Ella levanto la vista y una sonrisita se insinuo en sus labios.

– Estoy segura de que puede ser ambas cosas de una manera muy dulce. ?Como se llama?

– Danforth.

– Un nombre interesante. ?Como lo escogio?

– De alguna manera… era el adecuado para el. ?Esta sola? -pregunto el echando una mirada alrededor-. ?No tiene dama de compania?

Ella arqueo las cejas, luego curvo los labios con evidente diversion.

– A mi edad seria mas apropiado que yo misma fuera dama de compania, no que necesitara una, milord.

?A su edad? Asi que ella era mayor de lo que el habia supuesto. No es que se hubiera fijado. La miro de soslayo. No parecia tener ni un dia mas de veinte anos. A la luz del amanecer no se apreciaban bien los rasgos de la edad. Y no cabia duda de que esas gafas y ese vestido manchado le daban un aire de solterona.

– Es muy temprano para estar levantada -observo el, orgulloso de que su voz no denotara su fastidio.

– No para mi. Este es mi momento del dia. Me encanta esta quietud, la hermosa luz del sol naciente, la paz y la serenidad del amanecer. La promesa de un nuevo dia lleno de posibilidades.

Matthew arqueo levemente las cejas. Era tambien su momento favorito del dia, aunque no estaba seguro de haberlo podido expresar de manera tan elocuente.

– Se lo que quiere decir.

– Sus jardines son preciosos, milord.

– Gracias…

Maldicion, desearia poder recordar su nombre. Le seria mucho mas facil excusarse si pudiera decir «bueno, ha sido muy entretenido conversar con usted, senorita Jones, pero debo continuar mi camino». ?Seria posible que su apellido fuera Jones? No, casi seguro que no…

– Me han comentado que es un experto horticultor y jardinero.

Su comentario lo trajo bruscamente de regreso a la realidad y contuvo el deseo de levantar la vista al cielo. Obviamente sus sirvientes le habian estado dando a la lengua. La proxima vez que contratara a alguien, pediria como requisito fundamental que todos los candidatos fueran mudos.

– Si, es mi gran pasion -dijo, pronunciando la mentira que sus actividades nocturnas lo obligaban a contar mas veces de las que deseaba.

La cara de Sarah se ilumino con una sonrisa, mostrando unos perfectos dientes blancos y rectos y unos profundos hoyuelos gemelos en sus mejillas.

– Tambien es mi gran pasion. -Le indico un grupo de plantas que rodeaban la fuente-. Estos hemerocallis flava son los especimenes mas hermosos que he visto nunca.

«?Hemero… que?» Matthew apenas pudo contener un gemido. Maldicion, si aquello no era mala suerte, entonces no sabia que lo era. ?Cuantas probabilidades habia de que la primera mujer con la que conversaba en meses no hablara de algo que no fuera la moda o el clima y fuera una experta en jardineria?

– Ah, si, son mis favoritos -dijo el entre dientes.

Y ahora si que era el momento de escapar. Deslizo el pie de debajo de Danforth y dio un paso atras. Casi choco con el borde de la fuente. Y descubrio -o mejor dicho su trasero descubrio- que el borde de la fuente estaba mojado. Mojado y frio.

Refreno el juramento que pugno por salir de sus labios y se aparto de la piedra. Maldicion, no habia nada mas incomodo que la lana fria y mojada pegada a las posaderas.

Sarah miro a la fuente y luego a sus caderas y el noto un leve temblor en sus labios. Ella levanto la mirada hacia la de el y dijo con la voz llena de diversion:

– Es una sensacion de lo mas incomoda, me ha sucedido lo mismo mas veces de las que quiero recordar. ?Puedo ofrecerle mi panuelo?

?Bah! Como si un pequeno panuelo de mujer fuera a secar al instante su mojado trasero. Sin embargo parte de la molestia que sentia se evaporo al ver la empatia que ella mostraba ante su incomodidad.

