Solo cuando sintio su puno en contacto con su cabeza se dio cuenta Max de que ella le habia atacado por su lado debil. Los oidos comenzaron a zumbarle, la vista se le nublo todavia mas y Max le dedico varios epitetos.

Ella fue a darle otro punetazo, pero Max le agarro la muneca antes de que lo consiguiera. Le puso la zancadilla, y ella cayo al suelo con un fuerte golpe. Max se habia cansado de jugar limpio. La obligo a ponerse boca abajo y se arrodillo sobre su espalda. Ella se debatio y peleo mientras se inventaba insultos pateticos.

– ?Quitate de encima de mi!

?Quitarse de encima de ella? Era poco probable. Iba a amordazarla, atarla y echarla por la borda. «Sayonara, corazon.» La luz tenue del GPS se arrastro por el suelo hasta los pies desnudos y las pantorrillas de la mujer, que solto una patada. Max le arranco un trozo de la falda.

– ?Basta! ?Que demonios crees que estas haciendo?

En lugar de contestar, Max se le sento encima con una pierna a cada lado de las caderas para mantenerla quieta. Aunque la mujer se debatia para darse la vuelta, consiguio agarrarle un tobillo y anudarle un trozo de la tela. Ella se desganito mientras Max le ataba los pies juntos. Luego volvio a tirar de la falda y esta vez se la arranco por completo. Las largas piernas aparecian palidas contra el suelo oscuro de madera. Las bragas debian de ser de color rosa o quiza blancas. Max no estaba seguro, pero no pensaba entretenerse en averiguarlo.

Ella le rogo que se detuviera, pero a el le zumbaban los oidos, y no la oyo. Max rasgo un trozo de la falda y apoyo una mano sobre su trasero. Seda. Las bragas eran de seda. Con rapidez, se dio la vuelta para estar de cara a la cabeza de ella. Se levanto un poco con las rodillas contra el suelo, pero presionando con fuerza su cintura. Preparo un nudo en la tela y, aunque ella escondio las manos debajo del cuerpo, le agarro uno de los brazos y lo coloco sobre su espalda. Le ato las munecas y se levanto. Ahora que la adrenalina le bajaba y parecia que, despues de todo, era posible que sobreviviera, sus neurotransmisores empezaron a funcionar con menos interferencias y el dolor de cabeza y en el costado le provocaron mas nauseas que antes.

Respirando con fuerza, paso por encima de la mujer echada en el suelo y se dirigio al timon. Habia gastado un tiempo precioso tratando con ese pasajero indeseado y su indeseable perro. Desactivo el control de crucero y subio la velocidad a cincuenta y cinco nudos.

Baby Doll paso como una flecha por su lado y el sonido de las unas aranando el suelo le destrozo los oidos. Luego, el silencio lleno la cabina. Max abrio una caja de bengalas de senalizacion que se encontraba a un lado del timon. Durante media hora, la vista se le aclaro lo suficiente para examinar las diez bengalas de mano. En cuanto a convertirlas en algun tipo de arma defensiva, llego a la conclusion de que no tenian suficiente magnesio para conseguir una bomba incendiaria decente.

Volvio a dejar la caja al lado del timon y observo el GPS. Ahora se veia la silueta de Andros y de las islas Berry a popa. Cambio el rumbo unos cuantos grados hacia el oeste, en direccion a la costa de Florida. Luego, cuando estuvo bastante seguro de que no encallaria contra ninguno de los setecientos cayos e islas que conformaban las Bahamas, volvio a reducir la velocidad y activo el control de crucero.

Max apreto las mandibulas a causa del dolor en el costado y, al alejarse del puente, dirigio la vista hacia la esquina oscura. La mujer habia conseguido incorporarse. Entre las sombras pudo distinguir el blanco de la blusa, y un hilo de luz procedente de la ventana brillo sobre el rojo de las unas de sus pies. El minusculo perro estaba enroscado a su lado.

Sin dirigirle ninguna otra mirada, Max se alejo del puente y bajo despacio las escaleras, sujetandose el costado. La respiracion se le hizo mas dificil y cuando entro en la iluminada cocina, unos puntos flotaban ante sus ojos. Encontro un botiquin de urgencia al lado del horno y, en el congelador una bandeja con hielo.

En el frigorifico habia botellas de vino, ron y tequila y una caja practicamente entera de cerveza Dos Equis. En circunstancias normales, Max solo se permitia tomar una o dos cervezas; pero esa noche necesitaba mas; incluso necesitaba algo mas fuerte, asi que opto por el ron. Destapo la botella y se la llevo a la boca. El corte que tenia en el labio le dolio, pero a pesar de ello tomo varios tragos largos. Envolvio el hielo en una toalla de mano y se la puso debajo del brazo.

