frente rozando la cicatriz blanca que la atravesaba.

– Quitate de encima -exigio Georgeanne, dandole un punetazo en la parte superior del brazo. La piel caliente y el duro musculo eran una invitacion para su puno y volvio a golpearlo, desahogando su furia. Le pego por reirse de ella, por insinuar que pensaba casarse con Virgil por dinero sin que le faltara razon. Le golpeo por su abuela que habia muerto dejandola sola, sola para no hacer mas que meter la pata.

– Jesus, Georgie -maldijo John. La agarro por las munecas y se las sujeto contra el suelo a ambos lados de la cabeza-. Basta.

Ella miro su hermoso rostro y le odio. Se odio a si misma y, aunque odiaba llorar, se le escapo un sollozo.

– Te odio -le susurro, pasandose la lengua por los labios salados. Se le tensaron los pechos por el esfuerzo de contener las lagrimas.

– En este momento -dijo John con su cara tan cerca de la de ella que podia sentir su aliento calido en la mejilla-, no puedo decir que sienta afecto por ti tampoco.

El calor del cuerpo de John penetro en su colera y Georgeanne se dio cuenta de varias cosas a la vez. Se percato de que la pierna derecha de John estaba acomodada entre las suyas y de que su ingle le presionaba intimamente el interior del muslo. Estaba cubierta por su ancho pecho, pero su peso no era en absoluto desagradable. El era solido y muy caliente.

– Pero caramba, si que me das ideas -le dijo al tiempo que una sonrisa se le empezaba a insinuar en la comisura de los labios-. Malas ideas. -Nego con la cabeza como si estuviera tratando de convencerse a si mismo de algo-. Muy malas. -Con el pulgar le presiono el interior de la muneca mientras deslizaba la mirada por su cara-. No deberias parecer tan atractiva. Tienes la frente sucia, tu pelo es un maldito desastre y estas calada hasta los huesos.

Por primera vez en dias, Georgeanne sintio que pisaba terreno familiar. Una pequena sonrisa de satisfaccion le curvo los labios. No importaba cuanto intentara demostrar lo contrario, John, a pesar de todo, se sentia atraido por ella. Y si barajaba bien sus cartas, podria convencerlo de que la dejara quedarse en su casa hasta que resolviese que hacer con su vida.

– Por favor, sueltame las munecas.

– ?Vas a golpearme otra vez?

Georgeanne nego con la cabeza, sopesando mentalmente cuanto encanto deberia usar con el.

El arqueo una ceja.

– ?Ni a tirarme arena?

– No.

La solto, pero no se movio de encima de ella.

– ?Te he hecho dano?

– No. -Coloco las manos en los hombros de el y las deslizo hacia abajo, sus duros musculos se tensaron recordandole su fuerza. John no la habia atacado como lo haria un hombre cuya intencion fuera forzar a una mujer, pero a pesar de todo ella se estaba alojando en su casa. Solo por ese hecho podia hacerse una idea equivocada. Antes, cuando parecia que John no se sentia atraido por ella, no se le habia ocurrido pensar que el pudiera estar esperando algo mas que gratitud. Pero ahora si.

Luego se acordo de Ernie y una risita de alivio se le escapo de la garganta.

– Nunca me habian abordado con ese impetu. ?Es tu forma de ligar? -Seguro que John no esperaria que se acostara con el con su abuelo en la habitacion de al lado. Se sintio aliviada.

– ?Que pasa? ?No te gusto?

Georgeanne le brindo una sonrisa.

– Bueno, podria hacerte algunas sugerencias.

Poniendose de rodillas, John la miro.

– Ya me parecia a mi que lo harias -dijo, levantandose.

Al instante lamento la perdida del calor de su cuerpo e intento sentarse.

– Prueba con flores. Es mas sutil y transmite el mismo mensaje.

John le tendio la mano a Georgeanne y la ayudo a ponerse en pie. Nunca enviaba flores, jamas lo habia hecho desde el dia que puso docenas de rosas sobre el ataud blanco de su esposa.

