda respetable sino una mujer que habia sido amante de un aristocrata durante diez anos.

El fruncio el ceno y sacudio la cabeza.

– Si lo dices con la carga negativa que tiene tradicionalmente esa palabra, no, mi intencion no podria ser mas distinta -afirmo el-. Por favor, no me digas que te arrepientes de lo que ha pasado entre nosotros.

– No me arrepiento.

– Me alegro, porque yo tampoco. Y en cuanto a tu vida licenciosa… solo creo que eres la mujer mas apasionada y excitante que he conocido, pero tambien la mas bella; por eso quiero verte a la luz del dia. Quiero tocar tu piel y ver tus ojos cuando te excites. Quiero mirarte cuando entre en ti. Quiero mirante mientras cabalgas conmigo. Quiero mirarte cuando alcances el orgasmo.

Ella contuvo la respiracion al escuchar la vivida descripcion de Simon.

– Yo tambien lo quiero, pero no es posible. Debemos encontrarnos en la oscuridad.

El la observo durante unos segundos y se aparto de ella. Genevieve penso que aceptaba la situacion y se sintio aliviada; pero el alivio le duro muy poco, porque Simon la tomo de las manos y se las llevo al pecho.

– No, por favor…

– Es por tus manos. Por eso te niegas a hacer el amor con luz.

No fue una pregunta, sino una afirmacion. Genevieve se molesto tanto que lo empujo con fuerza para apartarse, haciendo caso omiso del dolor de sus dedos.

– Mis motivos son solo mios.

– Cuentamelo -dijo el con dulzura.

Simon volvio a tomarle las manos; pero esta vez, para su asombro, se las llevo a los labios y las beso.

– Cuentamelo, te lo ruego. Anoche, cuando me acariciaban, me parecieron maravillosas. Su contacto me excitaba y me daba mas placer del que habia experimentado en toda mi vida. Tienen un don que merece celebrarse, no esconderse. Dime por que las ocultas.

La caballerosidad de Simon basto para diluir el enfado de Genevieve y convertirlo en resignacion. Sabia que seguiria insistiendo hasta que le confesara la verdad; y pensandolo bien, carecia de importancia: solo iban a estar juntos un par de semanas. Era una situacion temporal. Podia decirle la verdad y seguir llevando guantes.

Respiro a fondo y declaro:

– Las manos… me duelen. Tengo una enfermedad que se llama artritis. Los dedos se me quedan rigidos y hay ciertas tareas que no puedo hacer con ellos. Me unto una crema especial que alivia las molestias y luego me pongo los guantes para que no se me quite.

– ?Ahora te duelen?

– Un poco, aunque no demasiado. Es peor cuando el clima es humedo.

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