Con el ron y con el hielo envuelto en la toalla, y una expresion de amargura en el rostro, Max se dirigio al puente. Quizas esa mujer no fuera Lola Carlyle. Que el bolso de Lola Carlyle se encontrara en la cocina no significaba necesariamente que la mujer alta y rubia a quien habia maniatado fuera Lola Carlyle. Bueno, quiza si, y quiza tambien era posible que a Max le crecieran alas y pudiera ir volando a casa.

Subir las escaleras no le dolio menos que antes bajarlas. Tuvo que pararse por dos veces y agarrarse el costado a causa del fuerte dolor antes de poder continuar. En una ocasion, Max se habia roto casi todos los huesos del cuerpo, de modo que sabia por experiencia que las costillas eran la peor. Basicamente porque dolian incluso al respirar.

En la oscura cabina Max recogio la camisa blanca. Ella se encontraba en el mismo sitio en que la habia dejado; Max se dirigio hacia los mandos y deposito la botella de ron y la toalla con el hielo al lado del acelerador.

– Pronto habra terminado todo -dijo, en un intento de tranquilizarla.

Teniendo en cuenta que ella habia tratado de romperle la cabeza, no sabia por que se preocupaba. Quiza fuera porque, de haberse encontrado el en esa situacion, habria hecho lo mismo. Pero el lo habria conseguido, penso mientras volvia a sujetarse el hielo contra la cara.

– ?Puedes desatarme, por favor? Necesito ir al bano.

La unica arma letal que habia a bordo se encontraba al lado del ron, encima de los mandos, asi que Max considero la peticion.

– Si la hago, ?vas a intentar golpearme otra vez?

– No.

Max observo su silueta, buscando cualquier detalle que la identificara como a la mujer conocida en todo el mundo solamente por el nombre de pila. No conseguia decidirse en ningun sentido.

– Eso mismo dijiste la ultima vez.

– Por favor. De verdad que tengo que ir.

Max miro alrededor.

– ?Donde esta el chucho?

– Aqui, dormido. No volvera a morderte. He hablado con el, y lo siente mucho.

– Ah.

Max agarro el cuchillo para pescado, cruzo la cubierta y, tratando de mantener la espalda tan recta como fuera posible, se arrodillo aliado de ella. En la oscuridad de la esquina busco los pies y corto con facilidad la tela que los tenia atados.

– Date la vuelta.

Cuando ella lo hubo hecho, corto la tela que le sujetaba las manos. Max se levanto, agarrandose el costado y con mayor dificultad que cuando se agacho.

– Todo esto habria podido evitarse si hubieras hecho lo que te dije.

– Lo se. Lo lamento.

Un sentimiento de alarma se le encendio mientras enfundaba el cuchillo y se lo colocaba en la cintura del pantalon, a la espalda. No se fiaba de esa subita docilidad, pero quizas ella se hubiese dado cuenta de que no habia nada que hacer y que le convenia mas no enfrentarse de nuevo a el. Si, quizas. O quiza Max se volvia blando con la edad.

Ella paso por su lado con el perro en los brazos, rumbo a la puerta. En lo alto de las escaleras, la luna le ilumino la espalda y el trasero, y Max percibio el perfume que dejo tras su paso.

Max se dirigio a la silla del capitan y cogio la botella de ron. Bebio un trago y miro la luna caribena a traves del parabrisas. Observo las olas y la vastedad del oceano. Al lado de un periodico doblado habia unos prismaticos y se los acerco a los ojos con cuidado, pero no pudo ver nada excepto el oceano negro. Se relajo un poco.

Max siempre se habia encontrado con lo peor que la vida le podia deparar, pero siempre lo habia superado. Habia pasado por seis meses de entrenamiento en las fuerzas especiales de la Marina, habia estado en la operacion Tormenta del Desierto, habia capturado terroristas en Afganistan, el Yemen y en el mar del sur de China, pero esa noche habia sido peor que todo eso. Gracias al ansia de Jose Cosella por impresionar a su padre con su brutalidad y con un arma de pacotilla, ahora Max estaba vivo. No se podia decir lo mismo de Jose.

