Hayley dio una palmadita en la mano al anciano.

– Lo dudo, Grimsley. Los asesinos y los ladrones no suelen tener caballos tan magnificos, y… ?a quien esperarian matar o asaltar en un camino tan poco frecuentado?

Grimsley carraspeo.

– ?A nosotros?

– Bueno, si esta herido, no creo que pueda hacernos mucho dano y, si no lo esta, nos limitaremos a devolverle su caballo y proseguiremos tranquilamente nuestro camino. -Hayley dirigio una mirada seria y penetrante a sus companeros de viaje-. Ademas, despues de lo que les paso a mi madre y a mi padre, los dos saben mejor que nadie que nunca me perdonaria a mi misma abandonar a alguien que esta sufriendo.

Winston y Grimsley guardaron silencio y asintieron. Volviendo a centrar su atencion en el semental, Hayley acaricio el sudoroso cuello del animal.

– ?Esta cerca tu dueno? -le pregunto con ternura-. ?Esta herido?

El caballo piafo y relincho. Hayley miro a Winston y a Grimsley y anadio:

– Los caballos tienen un gran sentido de la orientacion. Veamos si nos guia hasta algun lugar.

Antes de que ninguno de los dos hombres pudiera detenerla, Hayley se levanto la falda, introdujo un pie en el estribo y se dio impulso para subirse a la silla de montar. Fue una suerte que superara en estatura a la mayoria de los hombres, porque el caballo era el mas grande que habia montado nunca.

– Por favor, vaya a buscar el botiquin a la calesa, Winston. Tenemos que estar preparados. Grimsley, usted encarguese de la lamparita.

Con la naturalidad de un jinete consumado, Hayley apreto ligeramente los talones contra los flancos del animal. El caballo parecia saber muy bien adonde se dirigia y avanzo decidido. Se desplazaron paralelamente al camino durante aproximadamente un kilometro y medio, luego giraron y se adentraron mas en la oscuridad del bosque. Aflojando las riendas, Hayley inspecciono atentamente el area con la mirada mientras Winston y Grimsley la seguian sin dejar de discutir.

– ?Que me arrojen a la cubierta de la toldilla y me dejen en panos menores! -Rezongo Winston-. Acelera el ritmo, viejo saco de huesos. No pienso pararme para darte un empujon en tu lento y cansado culo. Te dejare aqui hasta que te pudras.

– Puedo seguir el ritmo perfectamente -resoplo Grimsley-. Lo que pasa es que llevo zapatos nuevos.

– No quieres rayarte tus preciosos zapatitos, ?verdad?-dijo Winston en tono despectivo. Dios me libre de los mayordomos viejos y remilgados. Son peores que las nenas.

– Yo era el ayuda de camara del capitan Albright.

– Ya, ya. Y yo era la mano derecha del capitan, descanse en paz. Dime que es mas importante.

– Un ayuda de camara, por descontado. -Inspiro por la nariz sonoramente-. Y, por lo menos, yo no huelo a perro muerto.

A Winston se le escapo una risita.

– Ahora si, viejo Grimmy [1]. ?Hay que vigilar donde se pisa cuando uno va siguiendo a un caballo!

Las voces de los sirvientes seguian y seguian, como un disco rayado, pero Hayley las ignoro y se concentro en los alrededores. El bosque estaba mas negro que la boca del lobo. Las hojas crujian bajo los cascos del caballo. Cerca ululo una lechuza, y a Hayley casi se le para el corazon. Desde luego, tenia que haberse vuelto loca para embarcarse en semejante aventura. Pero ?que otra opcion tenia? Cerro los ojos y se imagino a Nathan o a Andrew, heridos y solos. Sabe Dios lo mucho que a ella le gustaria que en una situacion similar alguien echara una mano a sus hermanos. No se podia marchar sabiendo que alguien podia necesitar ayuda, aunque ello supusiera estar a punto de morirse de miedo.

Al cabo de unos minutos, el caballo se detuvo. Relinchando suavemente, pisoteo la tierra y bajo las orejas. Hayley desmonto, le cogio la lamparita a Grimsley y la levanto, iluminando los alrededores con un brillo suave y dorado. Estaban ante una especie de precipicio. Se aproximo hasta el extremo y miro hacia abajo, deslizando la mirada a lo largo de una empinada pendiente rocosa. Mas abajo se oia el suave murmullo de un riachuelo.

