– Tu… como Venus. Es perfecto. Justo como seria Venus si llevara gafas. Gracias.

– De nada.

Volvio a atar la cinta con cuidado y luego cruzo la estancia para dejar los bocetos encima del escritorio al lado de las flores. Despues camino hacia ella, pero cuando llego a su altura, no se detuvo, la tomo en brazos y la llevo a la cama, dejandola sobre el borde del colchon.

Sin decir nada, se arrodillo ante ella y extendio la mano para desabrocharle su camisa; lo unico que llevaba puesto. Tras deslizarle la prenda por los hombros y los brazos, le rozo la piel con la yema de un dedo desde el hueco de su garganta al ombligo.

– Tiendete -susurro con voz ronca.

Despues de que lo hiciera, el le abrio las piernas y le subio los muslos colocandoselos sobre los hombros. El pudor de Sarah se evaporo con el primer toque de la lengua de Matthew sobre sus sensibles pliegues. Nunca habia imaginado tal intimidad. El le hizo el amor con la boca, la acaricio con los labios y la lengua mientras sus dedos le rozaban la piel con delicada perfeccion. Cuando llego al climax, ella lanzo un grito que parecio provenir de las mismas profundidades de su ser.

Languida y relajada, lo observo quitarse las ropas. Luego Matthew cubrio su cuerpo con el suyo y la magia empezo una vez mas. Sarah intento memorizar cada roce. Cada mirada. Cada sensacion. Pues sabia que serian los ultimos.

Cuando desperto por la manana, el se habia ido.

Matthew llevaba dos horas en la carretera camino de Londres cuando detuvo a Apolo y se inclino para palmear el cuello marron del caballo castrado. Los rayos del sol naciente que tenian de malva el amanecer cuando abandono Langston Manor habian dejado paso a un cielo azul salpicado con nubes algodonosas. Sus invitados no abandonarian su casa hasta media tarde, pero el se habia sentido incapaz de quedarse.

No habria soportado decirle adios a Sarah delante de todo el mundo. Queria recordar su imagen dormida despues de haber hecho el amor, con su pelo extendido alrededor como un halo rizado de color cafe.

Delante de el, el camino se dividia en dos: el de la izquierda conducia al sudoeste, hacia Londres, mientras que el de la derecha conducia… en direccion contraria a Londres.

Miro los dos caminos durante un largo momento mientras miles de imagenes atravesaban su mente. Imagenes que sabia que lo obsesionarian hasta el final de sus dias.

Sabia lo que tenia que hacer. No habia vuelta atras.

Pero antes de ir a Londres, tenia que visitar otro lugar primero.

Presionando con los talones los flancos de Apolo, cambio el rumbo y tomo el camino de la derecha.

Capitulo 18

Sarah estaba en su dormitorio mirando fijamente la cama, cada rincon de su corazon y de su mente estaba lleno de recuerdos. Los palidos rayos del sol de ultima hora de la manana, debiles por las nubes que cubrian el cielo, tenian la colcha de un color deslustrado que se correspondia perfectamente con su estado de animo. Un lacayo acababa de llevarse sus ultimas pertenencias. Lo unico que quedaba era esperar la llegada de los carruajes. Y luego se iria a casa. De regreso a la vida que siempre habia vivido. La vida que siempre habia sido suficiente.

Hasta que habia llegado alli.

Hasta que se habia enamorado loca y totalmente de un hombre que no podia ser suyo. Habia sabido desde el principio que existia la posibilidad de que las cosas acabaran tal y como habian acabado, pero a pesar de ello una pequena llama de esperanza se habia instalado en su pecho; creia que podian encontrar el dinero. Que Matthew no se casaria con una heredera. Que al final se casaria con quien quisiera. Y que la afortunada seria ella.

Suenos tontos y ridiculos que en el fondo no eran mas que vanas esperanzas. Por supuesto que sabia que su corazon estaba en juego. Pero de alguna manera no habia pensado que doleria tanto. No se habia dado cuenta de que dejaria un profundo vacio en su pecho. No habia sabido que perderia su alma junto con su corazon.

