John empezaba a pensar que ayudar a Georgeanne no habia sido tan buena idea despues de todo. Piso hasta el fondo el acelerador, impulsando el Corvette a traves del puente que cruzaba por encima de la bahia de Puget Sound y rapidamente dejaron atras Bainbridge Island. Las sombras verdes se deslizaron cada vez mas rapido mientras el Corvette recorria la autopista 305.

– Sissy no me lo perdonara nunca.

– No me preocuparia por tu amiga -dijo, un tanto decepcionado de que su acompanante fuera tan blandengue como un cruasan-. Virgil le comprara algo bonito y se olvidara de todo lo demas.

Ella fruncio el ceno.

– Creo que no -dijo.

– Seguro que lo hara -infirio John-. Probablemente la llevara a uno de esos sitios tan caros…

– Pero a Sissy no le gusta Virgil. Piensa que es un viejo verde.

A John se le erizaron los pelos del cogote y tuvo un presentimiento muy, pero que muy malo.

– ?Pero Sissy no es la novia?

Ella clavo los ojos grandes y verdes en el y sacudio la cabeza.

– La novia soy yo.

– No tiene gracia, Georgeanne.

– Lo se -gimio-. ?No puedo creer que plantara a Virgil en el altar!

El nudo en la garganta de John se le subio a la cabeza, recordandole la resaca. Piso el freno y desvio el Corvette a la derecha, deteniendolo a un lado de la carretera. Georgeanne cayo contra la puerta donde se sujeto con ambas manos.

– ?Jesus! -John aparco de forma brusca el coche en el arcen y se quito las gafas de sol-. ?Dime que estas bromeando! -exigio, lanzando las Ray-Ban al salpicadero. No queria ni imaginar que pasaria si realmente estaba atrapado con la novia fugitiva de Virgil. Pero entonces supo que ni siquiera tenia que imaginarselo, sabia lo que pasaria. Lo traspasarian a otro equipo en menos que canta un gallo. Y a el le gustaban los Chinook. Le gustaba vivir en Seattle. Lo ultimo que queria era que lo traspasaran.

Georgeanne se enderezo y nego con la cabeza.

– Pero no vas vestida de novia. -Se sentia estafado y la apunto con un dedo acusador-. ?Que clase de novia no lleva puesto un maldito vestido de novia?

– Este es un vestido de novia -cogio el dobladillo y, con modestia, trato de tirar de el hacia abajo. Pero el vestido no habia sido creado para ser modesto. Cuanto mas tiraba hacia las rodillas, mas se deslizada sobre sus senos-. Solo que no es un vestido de novia tradicional -explico mientras agarraba el lazo blanco y tiraba del corpino hacia arriba otra vez-. Despues de todo, Virgil ha estado casado cinco veces y penso que un traje blanco seria de mal gusto.

Aspirando profundamente, John cerro los ojos y se paso una mano por la cara. Tenia que deshacerse de ella, y rapido.

– Vives al sur de Tacoma, ?no?

– No. Soy de McKinney, McKinney, Texas. Hasta hace tres dias no conocia Oklahoma City.

– Esto se pone cada vez mejor -se rio sin humor y empezo a considerarla como un paquete bomba a punto de estallarle en la cara-. Tu familia esta aqui para la boda, ?no?

De nuevo ella nego con la cabeza.

John fruncio el ceno.

– Naturalmente.

– Creo que si que estoy mareada.

John salto del coche y corrio al otro lado. Si iba a vomitar, preferia que no lo hiciera en su Corvette nuevo. Abrio la puerta y la agarro por la cintura, y si bien John media uno noventa, pesaba noventa y cinco kilos y placaba facilmente a cualquier jugador contra la barrera, transportar a Georgeanne Howard desde el coche no fue tarea facil. Era mas pesada de lo que parecia y, al sentirla bajo las manos, le dio la impresion de que la habian metido a presion en una lata de sopa.

– ?Vas a vomitar? -le pregunto por encima de la cabeza.

– Creo que no -contesto, y lo contemplo con ojos suplicantes. Habia estado con las suficientes mujeres para saber cuando tenia la rabia en casa. Reconocio la casta «amame-alimentame-encargate de mi». Ronroneaban y se rozaban como gatas en celo y, aparte de hacer aullar a un hombre, no eran buenas para nada mas. La ayudaria a llegar a donde quisiera ir, pero lo ultimo que deseaba era cuidar y alimentar a la mujer que habia dejado plantado a Virgil Duffy.

