que Max le quitara el arma de una patada, aunque eso le doleria y no tenia muchas ganas de hacerlo.

– Si quieres que este barco vuelva a Nassau, tendras que venir aqui y hacerlo virar tu misma.

– Si intentas cualquier cosa… -Vacilando, ella dio dos pasos hacia delante con su perro entre los pies desnudos.

– Que, ?me azuzaras a tu rabioso chucho otra vez?

– No, te disparare.

Max se aparto un poco para dejarla pasar y senalo el timon.

– Tiende a vibrar por debajo de los cincuenta nudos -le advirtio.

Ella se detuvo y, con la pistola, le indico que se apartara del todo del timon.

Max sacudio la cabeza y la observo. Espero hasta que ella dio otro paso vacilante y entonces, de repente la agarro por la muneca. Ella intento soltarse y la pistola se disparo. El arma de calibre doce lanzo una bola de fuego roja contra el timon. Impacto contra el GPS e hizo pedazos la botella de ron, que exploto en todas direcciones. El ron se encendio y, como un rio en llamas, atraveso el panel de mandos y se interno por el agujero que Max habia abierto para hacer el puente al motor.

Max y Lola cayeron al suelo cuando la bola de quinientas candelas atraveso el panel y exploto debajo de el con un fuerte estallido, lanzando lenguas de fuego a traves del agujero. Las bengalas rojas se encendieron una por una e incendiaron el timon como si fueran diez pequenos sopletes. Los cables chisporrotearon y el motor se detuvo. Como si fueran los espasmos de muerte del Titanic, las luces parpadearon y se apagaron por completo. La unica luz en la negra noche provenia de las llamas danzantes con sus destellos anaranjados del timon incendiado.

– Dios mio -dijo entre sollozos la senorita Carlyle.

Max se puso a cuatro patas y vio que el periodico se habia prendido y que las llamas subian por el parabrisas hasta el techo de lona. Era evidente que su mala suerte no habia terminado aun.

CAPITULO 2

Lola ilumino con una pequena linterna los restos del timon. El techo de lona que cubria el puente se habia consumido casi por completo y solo quedaban de el unos cuantos metros de tela chamuscada y los aros de aluminio ennegrecidos. Una brisa ligera y salada le revolvia el pelo y le hacia ondear las faldas de su camisa contra las caderas y el trasero. El aire marino removia las cenizas que cubrian el suelo y los restos de la silla del capitan y del timon.

Aquello no podia ser verdad. Aquello no le estaba ocurriendo a ella. Ella era Lola Carlyle y esa no era su vida. Ella se encontraba de vacaciones, descansando. De hecho, al dia siguiente regresaba a casa. Tenia que regresar a casa.

Aquello era una locura, asi que debia de tratarse de una pesadilla. Si, eso era. Ella habia embarcado para tomar un ultimo aperitivo con coctel Nassau y se habia quedado dormida en el camarote, y ahora se encontraba en medio de una pesadilla protagonizada por un demente. De un momento a otro despertaria y daria gracias a Dios por haber acabado con la pesadilla.

En la oscuridad, el extintor atraveso el aire, reboto en el timon y se quedo clavado en el agujero.

– ?Que viene ahora? ?Un poco de napalm escondido en tu ropa interior? -le pregunto el tipo, loco y aparentemente real, que se encontraba detras de ella; el tono de furia de su voz corto el aire nocturno que les separaba.

Lola miro hacia atras y vio esa cara magullada y golpeada iluminada por la luz de la luna. Habia creido que la asesinaria y la utilizaria como carnaza de pesca. Cuando ese tipo la ato, tuvo mas miedo del que habia sentido en toda su vida. El miedo se le instalo en el pecho y le corto la respiracion. Habia estado absolutamente segura de que le haria dano y de que luego, la mataria. Ahora estaba demasiado aturdida para sentir nada en absoluto.

– Si hubiera tenido napalm, estarias asado -replico antes de pensarlo dos veces; cuando cayo en la cuenta de lo que habia dicho, dio unos pasos atras.

– Oh, no lo dudo, querida. -El se acerco hacia ella y se llevo la mano a la espalda-. Aqui tienes.

Saco de detras un cuchillo enfundado en piel y le agarro la mano. Ella se sobresalto cuando sintio que se lo ponia en la palma de la mano con un golpe.

