comprobando algo para Alexis, algo de lo que no te puedo hablar.

– ?Te lo encontraste en la tienda o algo asi?

– No exactamente. Mas o menos, estaba merodeando por su casa.

Jill se quedo atonita.

– Seguro que estas de broma. ?Lo estabas espiando?

– No. Estaba tratando de espiar a otra persona, pero el me sorprendio y… Fue horrible y muy incomodo… Creo que el va a pedir una orden de alejamiento contra mi.

– ?Que te parecio? ?No crees que sigue siendo muy guapo?

– Si. Moreno, misterioso y peligroso.

– Y muy sexy. Me encanta el pendiente -comento Jill-. Trate de convencer a Marc para que se pusiera uno, pero no me ha hecho ni caso.

– Admito que el pendiente resulta muy seductor.

– Y el trasero… Ese hombre tiene un trasero fabuloso.

– No tuve oportunidad de mirarselo, pero lo anotare en mi listado de tareas pendientes.

– Venga ya… No te hagas la superior. Estamos hablando de Riley. Me niego a creer que pudieras estar a su lado y no sentir algo.

– Senti humillacion y el ardiente deseo de estar en otra parte.

– No me referia a eso. Venga ya, Gracie. Tuvo que haber una cierta atraccion entre vosotros.

Gracie no pensaba admitirlo. Era algo peligroso, alocado y, ademas, solo por su parte.

– Riley pertenece a mi pasado y alli es donde la a quedarse. ?Crees que me siento orgullosa de lo que le hice? Odio que todo el mundo se acuerde, que no haga mas que hablar de ello. Lo ultimo que deseo hacer es anadir lena al fuego. Ademas, ?que es lo que esta haciendo aqui? ?Y lo de presentarse a alcalde? ?A que viene eso?

– Yo solo puedo hablar de cosas que son de conocimiento publico.

Gracie miro fijamente a su amiga. Apreto con firmeza los labios para no quedarse boquiabierta, pero estaba segura de que los ojos se le estaban saliendo de las orbitas.

– ?Eres su abogada?

– Me ocupo de algunos asuntos suyos.

– ?Cuanto tiempo va a estar en la ciudad?

– Eso depende.

– No me estas ayudando en lo mas minimo. ?Sabes por que se presenta a alcalde?

– Si.

– ?Me lo vas a decir?

– No.

– No eres una compania muy divertida, ?lo sabias?

– Lo se, pero no puedo -reitero Jill-. Si embargo, si vuelves a verlo la proxima vez que estes espiando en su casa, se lo puedes preguntar tu misma.

– Ni siquiera por dinero. No quiero tener que volver a ver nada con Riley. La humillacion seria demasiado grande.

– Muy bien. Mientras estes segura de que no es el hombre de tu vida…

Gracie la miro y se echo a reir.

– Si lo es, te aseguro que me convertire al catolicismo y tomare los votos.

A Franklin Yardley le gustaban los relojes. Tenia una impresionante coleccion que guardaba en un cajon de su comoda Todas las mananas, despues de elegir traje y corbata, elegia cuidadosamente el reloj que iba a llevar aquel dia. Los Omega eran sus favoritos, pero tenia tres Rolex porque todo el mundo esperaba que un hombre de su posicion tuviera uno.

– Es una cuestion de percepcion -se recordo, mientras se miraba el Omega que llevaba parcialmente oculto por el puno de la camisa.

No obstante, aquel dia no estaba interesado en encontrar un reloj para el. Giro la pagina del catalogo de joyeria y se detuvo cuando vio el muestrario de relojes de senora. No. Iba adquirir un reloj para alguien muy especial.

Un Movad sencillo pero muy elegante le llamo la atencion.

– Perfecto.

Resultaba lo suficientemente atractivo como para impresionar a la dama en cuestion, pero no tan llamativo como para atraer la atencion sobre si mismo.

Anoto el modelo y luego miro el calendario. Necesitaria un dia mas o menos para conseguir los mil doscientos dolares que costaba el reloj. No podia comprarlo con su tarjeta de credito. Sandra, su mujer, no habia trabajado un dia en toda su vida, pero controlaba hasta el ultimo centavo de su dinero. De algun modo, Yardley habia dado por sentado que la hija de un millonario no se preocuparia de cosas como presupuestos y gastos, pero Sandra si. Creia que, dado que la riqueza del matrimonio provenia de su parte, era ella la que tenia la ultima palabra sobre como se gastaba.

A pesar de todo, despues de veintiocho anos de matrimonio, Frank habia hecho las paces con el puno cerrado de su esposa y habia encontrado el modo de conseguir lo que queria sin que ella se enterara.

Ella a menudo realizaba comentarios sobre los hermosos objetos de Franklin, objetos que ella no le habia comprado, pero el jamas le explicaba nada, ni siquiera cuando ella le decia a la cara que no confiaba en el. No le importaba lo que ella pensara. Su esposa jamas se marcharia de su lado y quedaba muy bien en las fiestas. Era mas que suficiente.

Franklin metio el catalogo en el maletin y a continuacion abrio la cerradura del cajon inferior de su escritorio. Bajo el sello de la ciudad y de otros documentos importantes, estaba el libro de cheques de una cuenta especial para los fondos discrecionales del alcalde. A Frank le gustaba considerar aquella cuenta como su dinero de bolsillo. Coloco el libro de cheques junto al catalogo y apreto el boton para llamar a su ayudante.

La puerta del despacho se abrio y entro Holly. Alta, rubia, criada en San Diego y con tan solo veinticuatro anos, tenia el aspecto de pertenecer a una familia de surfistas. Sin embargo, detras de aquellos enormes ojos azules y de los marcados pomulos habia un cerebro muy agudo.

– Ya tengo las cifras que me pidio -dijo mientras ponia una carpeta sobre el escritorio.

Ella era lo que mas le interesaba. Se imagino lo contenta que se pondria cuando le diera el reloj a finales de semana.

– No indican nada bueno -anadio-. Riley Whitefield esta ganando terreno en las encuestas. La gente esta empezando a escucharle. Dicen que deberiamos discutir mas de los temas. Creo que usted deberia dar mas discursos.

Franklin adoraba todo sobre ella. El modo en el que hablaba, en el que se preocupaba…

– ?Que temas te parecen mas relevantes? -le pregunto el.

– ?De verdad usted saber mi opinion? -replico ella, encantada.

– Por supuesto. Tu eres mi vinculo con los buenos ciudadanos de Los Lobos. Ellos te contaran a ti cosas que jamas me contarian a mi.

– No se me habia ocurrido pensar eso. Supongo que ser el alcalde le separa a uno de la gente.

– ?Por que no cierras la puerta y hablamos de algunos temas? -sugirio el.

La muchacha hizo lo que el le habia pedido y entonces se sento enfrente de el.

– Los impuestos son siempre un tema de importancia -dijo ella.

– ?Que es lo que esta prometiendo Whitefield?

– De los barrios, de proporcionar mas dinero para los colegios, de modos de atraer a los turistas a la ciudad en invierno…

– No estoy seguro de querer mas turistas por aqui -dijo Frank.

– Resultan muy molestos -admitio Holly- pero se dejan mucho dinero en la ciudad.

– Parece que ya nos han hecho el trabajo -dijo Frank, como si estuviera considerando algo, aunque, hacia ya mucho que habia tomado su decision-. Supongo que no…

Holly se inclino hacia adelante con expresion ansiosa. Sus firmes y jovenes senos se le meneaban suavemente por debajo de la blusa.

– Estaba pensando si te gustaria redactar un par de discursos para mi.

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