suficientemente grande el tocador del bano de senoras?

El llego a ver la chispa de interes en los ojos de ella antes de que volviese la cabeza e intentase ocultar una sonrisa.

– ?Estas drogado, John Kowalsky?

– Esta noche no -se rio el-. He escuchado el «Solo di: No» de Nancy Reagan. ?Y tu?

– Por supuesto que no -se mofo ella.

Termino la musica y comenzo una cancion mas rapida.

– ?Donde esta Lexie? -pregunto ella por encima del ruido.

John miro a la mesa donde la habia dejado y la senalo. Tenia la mejilla apoyada contra la palma de la mano y los parpados a medio cerrar.

– Parece que esta a punto de dormirse.

– Sera mejor que la lleve a casa.

John le deslizo las manos por la espalda hasta los hombros.

– La llevare en brazos hasta el coche.

Georgeanne medito su ofrecimiento unos instantes, luego decidio aceptarlo.

– Muchas gracias. Ire a buscar el bolso y ya nos vemos fuera. -El la apreto durante unos segundos y luego la solto. Ella lo observo caminar hacia Lexie, luego busco a Mae.

Definitivamente habia algo diferente en sus caricias esa noche. Algo en la manera en que la abrazaba y la besaba. Algo caliente y posesivo como si se resistiera a dejarla marchar. Se advirtio que no debia darle demasiada importancia, pero una calida llamita encendio su corazon.

Recupero su bolso con rapidez, busco a Mae y se despidio de Hugh. Cuando salio fuera ya era de noche y el aparcamiento estaba iluminado por unas farolas. Diviso a John apoyado sobre el maletero del coche. Habia envuelto a Lexie en su chaqueta y la apretaba contra su pecho. Su camisa blanca resplandecia en la oscuridad del aparcamiento.

– No es asi -oyo que le decia a Lexie-. No puedes ponerte tu misma un apodo. Otra persona tiene que empezar a llamarte asi y el nombre simplemente se te queda. ?O acaso crees que Ed Jovanovski se llamo a si mismo «Ed especial»?

– Pero yo quiero ser «El Gato».

– No puedes ser «El Gato». -Vio que Georgeanne se acercaba y se separo del coche.

– Felix Potvin es «El Gato».

– ?Puedo ser un perro? -pregunto Lexie, apoyando la frente en su hombro.

– No creo que quieras de verdad que la gente te llame Lexie «El Perro» Kowalsky, ?no?

Lexie rio tontamente contra su cuello.

– No, pero quiero tener un apodo como tu.

– Si quieres ser un gato, ?Que te parece «Leopardito»? Lexie «Leopardito» Kowalsky.

– De acuerdo -dijo con un bostezo-. Papa, ?sabes por que los animales no juegan a las cartas en la selva?

Georgeanne puso los ojos en blanco e introdujo la llave en la cerradura del coche.

– Porque alli hay demasiados leoparditos -contesto el-. Ya me has contado ese chiste por lo menos cincuenta veces.

– Ah, lo olvide.

– No creo que te hayas olvidado nunca de nada. -John se rio entre dientes y dejo a Lexie en el asiento del acompanante sobre el elevador de seguridad. La luz del techo del vehiculo arranco brillos a su pelo oscuro e ilumino los tirantes azulgrana de cachemira.

– Te vere en el partido de hockey manana por la noche.

Lexie cogio el cinturon de seguridad y lo abrocho.

– Dame un beso, papi. -Fruncio los labios y espero.

Georgeanne sonrio y se dirigio hacia el asiento del conductor. La tierna manera en que John trataba a Lexie le ablandaba el corazon. Era un padre genial y, pasase lo que pasase entre Georgeanne y John, siempre le querria por amar a Lexie.

– Oye, ?Georgie? -la llamo en voz alta, sintiendo que su voz era una calida caricia en el frio aire de la noche.

Ella lo miro por encima del techo del coche; la cara de John quedaba oculta por las sombras de la noche.

– ?A donde vas? -pregunto el.

– A casa, por supuesto.

Una risa ronca retumbo dentro de su pecho.

– ?No quieres darle un beso a papi?

La tentacion ataco su debil voluntad y su autocontrol. Caramba, ?a quien pretendia enganar? Cuando John andaba de por medio, no tenia ningun tipo de autocontrol. Especialmente despues de ese beso que le habia dado en la pista de baile. Abrio con rapidez la puerta antes de considerar tan atrayente proposicion.

– Esta noche no, playboy.

– ?Me has llamado playboy?

Ella coloco un pie en el chasis de la puerta.

– Es una gran mejoria respecto a lo que te llamaba el mes pasado -dijo, y se metio dentro del coche. Puso el motor en marcha y con la risa de John llenando la noche saco el coche del aparcamiento.

Camino de casa penso en lo diferente que estaba John. Su corazon queria creer que eso implicaba algo maravilloso; a lo mejor le habia golpeado la cabeza un disco de caucho y se habia dado cuenta de repente de que estaba enamorado y no podia vivir sin ella. Pero la experiencia con John le habia demostrado algo diferente. Era mejor no proyectar sus sentimientos sobre el y dejar de buscar motivos ocultos. Intentar interpretar cada palabra o caricia de John era tarea de locos. Cada vez que cedia y esperaba algo de el, acababa saliendo herida.

Tras acostar a Lexie, Georgeanne colgo la chaqueta de John en el respaldo de una silla de la cocina y se descalzo. Una fina lluvia golpeaba las ventanas mientras se hacia un te de hierbas. Se acerco a la silla y aliso con los dedos la costura del hombro de la chaqueta de John, recordando con exactitud la imagen de el al otro lado del pasillo de la iglesia, mientras la miraba profundamente con esos ojos azules. Recordo el olor de su colonia y el sonido de su voz. «?Por que no buscamos algun lugar donde pueda aprovecharme de ti?», le habia dicho y ella se habia sentido demasiado tentada.

Pongo solto la cuerda que estaba mordiendo y comenzo a emitir pequenos ladridos, segundos antes de que sonara el timbre de la puerta. Georgeanne dejo caer la mano y tomo al perro en brazos para acudir a la entrada. No la sorprendio demasiado encontrar a John en la puerta, las gotas de lluvia refulgian en el pelo oscuro.

– Olvide darte las entradas para el partido de manana -dijo, dandole un sobre.

Georgeanne tomo las entradas e ignorando cualquier asomo de buen juicio lo invito a entrar.

– Estoy haciendo te. ?Quieres un poco?

– ?Caliente?

– Si.

– ?No tienes te helado?

– Por supuesto, soy de Texas. -Volvio con Pongo a la cocina y lo deposito en el suelo. El perro se acerco a John y lamio su zapato.

– Pongo se esta convirtiendo en un perro guardian bastante bueno -le dijo, abriendo la nevera para coger una jarra de te.

– Si. Ya lo veo. ?Que haria si entrara alguien a robar? ?Lamerle los pies?

Georgeanne se rio y cerro la puerta de la nevera.

– Es lo mas probable, pero antes ladraria como un loco. Tener a Pongo es mejor que instalar una alarma. Tiene buen corazon con los extranos, pero me siento mas segura cuando esta en casa. -Dejo el sobre de las entradas en la encimera y lleno un vaso para John.

– La proxima vez te comprare un perro de verdad. -John se acerco a ella y cogio el te-. Sin hielo. Gracias.

– Mejor que no haya una proxima vez.

– Siempre hay una proxima vez, Georgie -dijo el, y se llevo el vaso a los labios mirandola a los ojos mientras tomaba un largo sorbo.

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