– Si quieres acabar con mi sufrimiento, utiliza esto -anadio-. Es mas rapido y duele menos.

Despacio, el se dirigio hacia donde antes habia estado la puerta y donde ahora solamente quedaba un marco de metal con unos retazos de lona ondeando al viento. Entonces, aspiro con fuerza y empezo a bajar las escaleras.

A la primera senal de fuego, Baby habia escondido la achaparrada cola entre las achaparradas patas y corrido en busca de un rincon mas seguro. Ella tambien habia corrido; o mas bien se habia arrastrado por el suelo, y las escaleras, hacia un rincon mas seguro. Se habia quedado en la cubierta de popa mientras aquel loco llamado Max combatia las llamas. Habia visto, sin poderselo creer, como los trozos de lona incendiada volaban con la brisa. El ruido de la puerta de la cocina al cerrarse de golpe resono en la noche. Luego, todo volvio a quedar en silencio y el unico sonido en medio de la quietud era el dulce chapoteo de las olas contra el casco del barco. Miro alrededor, a la oscuridad, a la nada, y se sintio como esos supervivientes de los huracanes que habia visto en las noticias: despeinada, con la mirada errante y aturdida. Su mente captaba con dificultad su situacion real: que se encontraba en algun punto del oceano Atlantico en un barco averiado y sin llevar encima nada mas que la ropa interior y una camisa mientras un hombre a todas luces demente dormia bajo sus pies.

Lola bajo las escaleras. Toda la noche habia resultado surrealista, habia sido como estar atrapada en una pintura de Salvador Dali deformada y retorcida en la que miraba alrededor y se preguntaba «?que es esto?». Cuando llego a la cubierta de popa encendio la linterna y entro en la cocina a paso lento.

– Baby -susurro llamando al perro. Le encontro en el banco, debajo de la mesa, alerta y asustado encima del chal que ella habia descartado ese mismo dia. Poco a poco, como si temiera que el coco le saltara encima, fue iluminando la cocina y el salon con la linterna. Detras del salon, atravesando la puerta, el haz de luz se encontro con una gruesa alfombra azul, los pies de una cama y las suelas de un par de botas negras. Al verlas, el miedo que habia sentido durante la noche corrio por sus venas de nuevo. Apago la linterna.

– Baby -volvio a murmurar, mientras buscaba a tientas encima del banco.

Cogio el cuchillo y la linterna con la misma mano y con la otra tanteo el chal y lo levanto con el perro envuelto en el. Salio de la oscura cocina de la forma mas silenciosa que pudo y se encontro, de nuevo, en la cubierta de popa. Se dirigio al mismo punto donde habia estado sentada unas horas antes, mientras sorbia vino en compania de otros pasajeros y escuchaba las historias de piratas del capitan. Cuando se sento con los pies debajo del trasero, el frio plastico del respaldo le helo las caderas.

Baby le lamia las mejillas mientras ella luchaba contra las lagrimas e intentaba no llorar. Lola odiaba llorar. Odiaba estar asustada y sentirse desvalida, pero las lagrimas le brotaron antes de que intentase detenerlas.

El perro no se habia asustado. Habia sido valiente y fiero pero, por primera vez desde que lo adopto, ella deseo que hubiera sido un rottweiler. Un rottweiler grande y malo capaz de destrozar los brazos, o los huevos, de un hombre.

Lola se enjugo las lagrimas y penso en la caja de bengalas que habia encontrado en el camarote. Por desgracia, no tenia el valor suficiente para entrar en esa habitacion y recuperarlas. No mientras Mad Max estuviese tumbado sobre la cama, al lado de ellas.

Dijo que era capitan de corbeta, pero ella no se lo creia. Podia haberselo inventado. Era mucho mas probable que fuera uno de esos piratas modernos de quienes les habia hablado Mel Thatch, el propietario del barco.

Lola desplego el chal y se envolvio con el, con el perro en el regazo. Miro hacia arriba, a los restos chamuscados del puente y a las estrellas que punteaban el cielo y que en algunas zonas eran tan numerosas que parecia, que estuvieran apiladas unas encima de otras.

Apreto el cuchillo que el le habia dado. Era estupido que un criminal hubiera hecho eso, pero era evidente que no la consideraba un peligro. No creia que ella fuese capaz de utilizarlo contra el, y posiblemente tuviera razon.

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