Con el botiquin bajo el brazo, atraveso el salon y encendio la luz del bano. Se encontro cara a cara con su reflejo en el espejo que habia encima del lavabo. No supo que era peor: su aspecto o su malestar. Tenia la parte izquierda de la cara hinchada y de color morado. Sangre seca procedente de la nariz le cubria la mejilla, y la sangre del corte en el labio se habia deslizado por su menton.

Tomo un trago de ron y estudio la rasgadura en la camisa y la pequena mordedura del perro en el hombro. No era profunda, solo un aranazo en realidad y, comparada con el resto de las heridas, ni siquiera necesitaba una inspeccion. Solamente deseaba de corazon que el maldito chucho fuera quien hubiera recibido todos sus golpes.

Con una sola mano Max se saco el faldon de la camisa de los tejanos negros y la levanto. Unas feas marcas le atravesaban el torso y en el costado izquierdo tenia una marca de bota. Por lo menos se encontraba vivo. De momento.

Hurgo en el botiquin de primeros auxilios hasta que encontro un frasco de Motrin. Deposito cinco tabletas en la palma de la mano y se las trago con ron. Luego se envolvio las costillas con una venda fria. Aunque el vendaje no resultaba de gran ayuda, se lo coloco en el lugar adecuado. Encontro jabon antiseptico y con el se lavo la sangre de la cara y el cuello. Mientras, penso en lo que habia sucedido esa noche y se pregunto como era posible que la mision se hubiera complicado tanto desde el principio.

La informacion que habia recibido era erronea: sus planes para contingencias habian fallado por completo y queria saber por que. Los datos con que contaba ubicaban a los hombres de Cosella en una parte de la iglesia del enorme complejo, pero se encontraban claramente en otra.

Los agentes de la DEA se habian mantenido en la parte de delante del edificio, en lugar de la de detras, pero no era eso lo importante. Los terroristas no son, precisamente, gente predecible, y los informes siempre se encuentran sujetos a cambios de ultima hora. Max lo sabia, estaba acostumbrado a ello.

Pero lo que nunca le habia sucedido era encontrarse con todos los caminos de huida cortados de forma tan inesperada, y se le ocurria que quizas alguien de dentro no tenia ningun interes en que sobreviviera en esa ocasion.

Max se lavo los restos de sangre y se cubrio el corte de la frente con esparadrapo quirurgico. Con el hielo envuelto en la toalla en una mano y el ron en la otra, volvio a la cocina. Solo existia una persona del comando de operaciones especiales en quien confiara completamente: el jefe del estado mayor, el general Richard Winter, un fumador empedernido, malhablado y un excelente tirador que habia servido en Vietnam y en la operacion Tormenta del Desierto, alguien que conocia la vida en las trincheras y sabia lo que era encontrarse entre la espada y la pared.

El general era un tipo duro pero justo. Sabia que era operar en la clandestinidad, que comportaba y que significaba. Pero Max no podia arriesgarse a contactar con el todavia. No a traves de una linea insegura. No si la transmision podia ser interferida por cualquiera que se encontrara en un radio de cincuenta metros. No mientras fuera un objetivo tan facil.

Max dio vueltas por el yate otra vez en busca de un arma. Hurgo en los armarios del camarote, de la cocina y del salon, pero no encontro nada mejor que unas espaditas de plastico para cocteles y un juego de cuchillos de mesa.

Se vacio el frasco de pastillas de Motrin en el bolsillo y abrio el bolso que encontro encima de la mesa del pequeno comedor. Desparramo el contenido encima de la mesa, buscando algun tipo de analgesico como codeina o Darvocet, pero no habia nada excepto una caja de Tylenol. El bolso contenia algunos cosmeticos y golosinas para perro, un cepillo de dientes y uno para el pelo y fichas de casino. Abrio el billetero y observo el permiso de conducir de Carolina del Norte. Con una mano se aplico el hielo a la cara mientras con la otra se acercaba el permiso de conducir al ojo bueno. Por un momento penso que el rostro le resultaba familiar, pero no fue hasta que leyo el nombre cuando reconocio a la mujer.

Lola Carlyle. Lola Carlyle, la famosa modelo de ropa interior y banadores. Quiza la mas famosa de todas. Su nombre evocaba la imagen de una mujer casi totalmente desnuda, rodando sobre la arena o deslizandose entre sabanas de saten, una mujer de piernas largas, pechos grandes y sexo caliente. Sus fotos en el Sports Illustrated habian sido las favoritas de los chicos de Little Creek.

Max tiro el billetero sobre la mesa. Maldicion. La situacion acababa de complicarse un poco. Para el Gobierno, eso iba a resultar un poco mas dificil de ocultar. Ademas, si volvian a capturarlo antes de que llegase a Estados Unidos, la consentida mujer que se encontraba en el puente no tendria ninguna oportunidad. Solo unos minutos antes habria jurado que su situacion no podia ser peor, pero en esos momentos habia empeorado, y mucho.

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