prometia algo que no tenia intencion de cumplir. Le deslizo las palmas de las manos por los duros brazos en un gesto que parecia una caricia, pero que en realidad era una maniobra tactica para defenderse de las manos rapidas. Georgeanne odiaba que los hombres le sobaran los senos.

– Eres tentadora -dijo el, colocandole un dedo bajo la barbilla para obligarla a mirarlo-, pero no vales un precio tan alto.

– ?Un precio tan alto? -Una brisa fresca le agito los rizos, rozandole la cara-. ?Que quieres decir?

– Eh… -comenzo, luego recorrio con la mirada los senos que presionaban contra su torso-, quiero decir que tu quieres algo de mi y estas dispuesta a usar tu cuerpo para obtenerlo. Me gusta el sexo tanto como a cualquier hombre, pero, carino, no vales mi carrera.

Georgeanne lo empujo y se aparto el pelo de los ojos. Habia tenido varias relaciones intimas en su vida y, segun ella, el sexo estaba muy sobrevalorado. Los hombres parecian gozar de el, pero para ella solo era algo demasiado embarazoso. Lo unico bueno que podia decir de ello era que no duraba mas de tres minutos. Levanto la barbilla y lo miro como si la hubiera lastimado e insultado.

– Estas equivocado. No soy esa clase de chica.

– Ya veo. -La volvio a mirar como si supiera exactamente que tipo de chica era-. Eres solo una coqueta.

«Coqueta» era una palabra fea. Ella se consideraba mas bien una actriz.

– ?Por que no cortas el rollo y me dices lo que quieres?

– De acuerdo -dijo ella, cambiando de tactica-. Necesito un poco de ayuda, y necesito un lugar donde quedarme unos dias.

– Escucha -suspiro el, cambiando el peso de un pie a otro-. No soy el tipo de hombre que andas buscando. No puedo ayudarte.

– Entonces, ?por que me dijiste que lo harias?

El entrecerro los ojos, pero no contesto.

– Solo unos dias -imploro, desesperada. Necesitaba tiempo para pensar que hacer en ese momento en el que su vida se estaba yendo al garete-. No sere un problema.

– Lo dudo mucho -se mofo.

– Tengo que llamar a mi tia.

– ?Donde esta tu tia?

– Alla por McKinney -contesto con sinceridad, aunque en realidad no deseaba contactar con Lolly. Su tia habia estado mas que satisfecha con la eleccion de marido que habia hecho Georgeanne. Ademas, aunque Lolly nunca habia sido tan descarada como para pedirselo directamente, Georgeanne sospechaba que su tia esperaba conseguir con aquel matrimonio una serie de regalos caros como una television de pantalla gigante y una cama articulada.

La dura mirada de John la inmovilizo durante un largo momento.

– Joder, entra -dijo, y rodeo el coche-. Pero tan pronto como te pongas en contacto con tu tia te llevo al aeropuerto o a la estacion de autobuses o a donde demonios quiera que vayas.

A pesar de que no era ni mucho menos una oferta entusiasta, Georgeanne no desaprovecho la oportunidad. Se subio al coche y cerro de un portazo.

John encendio el motor, dio un volantazo al Corvette y el coche volvio a la carretera. El sonido de las ruedas sobre el asfalto lleno el incomodo silencio entre ellos, al menos fue incomodo para Georgeanne. A John no parecia molestarlo en absoluto.

Durante anos habia asistido a la «Escuela de Ballet, Claque y Modales de la senorita Virdie Marshall». Aunque nunca habia sido la alumna mas brillante, habia destacado mas que las demas por su habilidad para cautivar a cualquiera, donde fuera y en cualquier momento. Pero ahora tenia un pequeno problema. A John parecia no gustarle, lo que la dejaba perpleja porque ella siempre gustaba a los hombres. Si bien no habia podido dejar de notar que el no era un caballero. Blasfemaba con una frecuencia que rayaba lo obsceno y ni siquiera se disculpaba despues. Los hombres surenos que conocia maldecian, por supuesto, pero normalmente pedian perdon luego. John no parecia el tipo de hombre que pidiera perdon por nada.

Lo observo de perfil e intento ubicar al «encantador» John Kowalsky.

– ?Eres de Seattle? -pregunto, decidida a que babeara por ella cuando alcanzasen su destino. Le simplificaria muchisimo las cosas porque, aunque parecia no haberse dado cuenta, le acababa de ofrecer un lugar donde quedarse algun tiempo.

– No.

– ?De donde eres?

– De Saskatoon.

– ?De donde?

– De Canada.

El pelo le golpeo la cara, y ella se lo recogio con la mano y lo sujeto a un lado del cuello.

– Nunca he estado en Canada.

El no hizo comentarios.

– ?Cuanto tiempo llevas jugando al hockey? -pregunto, esperando tener una ligera y agradable conversacion aunque fuera con sacacorchos.

– Toda mi vida.

– ?Cuanto tiempo llevas jugando en los Chinooks?

El cogio las gafas de sol del salpicadero y se las puso.

– Un ano.

– He visto jugar a los Stars -dijo, refiriendose al equipo de hockey de Dallas.

– Un grupo de asnos maricas -mascullo el, al tiempo que se desabrochaba el puno derecho de la camisa blanca para arremangarsela hasta el codo.

No era una conversacion exactamente agradable, decidio ella.

– ?Fuiste a la universidad?

– No en serio.

Georgeanne no tenia ni idea de lo que queria decir con eso.

– Yo fui a la Universidad de Texas -mintio en un esfuerzo para impresionarle y gustarle.

El bostezo.

– Estaba en la Hermandad Kappa -siguio mintiendo.

– ?Si? ?De veras?

Sin arredrarse ante su «nada-entusiasta-respuesta», ella continuo:

– ?Estas casado?

Clavo los ojos en ella a traves de las gafas de sol, dejando claro de que habia tratado a la ligera un asunto espinoso.

– ?Que eres, una reportera del National Enquirer?

– No. Es que tengo curiosidad. Como pasaremos algun tiempo juntos, pense que seria bueno tener una charla amistosa para llegar a conocernos.

John devolvio su atencion a la carretera y comenzo a arremangarse la otra manga.

– Yo no charlo.

Georgeanne tiro del dobladillo del vestido.

– ?Puedo preguntar adonde vamos?

– Tengo una casa en la playa de Copalis. Puedes ponerte en contacto con tu tia desde alli.

– ?Esta cerca de Seattle? -Se inclino hacia un lado y continuo dandole tirones al dobladillo del vestido.

– No. En caso de que no te hayas dado cuenta, vamos hacia el oeste.

El panico la invadio mientras se alejaban un poco mas de cualquier sitio remotamente familiar.

– ?Caramba!, ?como iba a saberlo?

– Pues porque tenemos el sol detras.

Georgeanne no se habia fijado y, aunque lo hubiera hecho, no se le habria ocurrido averiguar la direccion mirando al sol. Siempre confundia eso de «norte-sur-este-oeste».

– ?Supongo que tienes telefono en la casa de la playa?

– Por supuesto.

Tendria que poner una conferencia a Dallas. Tenia que llamar a Lolly y a los padres de Sissy y contarles lo

Вы читаете Simplemente Irresistible
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×