– Cuando te conoci -prosiguio ella-, no esperaba que me gustases, pero me gustaste. En realidad no esperaba que me gustaras tanto que acabara en la cama contigo, pero lo hice. No esperaba enamorarte de ti, pero me enamore. Sabia desde el principio que tenia que habertelo dicho en cien ocasiones distintas. Sabia que era lo que debia hacer, pero tambien sabia que te perderia si te lo contaba. Sabia que cuando te lo contara, tu me dejarias y nunca volverias. Y eso es lo que sucedio.

Maddie dejo una caja de papel Xerox encima de su mesa.

– Queria que tuvieras esto. Para escribir este libro me traslade a Truly, y quiero que lo leas. Por favor. -Miro la caja-. El disco esta dentro, y lo he borrado de mi ordenador. Es la unica copia. Haz lo que quieras con las dos cosas. Tiralos, aplastalos con tu furgoneta o quemalos en una hoguera. De ti depende.

Volvio a mirarlo con sus ojos castanos firmes y serenos.

– Espero que algun dia puedas perdonarme. No porque personalmente necesite tu perdon, que no lo necesito, sino porque he aprendido algo en los ultimos meses, y es que solo porque te niegues a reconocer algo, te niegues a mirarlo o a pensar en ello, no significa que no este alli, que no te afecte ni afecte a las elecciones que haces en tu vida.

Se humedecio los labios.

– Yo he perdonado a tu madre. No porque la Biblia me diga que debo perdonar. Supongo que no soy una buena cristiana, porque no soy tan magnanima. La perdono porque, al perdonarla, me libero de la rabia y la amargura del pasado, y eso es lo que quiero para ti.

»He pensado en lo que he hecho desde que me traslade a Truly, y lamento haberte hecho dano, Mick, pero no lamento haberte conocido, ni haberme enamorado de ti. Amarte me ha roto el corazon y me ha causado dolor, pero me ha convertido en mejor persona. Te quiero, Mick, y espero que algun dia encuentres a alguien a quien puedas amar. Te mereces mas que una vida con una serie de mujeres que te importan muy poco y a las que tampoco importas demasiado. Amarte me ha ensenado eso. Me enseno como es amar a un hombre, y espero que algun dia pueda encontrar a alguien que me ame de esa manera que tu no puedes, porque me merezco mas que una serie de hombres a los que en realidad les importo muy poco. -Repaso el rostro de Mick con la mirada y volvio a mirarle a los ojos-. He venido esta noche a darte el libro y porque queria decirte adios.

– ?Te vas? -Supo como se sentiria al decirle adios.

– Si. Tengo que irme.

Era mejor que se fuera, daba lo mismo que se sintiera como si volviera a arrancarle el corazon del pecho.

– ?Cuando?

Maddie se encogio de hombros y se encamino hacia la puerta.

– No lo se. Pronto. -Miro por encima del hombro una ultima vez y dijo-: Adios, Mick. ?Que tengas una buena vida!

Se marcho y lo dejo con el olor de su piel en el aire y un gran vacio en el corazon. La chaqueta roja que llevaba la noche en que entro en su oficina con un vestido sin espalda aun colgaba de una percha detras de la puerta. Sabia que aun olia a fresas.

Se sento en la silla e inclino la cabeza hacia atras. Penso en el viejo borracho de Reuben Sawyer, que llevaba tres decadas sentado en un taburete de bar, triste, patetico e incapaz de superar el dolor por la perdida de su esposa. Mick no era tan patetico, pero comprendia al viejo Reuben como no lo habia comprendido antes de amar a Maddie Jones. El aun no empinaba el codo. Tenia dos bares y sabia adonde llevaba ese camino, pero se habia metido en alguna que otra pelea. Pocos dias antes de ver a Maddie en el parque, habia sacado de Mort a los chicos Finley de una patada en el culo. Normalmente llamaba a la poli para que se ocupara de ese surtido de gilipollas y lerdos pirados, pero aquella noche se encargo el mismo de Scoot y de Wes. Nadie habia acusado nunca a los Finley de ser listos, pero eran pendencieros y el camarero tuvo que ayudar a Mick a echarlos a empellones al callejon, donde prosiguio una demoledora batalla campal. De esas de las que Mick no disfrutaba desde secundaria.

