causa estas incapacidades, lo unico que sabemos es que no tiene cura.

Georgeanne se apoyo contra la pared sin que la vieran. Le comenzaron a arder las mejillas, y se le hizo un nudo en el estomago. ?Una disfuncion del cerebro? No era tan estupida como para no saber lo que queria decir ese hombre. Pensaba que era retrasada.

– ?Que puedo hacer por mi Georgie?

– Quiza si le hacemos mas pruebas podamos precisar donde radica la mayor parte de las dificultades. Para algunos ninos la medicacion ha sido de gran ayuda.

– No le dare drogas a Georgeanne.

– Entonces puede matricularla en una escuela para senoritas -aconsejo el doctor-. Es una ninita bonita y es probable que se convierta en una bella joven. No tendra ningun problema en encontrar un marido que se ocupe de ella.

– ?Marido? Mi Georgie solo tiene nueve anos, doctor Alian.

– No pretendia ser irrespetuoso, senora Howard, pero usted es la abuela de la nina. ?Cuantos anos mas cree que podra ocuparse de ella? En mi opinion Georgeanne nunca sera demasiado lista.

El nudo del estomago de Georgeanne comenzo a arder cuando retrocedio por el pasillo y salio por la puerta trasera. Pateo una lata de cafe varios metros y tiro las pinzas de la ropa de su abuela al suelo del pequeno patio.

Estacionado en el camino de entrada habia un Chevrolet El Camino que Georgeanne siempre habia creido que era del color exacto de la cerveza. El coche descansaba sobre cuatro llantas desinfladas pues no lo habia conducido nadie desde la muerte de su abuelo hacia dos anos. Su abuela conducia un Lincoln, pero Georgeanne consideraba que El Camino era suyo y lo utilizaba para trasladarse con la imaginacion a lugares exoticos como Londres, Paris y Texarkana.

Pero ese dia no lograba imaginarse viajando a otro lugar. Una vez que estuvo sentada sobre el asiento doble de vinilo, coloco las manos en torno al frio volante y clavo los ojos en la insignia de Chevrolet que habia en el claxon.

Se le nublo la vista y tenso los punos. Tal vez su madre, Billy Jean, lo habia sabido. Tal vez siempre supo que Georgeanne nunca seria demasiado brillante y por eso la habia dejado en casa de su abuela para no volver nunca a por ella. La abuela siempre decia que Billy Jean no estaba preparada para ser madre, y Georgeanne se habia preguntado que habia hecho para provocar que su madre se fuera. Ahora ya lo sabia.

Mientras miraba al futuro, sus suenos de infancia se fueron diluyendo con las lagrimas que le resbalaban por las mejillas calientes, y se dio cuenta de varias cosas. Nunca conseguiria salir al recreo otra vez ni construir un iglu como el resto de la clase. Sus esperanzas de convertirse en enfermera o astronauta eran aspiraciones demasiado atrevidas, y su madre jamas volveria a por ella. Los ninos de la escuela probablemente se enterarian y se reirian de ella.

Y Georgeanne odiaba ser objeto de burla.

Se mofarian de ella como lo habian hecho con Gilbert Whitley. Gilbert mojaba sus pantalones en segundo grado, y nadie le habia dejado olvidarlo nunca. Ahora le llamaban Gilbert Wetly [1]. Georgeanne no quiso ni pensar como la llamarian a ella.

Pero no iba a permitir que nadie se enterase nunca. Jamas permitiria que alguien descubriese que Georgeanne Howard tenia una disfuncion en el cerebro.

Capitulo 1

1989

La noche anterior a la boda de Virgil Duffy, una tormenta de verano asolo la bahia de Puget Sound, en Seattle, estado de Washington. Pero a la manana siguiente ya habian desaparecido las nubes grises, dejando paso a la espectacular vista de Elliot Bay y la silueta de la ciudad de Seattle. Algunos de los invitados de Virgil levantaron la mirada hacia el cielo despejado, y se preguntaron si Virgil controlaria a la madre naturaleza de la misma forma que controlaba su imperio naviero. Se preguntaron si podria controlar a su joven prometida o si seria para el otro mas de sus juguetes, como el equipo de hockey.

