– En casa.

– Manana es dia seis.

John volvio la mirada a la enorme ventana que daba al oceano. Observo como se hinchaban las olas para despues replegarse sobre si mismas.

– No necesito que me des la mano.

– Lo se, pero pense que te gustaria tomar una cerveza con un amigo.

John cerro los ojos.

– No quiero hablar de Linda.

– No tenemos que hacerlo. Tu madre esta preocupada por ti. Deberias llamarla mas a menudo.

John rasco ligeramente con el pulgar la etiqueta de la botella de cerveza.

– Bien, lo hare -convino, aunque supo que no lo haria. Su madre solia portarse como una bruja con el sobre el tema del alcohol; lo machacaria con que llevaba una vida autodestructiva. Sabia que tenia razon, pero no necesitaba que se lo recordaran-. Cuando pase por el pueblo, vi a Dickie Marks saliendo de tu bar favorito -dijo, cambiando otra vez de tema.

– Estuve antes con el. -Ernie se levanto lentamente de la silla. Sus torpes movimientos le recordaron a John que su abuelo tenia setenta y un anos-. Vamos a salir a pescar por la manana. Deberias madrugar y venir con nosotros. -Varios anos antes, John habria sido el primero en subirse en el bote, pero ahora normalmente se despertaba con un agudo dolor de cabeza. Levantarse antes del amanecer para congelarse el culo no le atraia en absoluto.

– Lo pensare -contesto, sabiendo que no lo haria.

Georgeanne se abrocho el sujetador de color granate, cogio la camiseta y se la paso por encima de la cabeza. Una gorra de beisbol de los Seahawks, un cronometro, una venda elastica y una capa gruesa de polvo reposaban sobre el tocador delante de ella. Levanto la mirada hacia el gran espejo de encima del tocador y se asusto. La camiseta de suave algodon blanco le cenia los senos pero le quedaba floja en todos los demas sitios. Parecia un atentado a la moda, asi que se la remetio dentro de los anchos pantalones cortos, aunque de esa manera se le marcaban los grandes senos y el trasero; los dos lugares que no queria resaltar. Tiro bruscamente de la camiseta hasta que cayo sobre sus caderas, luego metio los zapatos dentro del neceser y cogio un Snickers que guardaba alli dentro. Sentada sobre el borde de la cama le quito el envoltorio marron y hundio los dientes en la sabrosa chocolatina. Un suspiro de placer se le escapo de los labios mientras masticaba la golosina. Recostandose en la colcha azul, se desperezo y se quedo mirando la instalacion de la luz del techo. Dos polillas muertas descansaban sobre el fondo de la lampara blanca. Mientras devoraba la chocolatina, escucho las voces amortiguadas de John y de Ernie a traves de la puerta de madera. Considerando que a John no parecia gustarle mucho, era extrano que el timbre ronco de su voz la tranquilizara. Quiza fuera porque era la unica persona que conocia en varias millas a la redonda o quiza fuera porque en el fondo sentia que no era tan imbecil como parecia. No obstante, tan solo con su tamano conseguia que cualquier mujer se sintiera segura.

Se deslizo lentamente hasta que descanso la cabeza sobre la almohada de John y los pies sobre el vestido de novia, que estaba a los pies de la cama. Cuando termino de engullirse el Snickers, penso en llamar a Lolly, pero decidio esperar. No tenia prisa en escuchar la reaccion de su tia. Penso en levantarse, pero lo unico que hizo fue cerrar los ojos. Recordo la primera vez que vio a Virgil en el departamento de cosmetica del Neiman-Marcus de Dallas. Aun le costaba creer que hasta hacia poco mas de un mes habia estado trabajando, repartiendo muestras de perfumes de Fendi y Liz Claiborne. Lo mas probable es que no lo hubiera visto si el no se hubiera acercado a ella. Ni habria cenado con el la primera vez si no hubiera tenido rosas y una limusina esperando en la puerta despues del trabajo. Habia sido tan facil deslizarse dentro de esa limusina con climatizador, lejos del calor, la humedad y los humos del autobus. Si no se hubiera sentido tan sola y si su futuro no hubiera sido tan incierto, probablemente no habria aceptado casarse con un hombre al que hacia tan poco tiempo que conocia.

La noche anterior habia tratado de decirle a Virgil que no podia casarse con el. Habia tratado de cancelar la boda, pero no la habia escuchado. Se sentia horriblemente mal por lo que habia hecho, pero no se le habia ocurrido ninguna otra manera de arreglarlo.

