deslizo las manos por los hombros, subiendolas por el cuello hasta el pelo humedecido.

La lujuria inflamo la ingle de John y se aparto del dulce beso de Georgeanne.

– Alto -gimio.

Doblando las rodillas, metio una mano dentro de los pantalones cortos y se recoloco los atributos masculinos. El duro protector de plastico le pellizcaba los testiculos y se contuvo para no jurar delante de Georgeanne.

– Mi amiguito esta muy incomodo.

– Quitate el protector.

– Llevo cuatro capas de ropa y tengo que hacer una cosa antes de empezar a desnudarme. -Se enderezo y leyo la decepcion en la verde mirada de Georgeanne.

– ?Que podria ser mas importante que desnudarte para mi?

– Nada. -Ella le queria y, de hecho, queria estar rodeada por su varonil y poderoso pecho. La amaba de una manera en que nunca habia amado a nadie. La amaba como amiga, como una mujer a la que respetaba y como una amante a la que deseaba a todas horas, todos los dias. Y ella lo amaba. No sabia por que pero lo amaba. Era un irascible jugador de hockey que maldecia con frecuencia, pero no se iba a cuestionar su buena suerte.

Ahora no queria mas que llevarla a casa y desnudarla, pero primero tenian un ultimo asunto pendiente. La tomo de la mano y la arrastro con el fuera de la habitacion para atravesar el pasillo.

– Solo necesito aclarar algo antes de irme.

Georgeanne freno en seco.

– ?Virgil?

– Si. -Fruncio el ceno, el se detuvo y le puso las manos en los hombros-. ?Te da miedo?

Ella nego con la cabeza.

– ?Te va a hacer escoger? Te va a dar a elegir entre tu equipo y yo.

Un entrenador venia por el pasillo camino del vestuario y John se pego mas a Georgeanne para permitir que el hombre pasara.

– Felicidades, «Muro» -le dijo.

John inclino la cabeza.

– Gracias.

Georgeanne lo agarro de la camiseta.

– No quiero que tengas que elegir.

El volvio a mirar a Georgeanne y beso el ceno que tenia en la frente.

– Nunca hubo ninguna eleccion que hacer. Nunca hubiera escogido un equipo de hockey en vez de a ti.

– ?Virgil te va a despedir?

El se rio ahogadamente y nego con la cabeza.

– Virgil no me puede despedir, carino. Me puede traspasar a otro equipo por quinientos mil dolares como minimo, lo peor que me podria pasar es tener que llevar un pato en la camiseta. Pero eso no va a ocurrir.

– ?Eh?

El apreto su mano.

– Vamos. Cuanto antes hagamos esto, antes podremos irnos a casa.

La semana anterior le habia dado luz verde a su agente para contactar con Pat Quinn, el gerente de los Vancouver Canucks. Vancouver estaba solo a dos horas en coche desde Seattle y necesitaban un central de primera linea. John necesitaba controlar su futuro.

Con Georgeanne a su lado, penetro en la oficina de Virgil.

– Pense que te encontraria aqui -le dijo.

Virgil lo miro desde el escritorio.

– Has estado ocupado. Veo que tu agente ha contactado con Quinn. ?Has visto ya la oferta?

– Si.

John cerro la puerta y rodeo con el brazo la cintura de Georgeanne.

– Tres temporadas y dos mas si cumplo los objetivos.

– Tienes treinta y cinco anos. Me sorprende que te ofrecieran eso.

John no creyo que estuviera tan sorprendido como decia. Era el trato usual con el capitan de un equipo o con cualquier jugador libre.

– Soy el mejor -le indico.

– Me hubiera gustado que hablaras antes conmigo.

– ?Por que? La ultima vez que hablamos me dijiste que escogiera entre Georgeanne y el equipo. ?Pero sabes que? Ni siquiera lo tuve que pensar dos veces.

Virgil miro a Georgeanne y luego volvio a mirar a John.

– Fue todo un espectaculo el que montaste hace unos minutos.

John apreto mas a Georgeanne contra su costado.

– Yo no hago nada a medias.

– No, no lo haces. Pero te has arriesgado bastante, sin mencionar la posibilidad de que te rechazara en directo en la ESPN.

– Sabia que me diria que si.

Georgeanne lo miro y arqueo una ceja.

– Un poco engreido, ?no crees?

John se inclino y le susurro en el oido:

– Carino, «poco» y «engreido» son dos palabras que un hombre nunca quiere oir juntas en la misma frase [5]. -La observo sonrojarse y se rio entre dientes. Aunque habia habido esos segundos horribles cuando no se habia sentido tan engreido. Segundos interminables cuando aun no le habia respondido en los que habia tenido la fugaz tentacion de cargarsela al hombro, marcharse de la habitacion y tenerla secuestrada hasta que le dijera lo que queria oir.

– ?Que quieres, «Muro»?

John volvio a mirar a Virgil.

– ?Perdon?

– Te he preguntado que quieres.

Estaba serio, pero por dentro sonreia.

Jaque mate. El viejo bastardo se habia tirado un farol.

– ?Por que?

– Tome una decision muy impulsiva y poco inteligente cuando amenace con traspasarte. ?Que quieres para quedarte?

John se balanceo sobre los talones y parecio pensar la pregunta algunos momentos, pero ya habia anticipado que Virgil se retractaria.

– Un defensa para la segunda linea me podria persuadir de olvidarme que me amenazaste con traspasarme. Y no hablo de un novato, puedes comprar a alguno de los mejores. Quiero un hombre con experiencia en el hockey. Alguien al que no le de miedo jugar en las esquinas y se mantenga firme ante la red. Grande. Con mucho equilibrio. Que golpee con fuerza. Vas a tener que soltar mucho dinero por un tipo asi.

Virgil entrecerro los ojos.

– Haz una lista y damela manana.

– Lo siento, estare muy ocupado esta noche. -Georgeanne le dio un codazo en las costillas, y el la miro a la cara-. ?Que? Tu tambien estaras ocupada.

– Estupendo -dijo Virgil-. Damela la proxima semana. Ahora, si me perdonas, tengo otros asuntos de los que ocuparme.

– Hay otra cosa mas.

– ?Un defensa de un de millon de dolares no es suficiente?

– No. -John nego con la cabeza-. Pidele perdon a mi novia.

– No creo que sea necesario -balbuceo Georgeanne-. De verdad, John. El senor Duffy ya te dio lo que querias. Creo que ha sido muy amable…

– Deja que me encargue de esto -la interrumpio John.

Virgil entrecerro los ojos aun mas.

– ?Exactamente por que le pediria perdon a la senorita Howard?

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