secarse y se agitaban sobre su cabeza.

– Georgie, divagas -afirmo, colocandose las gafas-. Pero si te controlas podremos llevarnos muy bien. Creo que podriamos ser amigos por una noche… -Hizo una pausa y se ajusto las Ray-Ban dejando la frase inconclusa al no encontrar una palabra mejor; sabia que no la habia.

– Me gustaria, John -dijo, esbozando una sonrisa seductora-. Pero me parecio oirte decir que no eras una persona amable.

– No lo soy. -Ella estaba tan cerca que sus senos casi le rozaban el torax, casi, y se pregunto si estaria coqueteando con el otra vez.

– ?Como es posible que podamos ser amigos si no eres amable conmigo?

John deslizo la mirada hacia sus labios. Se sentia tentado a demostrarle lo «agradable» que podia llegar a ser. Se sentia tentado a inclinarse solo un poco y acariciar con su boca la de ella para saborear esos dulces labios, aceptando la invitacion de su seductora sonrisa. Tentado de levantar las manos solo unos centimetros hasta sujetarla por las caderas y apretarla contra su cuerpo. Tentado de averiguar hasta donde dejaria ella que vagaran sus manos antes de detenerlo.

Se sentia tentado, pero no estaba loco.

– Muy sencillo. -Le coloco las manos en los hombros y la aparto a un lado-. Pasare la noche fuera -anuncio, subiendo las escaleras.

– Llevame contigo -dijo mientras lo seguia.

– No -nego con la cabeza. No iba a permitir que nadie lo viera con Georgeanne Howard. Ni siquiera una sola vez.

El agua calentaba el cuerpo frio de Georgeanne mientras se lavaba el pelo con champu. Antes de meterse en la ducha, hacia unos quince minutos, John le habia pedido que acabara pronto porque el tambien queria ducharse antes de salir. Georgeanne tenia otros planes.

Cerrando los ojos metio la cabeza bajo el chorro de agua para enjuagar el pelo, horrorizada al pensar lo que ese champu barato estaria haciendole a su permanente. Penso en el bote del carisimo champu Paul Mitchell guardado en una de las maletas que habia metido en el Rolls Royce de Virgil, y casi lloro cuando abrio una muestra de acondicionador que habia encontrado debajo del lavabo. Un agradable perfume floral inundo la ducha mientras dejaba de pensar en el champu y el acondicionador para centrarse en su problema principal.

Ernie se habia marchado por la tarde y John pensaba seguir sus pasos. Georgeanne no podria persuadir a John de que la dejara quedarse algunos dias mas si no estaba en casa. Cuando le habia dicho que podian ser amigos, ella habia sentido un alivio momentaneo que desaparecio enseguida cuando anuncio que se marchaba.

Georgeanne se aplico con esmero el acondicionador antes de volver bajo el chorro de agua caliente. Durante un breve momento penso en utilizar el sexo para persuadir a John de que se quedara en casa el resto de la noche, pero descarto la idea rapidamente. No porque encontrara la idea moralmente reprobable, sino porque no le gustaba el sexo. Las pocas veces que se habia permitido mantener tal relacion intima con un hombre se habia sentido muy cohibida. Tan cohibida que no lo habia disfrutado.

Cuando termino de ducharse, el agua salia fria y por un momento temio oler a jabon masculino. Se seco con rapidez y luego se puso la ropa interior, un tanga verde esmeralda y un sujetador a juego. Habia comprado la seductora ropa interior para la luna de miel, pero no podia decir que lamentara que Virgil nunca la viera con ella.

El ventilador del techo habia esparcido el vapor de la ducha por el cuarto de bano y la bata de seda, que le habia pedido prestada a John, se le pego a la piel humeda al anudar el cinturon. A pesar de la suave textura de la tela, la bata era muy masculina y retenia el olor a colonia de hombre. La seda de color negro le llegaba un poco mas abajo de las rodillas, y habia un enorme simbolo japones rojo y blanco bordado en el dorso.