Todavia recordaba con todo detalle el sonido del arma encasquillada, como Jose aparto los ojos de el para examinarla y como Max aprovecho su turno. Como rompio la silla con las manos atadas y como un trozo del respaldo le sirvio para salvar la vida. Como corrio por el muelle hasta esconderse en las sombras y sacar partido de esa oportunidad.

Al dejar la botella encima del periodico, vio un destello blanco reflejado en el parabrisas.

– Haz virar el barco.

La orden de la mujer le llego de detras, con una voz sin aliento y con cierto acento sureno. Ella encendio las luces, que inmediatamente acuchillaron las corneas de Max.

– Hazlo virar o disparo.

El dolor y la luz que inundo de repente el puente le obligaron a entornar los ojos. Se dio la vuelta despacio y ya no tuvo que dudar de que a quien llevaba en el barco era a la famosa modelo de ropa interior.

Lola Carlyle era igual de despampanante en persona que en las portadas de las revistas de moda. Se encontraba de pie frente la puerta, con la mitad del pelo revuelto sujeto en un mono deshecho y la otra mitad sobre los hombros, como si acabara de levantarse de la cama. Unos profundos ojos marrones le miraban desde debajo de dos cejas de arco perfecto. Se habia desatado la camisa de debajo de los pechos y se la habia abotonado hasta abajo. Esas piernas largas y suaves eran la fantasia de todos los hombres. Tambien hubiera podido ser la suya, si no fuera por la pistola de senales que le apuntaba al pecho. La senorita Carlyle habia estado muy ocupada.

Bueno, antes se habia preguntado si era posible que esa noche fuera a peor, y ahora estaba claro que si. Deberia haberselo imaginado. Habria podido seguirla, pero preferia enfrentarse a una docena de pistolas de bengalas que bajar otra vez esas escaleras.

– ?Que vas a hacer con eso? -le pregunto.

– Dispararte si no haces virar este barco de inmediato.

– ?Estas segura?

Max no creia que fuera capaz de dispararle. La mayoria de las personas eran incapaces de mirar a los ojos de un hombre y acabar con su vida.

– Eso hara un agujero bastante grande, y un considerable estropicio, ademas.

– No me importa. Haz virar el yate.

Quiza si fuera capaz. Quiza no, pero no habia ni la mas minima posibilidad de que Max volviera a Nassau.

– ?Ahora!

Max nego con la cabeza.

– Ni siquiera por usted, miss Julio -dijo.

Ella entorno los ojos con rabia y Max la provoco un poco mas, esperando que ella iniciara un gesto para que el pudiera reaccionar.

– ?Como se llamaba esa revista donde aparecias en portada con ese bikini rojo? ?Hustler?

– Era Sports Illustrated.

Max se llevo la mano al labio partido.

– Ah, si. -Observo los restos de sangre en los dedos y volvio a mirarla-. Ya me acuerdo.

Ella fruncio todavia mas las cejas.

– Fuiste un gran exito entre los equipos ese ano. Creo que Scooter McLafferty se agarro la zanahoria varias veces en tu honor.

– Muy amable. -En sus ojos no habia ni orgullo ni diversion-. El barco -le recordo, con un pequeno gesto con la pistola-. Hazlo virar. No estoy bromeando.

– Ya te dije que no puedo hacerlo.

Max cruzo los brazos, como si estuviera relajado. En realidad, estaba preparado para desenfundar el cuchillo y clavarselo en un ojo antes de que ella tomara aliento de nuevo. Pero no queria hacerlo. No queria matar a una famosa modelo de ropa interior. Al Gobierno no le gustaba que se matara a civiles, asi que lo mas probable era

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