Mientras los invitados esperaban a que diera comienzo la ceremonia, bebian de las copas aflautadas de champan y especulaban sobre si el matrimonio duraria hasta diciembre. La mayoria opinaba que no duraria tanto.

John Kowalsky ignoro los murmullos que habia a su alrededor. Tenia preocupaciones mas importantes. Se llevo la copa de cristal a los labios y dio cuenta del escoces de cien anos como si fuera agua. Sentia un zumbido en la cabeza. Le palpitaban los ojos y le dolian los dientes.

Probablemente habia estado en el infierno la noche anterior, aunque no lograba recordarlo.

Desde su posicion en la terraza, bajo la mirada hacia el brillante cesped verde recien cortado, los macizos de flores inmaculados y las fuentes burbujeantes. Los invitados vestidos de Armani o Donna Karan caminaban sin rumbo entre las sillas blancas adornadas con flores y cintas con algun tipo de capullos rosas.

La mirada de John se movio hacia un grupo de companeros de equipo que, incomodos con los trajes azul marino y los mocasines, parecian fuera de lugar. Daba la impresion de que no tenian mas ganas que el de alternar con la alta sociedad de Seattle.

A su izquierda, una mujer delgada con un elegante vestido color lavanda y zapatos a juego se sento detras de un arpa, se apoyo el instrumento en el hombro y comenzo a tocar; los sonidos apenas disimulaban los ruidos provenientes de la bahia de Puget Sound. Lo miro y le dedico una sonrisa invitadora que el reconocio de inmediato. No le sorprendio el interes de la mujer y, a proposito, dejo vagar la mirada por su cuerpo. A los veintiocho anos, John habia estado con mujeres de todas las formas y tamanos, de todas las clases sociales y diferentes grados de inteligencia. No era reacio a nadar en todas las aguas, pero no le gustaban demasiado las mujeres huesudas. Aunque la mayoria de sus companeros de equipo ligaban con modelos, a John le gustaban mas las curvas suaves. Cuando tocaba a una mujer, le gustaba palpar carne no hueso.

La sonrisa de la arpista se hizo mas coqueta y John aparto la mirada. No era solo que la mujer fuera flaca, sino que ademas odiaba la musica de arpa casi tanto como las bodas. Habia sufrido el matrimonio dos veces en sus propias carnes y en ninguno de los dos casos habia sido una experiencia agradable. De hecho, la ultima vez que lo habia intentado habia sido en Las Vegas hacia seis meses, cuando se habia despertado en una suite de luna de miel rodeado de terciopelo rojo y casado con una artista de striptease llamada DeeDee Delight. El matrimonio no habia durado mas que la noche de boda. Y la puta realidad era que no podia recordar si DeeDee habia sido encantadora.

– Gracias por venir, hijo. -El dueno de los Seattle Chinooks se acerco a John desde atras y le palmeo el hombro.

– Creia que no tenia otra eleccion -respondio, bajando la mirada a la cara arrugada de Virgil Duffy.

Virgil se rio y continuo caminando por el ancho camino de adoquines. Con su esmoquin gris plata era el vivo retrato de la opulencia. Bajo el sol del mediodia Virgil parecia exactamente lo que era: un miembro del «Fortune 500» que podia permitirse el lujo de poseer un equipo profesional de hockey y comprarse una esposa mucho mas joven que el.

– ?Te presento ayer por la noche a la mujer con la que va a casarse?

John miro por encima del hombro al mas novato de sus companeros de equipo, Hugh Miner. Los cronistas deportivos habian comparado a Hugh con James Dean por su aspecto y por el temerario comportamiento que exhibia sobre el hielo. Era eso ultimo lo que mas valoraba John.

– No -contesto mientras sacaba las Ray-Ban del bolsillo de la camisa-. Me fui temprano.

– Pues es bastante joven. Unos veintidos anos.

– Es lo que habia oido. -Se aparto para dejar paso a un grupo de senoras mayores camino de las escaleras. Siendo como era un mujeriego empedernido, no podia darselas de moralista arrogante, pero le resultaba patetico y enfermizo que un hombre de la edad de Virgil se casara con una mujer a la que le llevaba mas de cuarenta anos.

Hugh le hinco a John el codo en el costado.

Вы читаете Simplemente Irresistible
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×