lo recibio encantado.

– Pero si es el gran Marcus, que ha venido a honrar este humilde establecimiento con su presencia…

– Corta el rollo, Sam -gruno Marcus.

– ?A que debo este honor? -el hombre miro a Rose y le dedico una calida sonrisa de bienvenida-. Una dama. Por supuesto. Y una dama con clase, es evidente. Apuesto a que podria apreciar cualquiera de mis especialidades sin pensar siquiera en las calorias.

– Tiene toda la razon -Rose parecio relajarse por fin con la amabilidad de Sam-. ?Que me recomienda?

– En este establecimiento todo es recomendable. Le dire lo que vamos a hacer… -miro de reojo a Marcus, y este asintio casi imperceptiblemente. El restaurante de Sam era famoso, con una reputacion bien merecida. El hombre podia intuir lo que la gente necesitaba, y simplemente lo ofrecia, junto a grandes dosis de comodidad, amistad y buen humor-. Traere mi especialidad. Solo tendreis que sentaros y no pensaren nada, excepto en aquello de lo que tengais que hablar. No os preocupeis por la comida, que de eso me encargo yo.

No pensar en nada excepto en aquello de lo que tenian que hablar… Pero parecia que no habia nada de lo que hablar. O, al menos, asi lo veia Rose. La comida de Sam era espectacular una enorme olla de sopa de pescado con almejas, receta heredada de su abuela, y una especie de tortitas de maiz que estaban espectaculares.

Era una comida exquisita, penso Marcus, y de repente se pregunto por que habia pasado tanto tiempo sin ir a aquel restaurante. Se reclino en su asiento, disfrutando de la comida y del ambiente. El local estaba lleno de estudiantes, madres jovenes, universitarios y artistas que parecian no tener absolutamente nada en la vida. Todos comian con la misma dedicacion que Rose.

Y mientras ella comia, Marcus penso en la cita que habia tenido la noche anterior. Elizabeth era una magnifica abogada, elegante, sofisticada y atractiva. Pero habia tomado solo una ensalada y medio vaso de vino. Por supuesto, habia rechazado el postre.

Su magnifica figura requeria ciertos sacrificios, habia pensado Marcus, y aunque ella te habia invitado a su exclusivo apartamento para tomar cafe, cafe fue lo unico que compartieron. A el no le habia apetecido llevar las cosas mas lejos.

Pero ahora… sentado a la mesa y observado a Rose devorar la sopa y saborear cada bocado de las tortitas, penso que preferia aquel comodo silencio a una conversacion ingeniosa. Estaba disfrutando de verdad.

– ?Que? -pregunto ella de repente.

– ?Como dices?

– Me estas mirando como si fuera un bicho raro. No me gusta.

– Eres australiana. ?Que esperabas?

– ?Nunca has conocido a un australiano?

– A ninguno al que le guste la sopa de pescado tanto como a ti -respondio Marcus.

– Es la mejor que he comido en la vida.

Rose le sonrio y el parpadeo, asombrado. Vaya sonrisa… capaz de volver loco a un hombre. ?De donde habia salido? Era una sonrisa generosa y brillante, acompanada por un pequeno hoyuelo junto a la boca…

«Calmate, Benson», se dijo. Seria mejor que no se involucrara mas.

– ?Quieres contarme por que tienes que ver a Charles Higgins? -pregunto, y la sonrisa se desvanecio. Maldicion, no tenia que haberlo mencionado.

Pero por eso estaban alli. Era importante y, para ser sinceros, Marcus estaba intrigado.

Aquella mujer acababa de rechazar un traje de tres mil dolares como si nada. Ninguna mujer de las que Marcus conocia habria techo eso.

– Me tiraste al suelo en las escaleras, pero en parte fue culpa mia -dijo ella, como si le estuviera leyendo el pensamiento-. No quiero depender de nadie. Si te gastaras tres mil dolares en un traje para mi, me sentiria mal el resto de mi vida. Y Charles sabria que solo era fachada.

– ?Charles te conoce?

– Ya te lo dije. Es mi primo -contesto Rose.

– Entonces, ?por que…?

