– ?Te importa si te acompano parte del camino?

– ?Y tu coche?

– No vale la pena arreglarlo. Habria que remolcarlo. Ademas, sin la cabeza del castor, no creo que me paguen lo que me deben.

Dean reflexiono sobre ello. Sally la habia calado bien. Castora era una tocapelotas, el tipo de mujer que menos le gustaba. Pero era muy divertida.

– Podemos probar durante un par de horas -dijo-, pero no puedo prometerte mas.

Se pararon frente a un edificio de chapa metalica pintado en un desafortunado tono azul turquesa. Era domingo por la tarde y en el aparcamiento de la tienda de bricolaje El Gran Castor de Ben solo habia dos vehiculos, un oxidado Camaro azul y una camioneta ultimo modelo. El letrero de «CERRADO» colgaba sobre la puerta que habian dejado entreabierta para que entrara la brisa de la tarde. Siempre caballeroso, Dean salio para ayudarla.

– Sujeta la cola.

Ella le dirigio una mirada desdenosa mientras intentaba salir de una manera elegante, y luego se dirigio arrastrando los pies a la puerta de la tienda. Cuando la abrio, Dean vio a un hombre con el pecho fuerte y grueso apilando tablones. Luego ella desaparecio en el interior.

Acababa de observar el poco impresionante paisaje -un monton de contenedores y postes de alumbrado- cuando ella salio con un monton de ropa entre los brazos.

– La esposa de Ben se corto la mano y tuvo que llevarla a urgencias. Por eso no me fueron a buscar. Por desgracia, no puedo quitarme esto yo sola. -Le dirigio una mirada malhumorada al tio del almacen-. Y me niego a dejar que ese pervertido me abra la cremallera.

Dean sonrio. ?Quien podia suponer que un estilo de vida alternativo podia tener tantas ventajas?

– Estare encantado de ayudarte.

La siguio por un lateral del edificio hasta una puerta metalica con la silueta descolorida de un castor con una diadema en la cabeza. En el bano habia un inodoro no muy limpio, aunque podia considerarse aceptable; suelo blanco, paredes grises y un espejo lleno de manchas encima del lavabo. Cuando ella busco con la mirada un lugar limpio donde dejar su ropa, el bajo la tapa del inodoro y -por respeto a sus hermanos gays- la cubrio con papel higienico.

Ella dejo las ropas y le dio la espalda.

– Tiene una cremallera.

En ese espacio mal ventilado, el disfraz de castor olia peor que un vestuario, pero como veterano de mas entrenamientos de los que podia recordar, habia olido cosas peores. Mucho peores. Algunos rizos oscuros se habian soltado de esa pobre imitacion de coleta, y el se los aparto de la nuca que era blanca como la leche salvo por el leve trazo de una vena azul palido. Hurgo entre el pelaje hasta encontrar una cremallera. Era un experto en desnudar mujeres, pero apenas habia deslizado la cremallera unos centimetros cuando se engancho en el pelaje. La libero, pero tras otros centimetros, la cremallera se volvio a enganchar.

A trompicones, el pelaje fue dejando al descubierto una leve porcion de piel lechosa, y cuanto mas se abria la cremallera, menos homosexual se sentia. Intento distraerse conversando.

– ?Que fue lo que me delato? ?Como supiste que era gay?

– ?Me prometes que no te ofenderas? -pregunto ella con fingida preocupacion.

– La verdad nos hara libres.

– Bueno, tienes un buen bronceado y musculos de diseno. Ese tipo de torax no se consigue cambiando tejados.

– Muchos tios van al gimnasio. -Resistio el deseo de tocar su humeda piel.

– Si. Pero esos tios tienen alguna cicatriz en la barbilla o en alguna otra parte del cuerpo, y la nariz rota. Tus facciones estan mejor esculpidas que las caras del monte Rushmore.

Era cierto. La cara de Dean permanecia intacta. Su hombro, sin embargo, era otra historia.

– Y ademas esta tu pelo. Es dorado, espeso y brillante. ?Cuantos potingues utilizaste esta manana? No importa, no me lo digas. No quiero sentirme acomplejada.

Lo unico que habia usado era champu. Un buen champu, cierto, pero a fin de cuentas, champu a secas.

– Es que llevo un buen corte -replico, su corte era producto del estilista de Oprah.

– Y esos vaqueros son de Gap.

Cierto.

– Y llevas botas de gay.

– ?Estas no son botas de gay! Me costaron mil doscientos dolares.

Exacto -dijo ella triunfalmente-. ?Que hombre en su sano ?juicio pagaria mil doscientos dolares por unas botas?

Ni siquiera esa dura critica a su calzado podia enfriarlo. Habia conseguido bajarle la cremallera hasta la cintura, y, como habia imaginado, no llevaba sujetador. Las delicadas protuberancias de su columna desaparecian en el interior de la V del disfraz como un delicado collar de perlas tragado por el Yeti. Le costo Dios y ayuda no meter las manos dentro y examinar con exactitud lo que escondia Castora.

– ?Por que tardas tanto? -pregunto ella.

– La cremallera no hace mas que atascarse, eso es todo -respondio malhumorado, sus vaqueros no habia sido pensados para acomodar lo que ahora mismo necesitaba ser acomodado-. Si crees que puedes hacerlo mejor, te invito a intentarlo.

– Hace mucho calor aqui dentro.

– A mi me lo vas a decir. -Con un ultimo tiron, bajo la cremallera del todo, lo que venia a ser unos veinte centimetros por debajo de la cintura. Pudo observar la curva de la cadera y el borde elastico de unas bragas de intenso color rojo.

Ella se aparto y cuando lo miro, sostuvo el disfraz contra su pecho con las patas.

– Puedo seguir sola.

– Oh, por favor. Como si tuvieras algo interesante de ver.

La comisura de la boca de Castora temblo ligeramente, pero el no pudo asegurar si era por diversion o por fastidio.

– Fuera.

Bueno, por lo menos lo habia intentado.

Antes de que saliese, ella le paso las llaves y le pidio -sin demasiada amabilidad por cierto- que sacara sus cosas del coche. Dentro del abollado maletero del Camaro encontro un par de cajas de madera llenas de pinturas, unas cajas de herramientas manchadas y un lienzo grande. Acababa de cargar todo en su coche cuando el tio que estaba trabajando dentro salio a inspeccionar el Vanquish. Tenia el pelo grasiento y barriga cervecera. Algo le dijo a Dean que este era el tio pervertido que habia enfurecido a Castora.

– Hombre, esto si que es un coche. Vi uno igual en una pelicula de James Bond. -Y luego, le echo un buen vistazo a Dean-. ?Joder! Eres Dean Robillard. ?Que estas haciendo aqui?

– Estoy de paso.

El tio comenzo a flipar.

– Santo cielo. Ben deberia haber dejado que Sheryl fuera sola a urgencias. Espera que le diga que Boo ha estado aqui.

Los companeros de universidad de Dean le habia puesto ese mote por el tiempo que se habia pasado en la playa de Malibu, y que los lugarenos conocian como Boo.

– Vi como te lesionabas en el partido contra los Steelers. ?Que tal el hombro?

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