– ?Donde puedo dejarte?

Georgeanne se sentia como si hubiera tragado docenas de mariposas y tuviese dificultad para respirar. Se habia embutido en un vestido dos tallas menor y apenas conseguia que le llegara aire a los pulmones. Levanto la vista y vio unos ojos azul oscuro enmarcados por largas y gruesas pestanas y supo que preferia cortarse las venas antes que vomitar delante de un hombre tan escandalosamente guapo. Las espesas pestanas y la boca llena deberian haberlo hecho parecer algo femenino, pero no era asi. Aquel hombre era demasiado viril para ser confundido con otra cosa que no fuera un varon cien por cien heterosexual. Georgeanne, que media uno setenta y cinco y pesaba casi sesenta y cinco kilos -los dias buenos que no retenia liquido- se sentia pequena a su lado.

– ?Donde te dejo, Georgie? -pregunto otra vez. Un mechon del espeso pelo castano le caia sobre la frente, desviando la atencion de la delgada cicatriz blanca que le atravesaba la ceja izquierda.

– No se -susurro. Durante meses habia vivido con un horrible peso en el pecho. Un peso que habia estado segura que un hombre como Virgil podria hacer desaparecer. Con Virgil nunca habria tenido que capear acreedores o arrendadores enfadados otra vez. Tenia veintidos anos y habia tratado de ocuparse de si misma, pero, como siempre, habia fallado miserablemente. Siempre habia sido un fracaso. Habia fracasado en la escuela y en cada trabajo que habia tenido, y habia estado convencida que podria amar a Virgil Duffy. Hasta ese dia. Mientras miraba su reflejo en el espejo y examinaba el vestido de novia que el habia escogido para ella, el dolor en el pecho amenazaba con ahogarla y supo que no podia casarse con Virgil. Ni siquiera todo ese maravilloso dinero podia conseguir que ella se acostara con un hombre que le recordaba a H. Ross Perot.

– ?Donde vive tu familia?

Penso en su abuela.

– Tengo unos tios abuelos que viven en Duncanville, pero Lolly no puede viajar por el lumbago y el tio Clyde tuvo que quedarse en casa para encargarse de ella.

John hizo un gesto de fastidio con la boca.

– ?Donde viven tus padres?

– Me crio mi abuela, pero murio hace varios anos -contesto Georgeanne, esperando que no indagase acerca del padre que nunca habia conocido o la madre a la que solo habia visto una vez en el entierro de su abuela.

– ?Amigos?

– Mi unica amiga esta en casa de Virgil. -Solo con pensar en Sissy comenzaba a palpitarle el corazon. Su amiga se habia encargado de que todas las damas de honor vistieran con el mismo tono color lavanda. Los vestidos a juego parecian ahora algo tonto y trivial.

El fruncio los labios.

– Naturalmente. -Le retiro las grandes manos de la cintura y se paso los dedos por el pelo-. Me da la impresion de que no tienes un plan demasiado firme.

No, no tenia un plan, ni firme ni de ninguna otra manera. Habia cogido el neceser de maquillaje y habia salido de casa de Virgil sin pensar a donde iria o como llegar.

– Bueno, demonios. -El dejo caer las manos y miro a la carretera-. Podrias pensar en algo.

Georgeanne tuvo el horrible presentimiento de que si no ideaba algo en los siguientes dos minutos, John volveria al coche y la dejaria plantada alli mismo. Y lo necesitaba, al menos durante unos dias, hasta que resolviese que iba a hacer, asi que recurrio a lo que siempre le habia funcionado. Le coloco una mano en el brazo y se recosto un poco sobre el, lo justo para hacerle pensar que estaba abierta a cualquier sugerencia que se le ocurriera.

– Tal vez podrias ayudarme tu -dijo con su voz mas humeda y suave, luego lo completo con una sonrisa tipo «tu-eres-un-machote-y-yo-una-dama-indefensa». Georgeanne podia ser un fracaso en todo lo demas, pero era una coqueta consumada y una autentica bomba de relojeria cuando se trataba de manipular a los hombres. Bajando las pestanas modestamente, lo miro con sus bellos ojos. Curvo los labios en una sonrisa seductora que

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