Mick se rasco las sienes y se sento hacia delante. Desde la noche en que descubrio quien era Maddie en realidad, las estaba pasando putas y no sabia como salir de aquello. Su vida parecia una sucesion de dias desgraciados. Pensaba que las cosas mejorarian, pero su vida no iba a mejor, y no sabia que hacer al respecto. Maddie era quien era, y el era Mick Hennessy, y por mucho que le amara, la vida real no era una peli de esas hechas para la television del canal femenino que a Meg le gustaba ver.

Se inclino hacia delante y acerco la caja de Xerox. La destapo y miro en el interior el disco naranja y una pila de papel. En la primera pagina, escrito en un cuerpo de letra grande se leia: hasta que la muerte nos separe.

Maddie habia dicho que aquella era la unica copia. ?Por que habria de darsela a el? ?Por que tomarse tantas molestias y pasar tanto tiempo haciendo algo, para luego darselo a el cuando lo habia terminado?

No queria leerlo. No queria que se lo tragase el pasado. No queria leer nada acerca de su padre infiel, de su madre enferma y de la noche en que ella se paso de la raya. No queria ver las fotografias ni leer los informes de la policia. Ya habia pasado por ello una vez y no se sentia como para revisitar el pasado, pero mientras cogia la tapadera para volver a cerrar la caja, llamo su atencion la primera frase.

– Te prometo que esta vez sera diferente, nena. -Alice Jones echo un vistazo a su pequena hija y luego volvio fijar la mirada en la carretera-. Truly te va a encantar. Se parece un poco al cielo y ya va siendo hora de que Jesus nos ayude a encontrar una vida mejor.

Pero la nena no dijo nada. Ya habia oido aquello antes…

Maddie metio el DVD de Bola de nieve en el reproductor y la sento en la cama para gatos que estaba delante del televisor. Aun no eran las diez de la manana y ya estaba harta de Bola de nieve.

– Si no te portas bien te metere en el transportin y te encerrare en el maletero del coche.

– Miau.

– Lo digo en serio.

Bola de nieve estaba atravesando por una especie de fase pasiva-agresiva. Maullaba porque queria salir. Maullaba porque queria entrar, pero cuando Maddie abria la puerta, salia corriendo en direccion contraria. Era de esperar que la gata fuera mas agradecida.

Apunto hacia la nariz de la gatita.

– Te lo advierto. Estas agotando mi paciencia.

Se levanto y salio de puntillas. Bola de nieve no la siguio, por el momento estaba petrificada delante de los periquitos que gorjeaban en la pantalla.

Sono el timbre y Maddie fue a la parte delantera de la casa y espio por la mirilla. Despues de despedirse de Mick la noche anterior, no esperaba volver a verlo. Y alli estaba el, con bastante mal aspecto. La mitad inferior de su rostro estaba cubierto de barba como todas las veces que se habia quedado hasta tarde haciendo el amor. Abrio la puerta y vio que llevaba la caja de Xerox en la mano. El corazon le dio un vuelco. Todo ese trabajo y el no lo habia leido.

– ?No vas a invitarme a entrar?

Abrio la puerta y la cerro despues de que entrara. Llevaba un forro polar negro North Face y, bajo la barba de un dia, tenia las mejillas sonrosadas por el frio de la manana. La siguio hasta el salon, transportando consigo su olor y el olor del aire de octubre por toda la casa. Le encantaba aquel olor y lo habia echado de menos.

– ?Tu gata esta viendo la television?

Su voz tambien era algo ronca.

– Por el momento.

Mick dejo la caja sobre la mesa de cafe.

– He leido tu libro.

Maddie miro el reloj de encima del televisor solo para asegurarse de la hora que era. Se lo habia dado para que lo leyera y lo destruyera porque lo amaba, y probablemente el lo habia leido por encima.

– ?Que rapido!

– Lo siento.

– No lo sientas. Algunas personas leen muy deprisa.

Mick sonrio, pero la sonrisa no llego hasta sus ojos azules ni marco sus hoyuelos.

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