Una cosa era disparar a un hombre con una pistola de bengalas, o defenderse de el durante una pelea, y otra bien distinta rebanarle la garganta mientras dormia.

Lo mas probable era que le hubiese dado ese cuchillo porque tenia claro que podia con ella, tal como habia hecho toda la noche. Todavia sentia la presion de sus manos en sus munecas y la solidez de su cuerpo contra su espalda. El hombre tenia los musculos duros y una fuerza bruta, y ella no era una contrincante para el. En el mismo momento en que el la habia agarrado por las munecas y apretado contra su pecho, ella supo que podia hacerle cualquier cosa y que no tenia modo de evitarlo.

Despues de que la soltara por primera vez, Lola se habia quedado en las sombras a la espera de que el fuera a buscarla y la hiciera pasar por la pesadilla de todas las mujeres. Temia que le arrancara la ropa, la inmovilizara y la violara. No habia dudado ni por un instante que opondria resistencia y protegeria a Baby.

No habia llegado a donde estaba en la vida siendo pasiva. No era a base de sumision a los hombres que habia conseguido sobrevivir en un negocio que se alimentaba de los cuerpos de jovencitas ingenuas. Y no era para quedarse sentada que habia abandonado ese negocio con la intencion de empezar su propia empresa de venta por correo de ropa interior. Durante la mayor parte de su vida habia luchado contra un demonio u otro, pero cuando Max la sujeto y la ato con tiras arrancadas de su propia falda, tuvo la certeza de que esta vez no sobreviviria, de que la violaria, la asesinaria y arrojaria su cuerpo y el del pobre Baby por la borda, tal y como habia amenazado con hacer. Pero no lo habia hecho. Todavia estaba viva. Se le escapo un sollozo y apreto sus temblorosos dedos contra la boca.

Aparto la vista de las estrellas y la bajo hasta el puente quemado. La primera vez que el la agarro, se dio cuenta de que para sobrevivir esa noche necesitaba un arma. Preferentemente una Magnum 357, como la Milton de su abuelo. Tuvo que apanarse con una pistola de bengalas, y ahora que todo habia terminado, se preguntaba si habria sido capaz de dispararle, como Nicole Kidman disparaba a Billy Zane en la pelicula Calma total.

Luego de que lo peor hubiese pasado, no podia evitar que las manos le temblaran y que un monton de imagenes pasaran por su mente. Retazos, de una cosa y fragmentos de otra. De cuando ella y Baby habian subido al yate para asistir al coctel, de que quizas este habia sido mas coctel que aperitivo, de cuando se tumbo y de cuando se desperto y se encontro con ese loco en el puesto del capitan. La imagen de el delante de los mandos y de Baby ladrando furiosamente a sus pies. De cuando la ato con su propia falda. De cuando encontro la pistola de bengalas. Del susto de ver esa cara magullada.

Lola estiro los musculos y apreto a Baby contra su pecho. El vaso de vino todavia se encontraba donde lo habia dejado antes, cuando se fue al camarote para descansar un poco. Se pregunto si los Thatch habrian descubierto que el yate habia desaparecido. No lo creia porque, a pesar de que parecia que esa pesadilla hubiera durado muchas vidas, en esos momentos debia de ser la una de la madrugada. Los Thatch no volverian al puerto hasta una hora mas tarde. Se pregunto cuanto tardarian en darse cuenta de que ella tambien habia desaparecido, cuanto tardaria todo el mundo en empezar a buscarla, cuanto tardaria su familia en enterarse.

Aunque en la empresa -Lola Wear, lnc.- no tuvieran noticias de ella, nadie le daria mucha importancia. Simplemente pensarian que se estaba tomando un descanso mas largo de lo previsto. Al principio continuarian trabajando como siempre en el negocio que ella habia iniciado hacia ya dos anos. Posiblemente se apanarian sin ella, aunque ahora nada de eso importaba: sentia que tomaba dolorosa conciencia de su situacion real.

No habia forma de salir del barco. Por lo menos esa noche. Era posible que hubiese un bote salvavidas en alguna parte, pero no era tan estupida e irreflexiva como para cambiar un yate de catorce metros de eslora por un cachivache de goma. Ni aun cuando en el yate estuviese ese loco. Se encontraba atrapada y no habia absolutamente nada que pudiera hacer. No habia forma de salir del yate. No habia salida. Por primera vez en toda la noche se sintio totalmente desvalida.

Se encontraba a merced de las corrientes y de los piratas.