Se dirigio a la ventana y miro a los jardines que se extendian debajo. ?Existiria realmente el dinero que el padre de Matthew declaraba haber escondido alli? ?O quiza sus palabras habian sido solo delirios de un hombre agonizante que exhalaba su ultimo aliento roto de dolor?

Metiendo la mano en el bolsillo, saco el papel donde habia escrito las ultimas palabras del padre de Matthew. Sostuvo la lista ante la escasa luz solar y la estudio por milesima vez. «Fortuna. Hacienda. Oculto aqui. Jardin. En el jardin. Flor de oro. Parra. Fleur de lis.»

Seguro que habia algo que se le escapaba. Reviso mentalmente el nombre latino de cada flor dorada y especie de parras que se le ocurrieron, pero no le sugirio nada nuevo. Despues de mirar las palabras durante otro minuto, solto un suspiro, doblo el papel y lo volvio a meter en el bolsillo.

Con una ultima mirada, abandono la habitacion y cerro la puerta, el suave chasquido resono en su mente como una campana funebre.

En el pasillo, la saludo Danforth, que, despues de agitar la cola, continuo con lo que parecia ser una vigilia en la ventana mas cercana a la puerta principal. Tildon, que tambien la saludo, le explico:

– Danforth se instala aqui cada vez que su senoria esta ausente.

Y cuando regresara, lo haria con una nueva esposa. «Para. Deja de pensar en eso.» Si, tenia que dejar de pensar en ello. Porque cuando lo hacia, le dolia tanto que apenas podia respirar.

Sarah se acerco a la ventana y rasco a Danforth detras de las orejas. El perro levanto su mirada oscura con una expresion que parecia decir: «Oh, si, justo ahi.»

– Adios, amigo -susurro-. Te voy a echar de menos.

Danforth inclino la cabeza y lanzo un grunido como si preguntara: «?Que pasa? ?Tu tambien te vas?»

– Siento que no hayas podido conocer a mi Desdemona. Creo que os hubierais llevado como los panecillos con la mantequilla.

Danforth se relamio ante la mencion de su comida favorita, aunque en lo que a el concernia, todas las comidas eran sus favoritas. Le dio una ultima palmadita, y tras despedirse de Tildon, salio de la casa.

Habia un monton de actividad en el camino de acceso para vehiculos. Un lacayo llevaba baules y otros bultos mas pequenos de equipaje; los viajeros permanecian en grupitos, despidiendose y esperando para irse. Sarah vio a Carolyn, que hablaba con lord Thurston y lord Hartley. Cuando se acerco, oyo que su hermana decia:

– ?Pueden perdonarme, caballeros? Tengo que hablar con mi hermana.

Aunque ambos caballeros parecian reacios a renunciar a su compania, se alejaron para unirse a lord Berwick y el senor Jennsen, que tambien aguardaba en las cercanias.

– Gracias, me has salvado de verdad -dijo Carolyn en voz baja despues de que Sarah y ella se hubieran alejado unos pasos-. ?Cielos! ?Creo que lord Hartley estaba a punto de declararse!

– ?Declarar exactamente que?

Carolyn solto una risita.

– No estoy segura, pero no deseaba oirlo fuera lo que fuese.

Se detuvieron al lado del carruaje de Carolyn que llevaba el escudo de armas de los Wingate en las portezuelas lacadas en negro. Carolyn le dirigio a su hermana una mirada inquisitiva.

– ?Estas bien, Sarah?

Antes de que Sarah pudiera contestar, Carolyn continuo rapidamente.

– Diria que estas ansiosa por regresar a casa, si no fuera porque estas palida y tus ojos… parecen tristes.

Para mortificacion de Sarah, se le llenaron los ojos de lagrimas.

– Estoy cansada -dijo. Su conciencia la regano, porque si bien era cierto que se sentia cansada, no era la verdadera razon.

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