Grimsley atisbo por encima del hombro de Hayley y restrego repetidamente su zapato contra la hierba.

– ?Ve algo, senorita Hayley?

– No. Hay una pendiente pronunciada y abajo se oye un riachuelo… -Su voz se fue desvaneciendo poco a poco cuando llego a sus oidos un grave quejido procedente de mas abajo.

– ?Que… que es eso? -susurro Grimsley con voz tremula.

– Solo es el viento, viejo bobo y malhumorado -contesto Winston en tono cortante.

Hayley se apreto el estomago con la mano y nego con la cabeza.

– No, escuchen.

Otro quejido, casi inaudible pero inconfundible, se elevo desde la oscuridad que se extendia ante ellos.

– Hay alguien ahi abajo -dijo Hayley en tono de mal presagio. Sin pensar ni un momento en si misma, empezo a bajar por la empinada pendiente. A medio camino, levanto la lamparita, proyectando un haz de luz hacia el riachuelo.

Y entonces lo vio.

Estirado boca abajo, con la parte inferior del cuerpo sumergida en el agua, habia un hombre. A Hayley se le escapo un chillido. Medio corrio y medio resbalo por la ladera, ignorando las afiladas rocas y las ramas, que le rasgaron la ropa y se le clavaron en la piel.

– ?Senorita Hayley! ?Esta bien? -pregunto Grimsley asustado desde arriba.

– Si, yo estoy bien. Pero aqui abajo hay un hombre herido.

Llego hasta el al cabo de unos segundos. Sin importarle las gelidas aguas del riachuelo ni el hecho de haberse destrozado los zapatos, Hayley se arrodillo y dio la vuelta al herido con delicadeza.

Tenia el rostro cubierto de suciedad y surcado de rasgunos. En la frente tenia una raja de mal aspecto de la que manaba abundantemente la sangre. Su ropa, hecha jirones, estaba cubierta de lodo, hojas y hierba. La chaqueta, de color oscuro, estaba completamente abierta, dejando al descubierto una camisa empapada de sangre.

Hayley le apreto un dedo contra el lado del cuello. Para su alivio, le noto el pulso, un pulso debil e irregular, pero, por lo menos, estaba vivo.

– ?Esta muerto? -grito Winston en la oscuridad.

– No, pero esta malherido. ?Dese prisa! Traiga el botiquin. -Deslizo los dedos con suavidad, tanteando sobre la cabeza del herido en busca de otras heridas. Cuando le palpo un chichon del tamano de un huevo en el cogote, el emitio un leve gemido.

El empalagoso olor de la sangre llenaba las fosas nasales de Hayley mientras luchaba contra el impulso de caer presa del panico. Necesitaba limpiarle las heridas y no estaba dispuesta a desperdiciar los preciosos minutos que Winston y Grimsley tardarian en bajar.

De modo que, en vez de esperarles, se quito las enaguas, rasgo una tira larga de tejido y la mojo en el frio riachuelo.

Con suma delicadeza, limpio el barro y la sangre del rostro del hombre. A pesar de la poca luz que habia y de la suciedad que lo cubria, Hayley se dio cuenta de que aquel hombre era imponente. Lo cierto es que no tenia cara de bandolero.

– ?Me puede oir, senor? -le pregunto mientras volvia a mojar la tela.

El permanecio completamente inmovil, palido como la muerte bajo la capa de suciedad que cubria su rostro.

– ? Como esta? -pregunto Winston cuando el y Grimsley llegaron hasta Hayley con el botiquin.

– Tiene una herida abierta en la cabeza y otra en la parte superior del brazo. Ambas le sangran profusamente y tienen mal aspecto. -Hayley se inclino hacia delante y olfateo la chaqueta del herido, que estaba echa jirones-. Polvora, han debido de dispararle.

A Grimsley se le abrieron los ojos como platos.

– ?Le han disparado? -Miro inmediatamente alrededor, como si esperara que se materializara una banda de salteadores de caminos empunando sus pistolas.

Hayley asintio.

– Si. Afortunadamente las heridas parecen superficiales. Ayudenme a sacarlo del agua. Tengan cuidado no vayamos a lastimarle todavia mas. -Grimsley sostuvo la lamparita mientras Hayley y Winston cogian al hombre por

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