– Gracias, pero apenas esta mojado -mintio, intentando mantener el semblante impasible ante el reguero de agua que le corria por la parte trasera del muslo.

– Vale. Digame, ?utiliza algo especial? -pregunto ella.

– ?Para secar los pantalones?

– Para fertilizar las plantas.

– Hummm, no. Solo utilizo… eeeh… lo usual.

– Seguramente su fertilizante organico debe de contener algo especial -dijo ella con el tono y la expresion seria-. Algo fuera de lo normal. Sus delfinias son extraordinarias y la lanicera caprilfolium es la mas fragante que he olido jamas.

Por Dios. Esa conversacion lo hacia sentir como si fuese el centro de una diana mojada que corriera de un lado a otro en un campo de tiro.

– Tendria que consultarle a Paul, mi jardinero jefe, sobre eso, ya que de la fertilidad de los organos se encarga el.

Ella fruncio el ceno y parpadeo detras de las lentes.

– ?Esta hablando del fertilizante organico?

– Si, por supuesto.

La penetrante mirada de ella y la manera en que entrecerro los ojos lo hizo sentir como si fuera un muchacho al que hubieran pillado haciendo una travesura. Definitivamente era el momento de escapar. Sin embargo, antes de que pudiera moverse siquiera un centimetro, ella dijo:

– Hableme sobre sus flores nocturnas.

– ?Perdon?

– He intentado buscar dondiegos de dia y dondiegos de noche pero no he tenido exito. Deben de estar hermosisimos despues de la lluvia de la ultima tarde. Evidentemente el agua les habra sentado mejor que a usted.

El se quedo paralizado, sintiendose inmediatamente invadido por la sospecha.

– ?Mejor que a mi?

– Si. Lo vi regresar a la casa anoche. Con una pala.

Maldicion. ?Asi que si habia alguien en la ventana cuando miro hacia la casa la noche anterior? Lo habia sospechado. Estaba claro que era una de esas mujeres curiosas que se pasaban el tiempo espiando por las ventanas y escuchando detras de las puertas, exactamente el tipo de invitada que no queria en su casa. Y ahora mostraba una expresion que sugeria que ella no estaba precisamente convencida de que el hubiera estado solo plantando flores. Doble maldicion.

– Si, estuve en el jardin -dijo el con ligereza-. Me fastidio que comenzara a llover, pues me obligo a dejar de trabajar con las flores nocturnas. Casi estaba terminando. Pero digame, ?que hacia despierta a esas horas?

Sus sospechas se acrecentaron cuando una mirada inequivocamente culpable se reflejo en sus ojos. Estaba claro que se traia algo entre manos. ?Pero que?

– Ah, nada -dijo ella en un tono evasivo que sono absolutamente forzado-. Simplemente me sentia inquieta e incapaz de dormir despues del viaje.

Como hombre que sabia mucho de mentiras, le resulto evidente que ella no decia la verdad. ?Que demonios estaria haciendo en realidad? De inmediato descarto la posibilidad de un encuentro amoroso. Una sola mirada bastaba para ver que no era esa clase de mujer. ?Estaria conspirando para robar la plata de los Langston? O peor todavia… ?estaria espiandole?

Apreto los dientes al pensar en eso. ?Podia ser ella la que habia estado observandolo en el cementerio? Dado el estado desastroso de su pelo, parecia como si tambien la hubiera pillado la lluvia. ?Habria abandonado su habitacion para dar un paseo nocturno por el jardin y habria dado con el accidentalmente? ?O lo habria visto salir de la casa y lo habia seguido?

No lo sabia, pero tenia intenciones de averiguarlo.

– Espero que no haya sufrido ningun inconveniente por haber sido pillado por la lluvia, milord.

– Ninguno en absoluto -dijo el; la habil maniobra para desviar la conversacion de si misma no le paso desapercibida.

– ?Y sus flores nocturnas siguen saludables?

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