Estaba agotado y no habia encontrado nada, salvo su propia conciencia, que lo criticaba amargamente por abusar de aquel modo de la intimidad de Genevieve.

Deberia haberselo preguntado. Deberia haber confiado en ella como ella habia confiado en el. Pero para ser sincero con ella, tendria que confesarle su identidad y el motivo real que lo habia llevado a Little Longstone, lo cual implicaba confesarle que la habia estado espiando desde el principio.

Si solo se hubiera preocupado por el, se lo habria dicho. Sin embargo, ahora habia mas cosas en juego. Genevieve estaba convencida de que lo unico que deseaba de ella era su afecto; si se llevaba una decepcion, era probable que tambien perdiera la confianza que habia ganado al ensenarle las manos y contarle su problema.

Para entonces, Simon estaba mas preocupado por ella que por su mision; el trabajo ya no le importaba nada, aunque su vida pendiera de un hilo. Pero si no encontraba aquella carta, no tendria mas remedio que pedirsela y esperar que ella lo perdonara.

Simon fruncio el ceno y penso que en realidad daba igual que lo perdonara o no. Al fin y al cabo, se marcharia de Little Longstone y no volverian a verse.

Suspiro, apago la vela y camino hacia el vestibulo con intencion de salir al exterior y echar un vistazo. El aire fresco le aclararia las ideas.

Pero no llego a salir. Ya habia puesto la mano en el pomo de la puerta cuando oyo una voz ronca a sus espaldas.

– Si se mueve, le pego un tiro.

Simon se quedo helado y se maldijo por haber bajado la guardia. La voz sonaba tan cerca que su dueno no erraria el tiro aunque fuera mal tirador, pero lo suficientemente lejos como para disuadirlo de una solucion violenta.

De momento, su mejor baza era obedecer.

– No me movere -aseguro.

– Ponga las manos detras de la cabeza, pero hagalo lentamente. Disparare al menor movimiento brusco.

Simon se estremecio al reconocer la voz. En otras circunstancias se habria sentido aliviado, pero en aquellas, solo sintio un frio intenso y una punzada en el estomago. Detras de el no solo estaba el asesino de Ridgemoor, sino tambien un traidor a su pais y un traidor a la amistad.

– Se ha equivocado de persona -dijo.

– Al contrario. Usted es la persona mas adecuada, Kilburn. Lo lamento sinceramente; ha aparecido en el lugar y en el momento mas inconvenientes.

– No es la mejor forma de saludar a un viejo amigo, Waverly.

John Waverly, su jefe, su mentor, el hombre al que habia admirado y respetado durante anos, solto una carcajada.

– No somos amigos, Kilburn.

Simon se sintio como si le hubieran dado un punetazo y se giro.

– Eso es evidente.

– He dicho que no se mueva…

– Si, lo se, pero necesita tenerme de frente. Ningun hombre de honor dispararia a otro por la espalda, y sospecho que eso es lo que pretende hacer: dispararme y ponerme el arma en la mano para que todos piensen que ha sido un suicidio.

– Por supuesto; pensaran que se ha suicidado porque se sentia culpable de la muerte de Ridgemoor. Pero dejara una nota que lo explicara todo.

– Nadie lo creera.

Simon lo dijo por decir. Waverly era un hombre tan poderoso que no pondrian en duda sus palabras.

– Claro que lo creeran.

– Asesinar a Ridgemoor fue totalmente innecesario, John.

– Me temo que se equivoca. La posibilidad de que lo nombraran primer ministro era cada vez mas real. Sus reformas politicas habrian sido un desastre para varios de mis negocios; se sorprenderia de saber cuanto dinero gano con mis propiedades de Londres. Si Ridgemoor hubiera llegado al poder, habria cumplido su palabra de luchar contra la corrupcion; pero solo me quedaban unos anos para jubilarme, dejar la profesion de espia y convertirme en un hombre rico.

Simon sintio una ira intensa.

– Todo ese dinero lo ha ganado a costa del sufrimiento de otros.

Waverly se encogio de hombros.

– Todo el mundo sufre. Excepto los que son de su clase, Kilburn, los que nacen en familias ricas y privilegiadas. Pero ni su titulo ni sus riquezas le van a servir ahora… aunque espero que me este agradecido por matarlo con rapidez.

– Por supuesto. Le quedare eternamente agradecido -bromeo.

Waverly movio la cabeza.

– El sarcasmo no le queda bien, Simon.

– Lo mas ridiculo del asunto es que cabia la posibilidad de que Ridgemoor no llegara a ser primer ministro -le recordo.

– En realidad no importa. Aunque no lo hubiera conseguido, tenia demasiado poder y habia empezado a sospechar. Desgraciadamente, mi primer intento de asesinato fracaso; el se enfrento a mi y me dijo que no solo tenia pruebas sobre mis actividades ilegales, sino que tambien sabia que habia intentado matarlo.

– Pruebas que dejo por escrito en una carta.

Waverly asintio.

– Si, un detalle sumamente inconveniente. Lo presione hasta donde fue posible, pero se nego a hablar. Usted llego justo despues de que decidiera que no podia perder mas tiempo con el. Incluso pense que lo de la carta era un farol y que no existia…

– Pero existia.

– Lo supe cuando usted se presento en mi despacho y me pidio dos semanas para demostrar su inocencia. Llegue a la conclusion de que la carta existia de verdad y de que el conde se lo habia contado antes de morir.

– Y me siguio hasta aqui…

– Si -dijo cori disgusto-. Debi imaginar que enviaria esa condenada carta a su ramera.

Simon se puso tenso.

– La senora Ralston no sabe nada del asunto.

– Tambien se equivoca en eso. Sabe tanto que saco la carta de la caja.

Simon penso que Waverly habia sido la presencia que noto en el festival de Little Longstone, el hombre que habia entrado en casa de Genevieve y que habia atacado a Baxter. Si no lograba convencerlo de que ella no sabia nada del asunto, la mataria con toda seguridad.

Antes de que pudiera abrir la boca, Waverly dijo:

– No lo niegue, Kilburn. Si hubiera encontrado esa carta, no habria perdido toda la noche registrando la casa.

– Genevieve saco la carta de la caja, es cierto, pero no sabe nada mas.

– Si pretende convencerme de que no sabe leer…

– Ridgemoor la escribio en lenguaje cifrado. Genevieve no adivina que pueda ser importante. Le habra parecido una carta sin interes.

Waverly sonrio de forma desagradable.

– Sea como sea, me divertire mucho mientras la convenzo para que me la devuelva.

Simon dijo lo primero que se le paso por la cabeza. Tenia que salvar a Genevieve.

– Va a ser dificil, porque la carta la tengo yo.

Waverly entrecerro los ojos.

– Miente. Ha registrado la casa y ahora es su ramera. Es evidente que quiere protegerla.

– No este tan seguro. Cuando ataco a su criado, me proporciono la excusa perfecta para alejarlos a los dos y buscar la carta con toda libertad. La he encontrado.

Waverly lo estudio durante varios segundos.

– ?Donde esta?

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