Solto la mano de Georgeanne y ahuyento sus recuerdos antes de que se volvieran demasiado dolorosos. Centrando toda su atencion en Georgeanne, la miro pasarse las manos por la cintura y por el trasero para sacudirse la arena. Deliberadamente, la miro de arriba abajo. Tenia el pelo enredado, arena en las rodillas, y las unas rojas eran un extrano contraste con sus pies sucios. Los pantalones cortos verdes se le pegaban a los muslos, y su vieja camiseta negra se le adheria a los senos como una segunda piel. Tenia los pezones erizados por el frio y parecian pequenas bayas. Bajo el cuerpo de John, ella se habia sentido bien, demasiado bien. Habia permanecido demasiado tiempo sobre su cuerpo mirando esos bonitos ojos verdes.

– ?Has llamado a tu tia? -le pregunto mientras se inclinaba para recoger las gafas de sol de la arena.

– Ah… todavia no.

– Bueno, puedes llamarla cuando volvamos. -John se enderezo y echo andar por la playa hacia su casa.

– Lo hare-contesto, alcanzandolo y tratando de adaptarse al paso de sus largas zancadas-. Pero es la noche de bingo de tia Lolly, asi que no creo que llegue a casa hasta dentro de un rato.

John la recorrio con la mirada, luego se puso rapidamente sus Ray-Ban.

– ?Cuanto tiempo suele estar en el bingo?

– Bueno, depende de cuantos cartones compre. Pero si decide jugar en La Vieja Granja, no jugara mucho porque permiten fumar, y la tia Lolly odia el humo y, por supuesto, Doralee Hofferman juega alli. Y hay mucha hostilidad entre Lolly y Doralee desde que en 1979 Doralee robo la receta del pastel de cacahuetes de Lolly y la hizo pasar como suya. Las dos fueron muy buenas amigas hasta ese momento, sabes…

– Ya estamos otra vez -suspiro John, interrumpiendola-. Escucha, Georgie -dijo, y se detuvo para mirarla-. No lograremos pasar de esta noche si no paras de hacer eso.

– ?De hacer que?

– Divagar.

Georgeanne abrio la boca sin querer y se llevo la mano al corazon con un gesto de fingida indignacion.

– ?Divago?

– Si, y me pone de los nervios. No me importa nada ni el O'Jell de tu tia, ni que los bautistas se laven los pies, ni los pasteles de cacahuete. ?No puedes hablar como una persona normal?

Ella bajo la vista, pero no antes de que el pudiera ver la mirada dolida de sus ojos.

– ?No crees que hable como una persona normal?

Una punzada de culpabilidad le remordio la conciencia. No queria lastimarla, pero, al mismo tiempo, tampoco queria escucharla cotorrear durante horas.

– Tampoco es eso. Pero cuando te haga una pregunta debes darme una respuesta en tres segundos, no largarme tres minutos de sandeces que no tienen nada que ver con lo que te he preguntado.

Ella se mordisqueo el labio inferior, despues dijo:

– No soy estupida, John.

– Nunca quise decir que lo fueras -aclaro el, aunque no creia que la hubieran elegido para el discurso de despedida en esa universidad a la que segun ella habia asistido-. Mira, Georgie -anadio porque parecia herida-, podemos llegar a un acuerdo, si tu no divagas, yo intentare no comportarme como un asno. -Ella fruncio los labios-. ?No me crees?

Negando con la cabeza, ella se mofo.

– Te he dicho que no soy estupida.

John se rio. Maldicion, esa chica comenzaba a gustarle.

– Vamos. -Senalo la casa con la cabeza-. Parece que te estas congelando.

– Lo estoy -confeso, caminando a su lado.

Atravesaron la arena fria sin hablar mientras la brisa les traia los sonidos del batir de las olas y los graznidos delas aves marinas. Cuando alcanzaron las escaleras que conducian a la puerta trasera de la casa de John, Georgeanne se adelanto, pero luego se volvio para enfrentarse a el.

– Yo no divago -aclaro, entrecerrando los ojos bajo el resplandor del sol poniente.

John se detuvo y la miro a los ojos que habian quedado al nivel de los suyos. Varios rizos comenzaban a

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