– Crees que porque soy de la familia puedo verlo cuando quiera.

– Si, algo asi -confeso el.

– Estoy aqui porque mi tia ha muerto -dijo Rose-. La madre de Charles. He pasado los ultimos dias sentada junto a la cama de la tia Hattie. No he visto a Charles y a Hattie la entierran manana. Puede que Charles no vaya al funeral pero, desde luego, no lo va a pagar.

– Entonces… ?No eres familia cercana? -se aventuro a decir Marcus.

– Claro que lo soy -y le dio otro bocado a una tortita. Aunque fuera una conversacion dificil, no se olvidaba de que estaba disfrutando de la comida. Su voz, sin embargo, tenia un rastro de amargura-. Soy la buena de Rose, la que siempre hace lo correcto y se encarga de los asuntos familiares. No como Charles.

– Entonces, ?por que necesitas verlo?

Ella inspiro profundamente. Dejo el cubierto en el plato e inclino la barbilla con un gesto que Marcus estaba empezando a reconocer.

– La tia Hattie y mi padre tenian cada uno la mitad de la granja familiar -le dijo-. Mi padre nos dejo su mitad cuando murio hace diez anos, y el trato siempre habia sido que Hattie haria lo mismo. Pero no lo hizo. Le dejo su parte a Charles, asi que necesito que el… -Rose vacilo, como si aceptara la imposibilidad de lo que estaba apunto de decir-. Necesito que acepte mi propuesta de no vender la granja. Que me la deje hasta… hasta que yo sea libre.

– ?Libre?

Ella lo miro con ojos llenos de dolor.

– La granja es todo lo que tengo. Para Charles no significa nada, solo dinero. Tiene que darse cuenta de que no dejarme vivir alli seria desesperadamente injusto -se mordio el labio inferior, tratando de apartar un dolor que parecia inamovible-. Pero eso no tiene nada que ver contigo. Charles es mi primo, y es problema mio. Tu me has invitado a comer, y ahora me aseare lo mejor que pueda y me enfrentare a el otra vez. Y si no consigo nada me ire a casa, pero al menos lo habre intentado.

Marcus no podia soportar esa mirada de dolor. La situacion era como ver enfrentarse a David y Goliat, y Goliat era Charles Higgins. Tenia que quedarse con ella.

– No puedes enfrentarte sola a el.

– Por supuesto que puedo.

– Nada de por supuesto -gruno el-. Charles es un baboso. Tal vez sea diferente con su familia, pero sigue siendo un baboso. Puede que me excediera un poco con lo del traje de tres mil dolares, pero mi instinto nunca falla. Buscaremos algo de ropa decente y yo ire contigo. Puedo conseguirte una entrevista con el.

– ?Como?

– Para empezar, el edificio en el que tiene sus oficinas es mio.

– Estas bromeando -dijo Rose sorprendida.

– Desgraciadamente, no. Ya he decidido no renovarle el contrato de alquiler, pero eso el no lo sabe. Puedo ejercer presion.

– Pero…

– Terminate la soda -dijo Marcus, levemente consciente de lo que estaba haciendo. Se estaba involucrando cada vez mas-. No debemos hacer esperar a Charles, ?no?

Volvieron a intentarlo con la ropa, pero esa vez Marcus aposto por algo mas normal. Fueron a unos grandes almacenes de precio asequible y Rose escogio una falda sencilla, una blusa y unas sandalias de tiras. Estaba fabulosa, decidio Marcus, y se pregunto por que las mujeres llevaban trajes de tres mil dolares cuando podian estar tan atractivas con ropa mas barata.

Pero Rose no era cualquier mujer. Estaba fantastica con cualquier cosa, penso mientras Robert los llevaba de vuelta a las oficinas de Higgins.

El unico problema era que ella estaba un poco palida. Se agarraba las manos con tanta fuerza que Marcus podia ver como se le ponian blancos los nudillos. Pero mantenia la conversacion mientras pasaban Central Park.

– Siempre he querido ver Central Park -le dijo-. Desde que era una nina sonaba con montar a caballo en Central Park.

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