Se paso un peine de puas por el pelo y evito pensar en la crema hidratante y en los polvos de Estee Lauder guardados en el coche de Virgil. Abriendo los armarios del bano, busco cualquier articulo de belleza que pudiera usar. Solo encontro algunos cepillos de dientes, una pasta de dientes Crest, un frasco con polvos para los pies, un bote de crema para afeitar y dos maquinillas de afeitar.

– ?No hay nada mas? -Con el ceno fruncido, se giro y rebusco en su neceser. Aparto a un lado las pildoras anticonceptivas, que habia empezado a tomar tres dias antes, y cogio los cosmeticos. Le parecia muy injusto que John pudiera verse genial con tan poco esfuerzo mientras que ella tenia que gastar tiempo y dinero para mejorar su aspecto.

Tomando una toalla, seco parte del espejo y miro su reflejo en medio del circulo sin vaho del cristal. Se cepillo los dientes, luego se aplico rimel en las pestanas y colorete en las mejillas.

La sobresalto un golpe en la puerta del cuarto de bano y casi se pinto la cara con el lapiz de labios color melocoton.

– ?Georgie?

– ?Si, John?

– Necesito entrar, ?recuerdas?

Lo recordaba la mar de bien.

– Ah, lo olvide. -Se ahueco el pelo alrededor de la cara con los dedos y se miro criticamente. Olia a hombre y se veia peor de lo que acostumbraba.

– ?Tienes pensado salir esta noche?

– Dame un segundo -le dijo, lanzando los cosmeticos en el neceser que habia puesto sobre la tapa del inodoro. ?Deberia poner a secar las ropas mojadas en el toallero?, se pregunto mientras las recogia del suelo blanco y negro.

– Si, claro -contesto el a traves de la puerta-. ?Vas a tardar mucho?

Georgeanne extendio cuidadosamente el sujetador y la braga mojados sobre la barra metalica, luego los cubrio con los pantalones cortos y la camiseta.

– Lista -dijo mientras abria la puerta.

– ?No te ibas a dar una ducha rapida? -El levanto las manos como si quisiera atrapar el vaho con ellas.

– ?No fue rapida? Pensaba que lo habia sido.

John dejo caer las manos.

– Has estado tanto tiempo ahi dentro que me asombra que no tengas la piel tan arrugada como una pasa de California. -Luego hizo lo que ella habia esperado que hiciera desde el momento en que habia abierto la puerta. La miro de arriba abajo. Una ligera atraccion centelleo en sus ojos y ella se relajo. Estaba interesado en ella.

– ?Acabaste con el agua caliente? -pregunto mientras un profundo ceno le oscurecia los rasgos.

Georgeanne agrando los ojos.

– Creo que si.

– De todas formas, ya no importa, maldita sea -juro el mientras giraba la muneca para mirar el reloj-. Incluso saliendo ahora se acabaran las ostras antes de que llegue. -Se dio la vuelta y camino por el pasillo hacia la sala-. Creo que me tomare unos frutos secos con cerveza y palomitas de maiz rancias.

– Si tienes hambre, puedo cocinar algo -dijo Georgeanne mientras lo seguia.

El la miro por encima del hombro.

– Paso.

Ella no estaba dispuesta a dejar escapar la oportunidad de impresionarlo.

– Soy una cocinera estupenda. Podria hacerte una cena riquisima en un periquete.

John se detuvo en la mitad del pasillo y se volvio hacia ella.

– No.

– Pero yo tambien tengo hambre -dijo, lo cual era mentira.

– ?No comiste antes lo suficiente? -Se metio las manos en los bolsillos de los vaqueros y cambio el peso de pie-. Ernie se olvida algunas veces de que no todo el mundo come tan poco como lo hace el. Deberias haberselo dicho.

– Bueno, no queria importunar mas de lo que lo habia hecho -dijo, sonriendo dulcemente. Noto que el vacilaba y presiono un poquito mas-. No queria herir los sentimientos de tu abuelo, pero no he comido en todo el dia y me muero de hambre. Ya se como son las personas mayores. Comen sopa o ensalada y dicen que es una comida completa mientras que para el resto de los mortales es solo el primer plato.

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