– En el bolsillo de mi chaleco.

– ?Donde la ha encontrado?

– Estaba en la sala de estar, escondida tras un ladrillo suelto de la chimenea.

Waverly sacudio la cabeza.

– Mentira. Yo mismo registre esa chimenea.

Simon se encogio de hombros.

– Pero no tuvo tanto tiempo como yo. Si quiere, estare encantado de ensenarle el lugar.

– No, limitese a entregarme la carta.

– No puedo. Ha dicho que no me mueva.

Waverly lo miro con cara de pocos amigos.

– No juegue conmigo, Kilburn. Podria pegarle un tiro ahora mismo y quitarsela.

– Podria, pero ?que pasaria despues si descubre que he mentido? Que estaria muerto y no podria decirle la verdad -afirmo.

– Lleve una mano al bolsillo y saque lentamente la maldita carta. Como me haya mentido, no me limitare a dispararle; me encargare de que su hermano y su hermana no tengan cadaver suficiente para organizar un entierro digno.

La mano de Waverly sostenia la pistola con total firmeza y estaba decidido a cumplir su amenaza. Simon debia actuar; solo tendria unos segundos para acabar con el y salvar a Genevieve y a su amigo Baxter. Era practicamente seguro que moriria en el intento, pero no podia hacer otra cosa.

Con la mirada clavada en los ojos de Waverly, Simon saco la hoja que se habia guardado en el dormitorio de Genevieve. Waverly la miro y sonrio. Simon extendio el brazo y la dejo caer.

Waverly miro al suelo y Simon aprovecho la oportunidad.

Se agacho con la velocidad de un rayo, saco el cuchillo de la bota y lo lanzo. Waverly grito y disparo inmediatamente. Antes de perder el conocimiento, Simon supo que habia acertado.

Capitulo Dieciseis

– Deprisa, Baxter.

Genevieve corrio por el camino. Su casa de campo estaba ya muy cerca, y su tension crecia con cada paso que daba. El sol habia salido media hora antes y Simon todavia no habia regresado. Tenia un mal presentimiento.

– Seguramente no se ha dado cuenta de la hora -dijo Baxter-. Aunque tambien cabe la posibilidad de que se haya marchado, Gen. No seria el primer canalla que huye de una mujer tras conseguir lo que quiere de ella.

Genevieve sacudio la cabeza.

– No, no creo que se haya marchado. El no es asi.

Genevieve lo sabia en el fondo de su corazon. Ningun hombre la habia tocado, acariciado y hecho el amor como el. Incluso habia aceptado la imperfeccion de sus manos sin dudarlo un segundo. Simon no seria capaz de haberse marchado sin despedirse siquiera.

– Maldita sea, Gen, todos los hombres son asi.

– No es verdad. Tu no lo eres.

– No lo soy porque no pretendo acostarme contigo. Pero te prometo una cosa: aunque crea que estas mejor sin el, si ese cerdo se ha atrevido a marcharse, lo buscare, lo encontrare y hare que se arrepienta.

– Baxter, no quiero que…

Genevieve no termino la frase. En ese momento sono un disparo. Baxter la tomo rapidamente del brazo y la obligo a ocultarse al abrigo de un arbol.

– Ha sonado en la casa -dijo el.

Ella se humedecio los labios.

– Si. Pero Simon no tiene pistola…

– Quedate aqui. Ire a mirar.

– No, no. Yo voy contigo.

Baxter murmuro algo sobre las mujeres obstinadas, pero permitio que lo acompanara y avanzaron hacia la casa. En cuanto abrieron la puerta, vieron a dos hombres en el suelo del vestibulo; uno de ellos era Simon.

– Dios mio…

Genevieve se arrodillo junto a su amante y comprobo la herida que tenia en la sien. Estaba aterrorizada, pero saco fuerzas de flaqueza y se dijo que no era momento para dejarse llevar por el miedo.

Se arranco un trozo de tela del vestido y le limpio la herida. Despues, llevo una mano al cuello de Simon y le tomo el pulso.

– Este tipo esta muerto -le informo Baxter-. ?Que tal esta Cooper?

Genevieve suspiro y dijo:

– Vivo. Trae agua, panos y vendas. Y por favor, date prisa…

Baxter salio corriendo en direccion a la cocina.

– Simon, ?puedes oirme? Soy Genevieve… Por favor, Simon, despierta…

La sangre de Simon habia empapado el trozo de tela, asi que tuvo que arrancarse otra tira.

– Te lo ruego, Simon. Mi querido Simon… vuelve en ti. Si lo haces, te prometo que Baxter te preparara una bandeja entera de sus famosos bollitos. O una tarta. Se que tienes debilidad por los dulces…

El no se movio. No hizo el menor sonido.

Genevieve apreto la tela contra su herida, muy preocupada por la cantidad de sangre que estaba perdiendo, y se sintio terriblemente culpable.

Aquello era culpa suya. Nunca habria pasado si Richard no le hubiera enviado aquella caja. Obviamente, el hombre que yacia muerto en el vestibulo habia intentado encontrar la carta y habia disparado a Simon, que ahora se encontraba entre la vida y la muerte.

– No me dejes, por favor -rogo-, no me dejes. Acabamos de conocernos. No puedo perderte, no puedo perder al hombre que amo…

El descubrimiento repentino de que lo amaba, la lleno de rabia y de desesperacion. Nunca habria imaginado que volveria a enamorarse, ni mucho menos tan intensamente y tan deprisa. No podia perderlo ahora. No sin confesarle su amor. No lo podia permitir. Apreto los labios contra su oido y murmuro:

– Te amo, Simon. Por favor, vuelve en ti para que pueda decirtelo. Por favor…

Baxter volvio en ese momento y entre los dos le limpiaron la herida y lo vendaron. Genevieve no sabia cuantos minutos habian pasado desde que entraron en la casa y lo descubrieron en el suelo; seguramente, solo cinco o seis; pero a ella le parecia una eternidad.

Justo cuando pensaba que no soportaria mas tiempo aquel silencio, Baxter hablo.

– La hemorragia se ha detenido. Tiene un buen chichon en la cabeza, pero nada grave… la bala le ha pasado rozando.

Segundos despues de que Baxter terminara de hablar, Simon gimio y abrio los ojos muy despacio, con dificultad.

Genevieve lo tomo de la mano y pregunto:

– ?Puedes oirme?

Simon la miro a los ojos y se humedecio los labios.

– ?Te encuentras bien?-dijo el.

Ella hizo un ruido a medio camino de la carcajada y el sollozo.

– Si, si, me encuentro bien. Baxter, por favor, ve a buscar al doctor Bailey y al juez. Yo me quedare aqui, con Simon…

Baxter asintio.

– Primero echare un vistazo a la casa. Parece que no hay nadie mas, pero quiero asegurarme.

– Genevieve… -susurro Simon.

– Si, carino, estoy contigo.

Simon fruncio el ceno e hizo un gesto de dolor.

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