Sin poder reprimir mas las lagrimas que habia estado conteniendo todo el dia, sollozo quedamente en la almohada de John. Lloro por el lio que habia hecho de su vida y el vacio que sentia en su interior. El futuro se le presentaba incierto y aterrador. Sus unicos parientes eran una tia entrada en anos y un tio que vivia de la Seguridad Social y cuyas vidas giraban en torno al programa I Love Lucy.

No tenia nada y, encima, habia conocido a un hombre que le habia dicho que no esperara que fuera amable con ella. Repentinamente se sintio como Blanche Dubois en Un tranvia llamado deseo. Habia visto todas las peliculas que habia hecho Vivien Leigh y penso que era un poco extrano, una rara coincidencia, que el apellido de John fuera Kowalsky.

Estaba asustada y sola, pero en cierta manera se sentia aliviada por no tener que fingir nunca mas. No tendria que fingir que apreciaba el horrible gusto de Virgil para la ropa y las demas vulgaridades que el queria que se pusiera.

Exhausta, lloro hasta quedarse dormida. No se percato de que se habia quedado dormida hasta que se desperto con un sobresalto, incorporandose de golpe sobre la cama.

– ?Georgie?

Un mechon de pelo le cayo sobre el ojo izquierdo mientras se volvia hacia la puerta iluminada por el sol para ver una cara que le recordaba a uno de esos calendarios de tios cachas. Sus manos se agarraban al marco por encima de la cabeza y el reloj plateado se le habia girado de tal manera que la esfera descansaba contra su pulso. Tenia una cadera mas alta que la otra, y durante un momento clavo los ojos en el, desorientada.

– ?Tienes hambre? -pregunto.

Parpadeo varias veces antes de despejarse. John se habia cambiado la ropa por un par de Levi's viejos con un agujero en la rodilla. La sudadera blanca de los Chinooks que le cenia el pecho no ocultaba el vello fino que le oscurecia las axilas. No podia dejar de preguntarse si se habria cambiado en la habitacion mientras ella dormia.

– Si tienes hambre, Ernie esta haciendo sopa de pescado.

– Me muero de hambre -dijo, pasando las piernas por el borde de la cama-. ?Que hora es?

John bajo la mano y se miro el reloj.

– Casi las seis.

Habia dormido unas dos horas y media, y se sentia mas cansada que antes. Recordo ir al bano y recogio el neceser que habia dejado en el suelo al lado de la cama.

– Necesito unos minutos -dijo, evitando mirarse en el espejo al pasar por el tocador-. No tardare -anadio, acercandose a la puerta.

– Bien. Estabamos a punto de sentarnos a la mesa -la informo John, aunque no se movio. Sus hombros practicamente llenaban el marco de la puerta, obligandola a detenerse.

– Perdona. -Si el pensaba que para pasar se iba a apretar contra el, lo tenia claro. Georgeanne habia resuelto ese juego en decimo grado. Le decepciono que John perteneciera al tipo de hombres de mala fama que pensaba que tenian derecho a restregarse contra las mujeres y mirarlas con atencion bajo las blusas, pero cuando levanto la mirada a sus ojos azules, se sintio aliviada. El ceno le arrugaba la frente y la miraba a la boca, no a los senos. Levanto una mano hacia ella y le rozo el labio inferior con el pulgar. Estaba tan cerca que podia oler su colonia, Obsesion. Despues de trabajar con perfumes y colonias durante un ano, Georgeanne reconocia todas las fragancias.

– ?Que es esto? -pregunto, mostrandole una pizca de chocolate en el pulgar.

– Mi almuerzo -contesto, sintiendo un revoloteo en el estomago. Levanto la vista a los ojos azules y se dio cuenta de que, para variar, no la miraba frunciendo el ceno. Ella se lamio el labio y pregunto-: ?mejor asi?

Lentamente el bajo los brazos y levanto su mirada hacia la de ella.

– ?Mejor que que? -pregunto, y Georgeanne penso que iba a sonreir y volveria a mostrarle su hoyuelo otra vez, pero en su lugar dio media vuelta y salio al pasillo.

»Ernie quiere saber si quieres cerveza o agua helada con la cena -le dijo por encima del hombro. La parte trasera de sus pantalones vaqueros eran de un azul mas claro que el resto, y la cartera le abultaba uno de los bolsillos. En los pies llevaba un par de chanclas baratas como las de su abuelo.

– Agua -contesto, pero habria preferido te helado. Georgeanne fue al cuarto de bano y se reparo el estropicio

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