Lola desperto cuando sintio que el sol le calentaba la mejilla izquierda. Por un momento no supo donde se encontraba, y casi se habia caido del banco. Abrio los ojos al cegador sol del Caribe y se tumbo sobre la espalda. Desorientada, cerro los ojos de nuevo y entonces todo volvio a su memoria en un destello horripilante. El miedo y la vulnerabilidad en el estomago la obligaron a sentarse de repente. Miro la camisa que llevaba, que se le habia enrollado alrededor de la cintura, y el chal, que le cubria una pierna y se desparramaba hasta el suelo de cubierta. Se levanto, se enrollo el chal rojo alrededor de las caderas y echo un vistazo a la puerta de la cocina, que se encontraba abierta.

La linterna todavia estaba encima del banco, pero el cuchillo habia desaparecido. Busco a Baby con la vista pero no lo encontro. Tampoco veia a Max, pero le oia.

– Mierda -se oyo desde el puente de mando.

Una mezcla de expresiones malsonantes en ingles y en espanol salpicaron el aire de la manana. Lola no entendia el espanol, pero tampoco le hizo falta. La diatriba fue sustituida por una serie de golpes, como si el estuviera aporreando madera con un martillo.

Lola se levanto y fue a la cocina. La luz de la manana entraba por las ventanas y vio que su bolso Louis Vuitton estaba tal y como lo habia encontrado la noche anterior al entrar en busca de un arma: abierto y con el contenido desparramado sobre la mesa.

Los golpes continuaban y Lola levanto la vista hacia el techo. Aquel capullo no solo la habia raptado, sino que habia rebuscado entre sus cosas. En el revoltijo encontro un imperdible y con el se sujeto el chal a la cadera izquierda. Se sacudio el pelo con las manos, cogio el cepillo del monton de cosas y lo guardo todo en el bolso de nuevo.

Mientras se cepillaba el pelo, se paseo por el salon hasta el camarote llamando con suavidad a Baby. La luz de fuera iluminaba retazos de la cama y de la alfombra azul. Lola miro en el bano, en la gran banera con los mandos deslucidos. Busco en el armario y encontro unas cuantas camisas de hombre estampadas con palmeras y flamencos al lado de banadores con motivos tropicales, pero ni rastro del perro.

Volvio al salon y arrojo el cepillo sobre el sofa. Si Baby no se encontraba dentro, tenia que estar fuera; pero si tampoco estaba fuera… Sus pensamientos se interrumpieron a causa de un fuerte golpe por encima de su cabeza, y salio corriendo hacia la cubierta de popa. Si le hacia dano al perro lo mataria.

Subio las escaleras hasta el puente de mando de dos en dos y al llegar arriba lo que vio la hizo parar en seco. El tablero de mandos tenia peor aspecto a la luz del dia todo estaba negro y derretido, y habia un gran agujero en medio. Baby se encontraba sentado en medio del puente, tan quieto que parecia disecado, mirando fijamente al enemigo. Este se encontraba sentado con la espalda apoyada en la regala, las piernas abiertas y los brazos sobre los muslos. En una mano tenia una llave inglesa.

El triste destino de Baby Doll era tener que enfrentarse, siempre y contra su voluntad, a perros mas grandes que el. Fuera cual fuere el tamano y la raza.

Era obvio que ahora habia decidido enfrentarse a Max, y los dos machos se encontraban en un punto muerto del combate, ambos inmoviles. Ni siquiera los pelos negros y cortos de Max ni los pelos marrones de Baby se movian bajo la ligera brisa.

– Tu perro se ha cagado en la esquina -dijo Max, con la voz tan ronca como ella la recordaba.

Cuando Max volvio el rostro hacia ella, Lola lo miro con atencion por primera vez. A la luz del dia no tenia mejor aspecto que a la luz de la noche. Parte de la inflamacion le habia bajado, pero todavia estaba hinchado y con morados. Ahora resultaba solo un poco menos aterrador.

– Estoy segura de que no ha podido evitarlo -contesto ella, decidida a no mostrar el miedo que sentia. Busco con la mirada pero no encontro la caca de perro.

– Lo he limpiado. Pero a partir de ahora es trabajo tuyo.

Ella lo miro de nuevo y se dio cuenta de que tenia los ojos azules. El mismo color azul que tienen las olas del Caribe justo antes de llegar a la playa. Al lado de esa piel oscura y de ese pelo negro, por no hablar de los morados, resaltaban de forma asombrosa.

– No soporto a los perros estupidos. Y el tuyo es el mas estupido que he visto en mi vida.

– Tu, un ladron y un secuestrador, ?como te atreves a llamar estupido a un perrito?

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