Pero por si acaso, vamos a registrar su habitacion. Y despues, pondremos los pies en polvorosa, muy rapido.

Yo habia temido que tuviera algun plan de alta tecnologia para deshacerse del cadaver de Rogelio, como sumergirlo en una solucion laser en la banera, de modo que me tranquilizo saber que, por una vez, estaba hablando con sensatez. No habia visto casi nada de La Habana, salvo el interior de una habitacion de hotel y el fondo de un vaso de mojito, pero estaba claro que habia llegado e1 momento de volver a casa y trabajar en el Plan B.

—Muy bien —asenti—. Vamos.

Chutsky asintio.

—Buen chico. Coge tu pistola.

Asi aquella cosa fria y maciza y me la meti en el cinto. La cubri con la espantosa chaqueta verde, y cuando Chutsky cerro la puerta del ropero me encamine hacia el pasillo.

—Pon el letrero de «No molestar» en la puerta —dijo.

Una idea excelente, suponiendo que tuviera razon en lo tocante a su experiencia. En aquel momento, seria desastroso que entrara una criada para limpiar las perchas. Colgue el rotulo del pomo y Chutsky me siguio en direccion a la escalera.

Era extrano, muy extrano, sentirme acechar algo en el pasillo tan iluminado, sin que la luna banara mi hombro a traves de las nubes, sin cuchillo brillante que refulgiera de impaciencia, sin beso feliz desde el asiento trasero a oscuras, con el Pasajero preparado para manejar el volante. Nada de nada, salvo el retumbar de los pies de Chutsky, el de verdad y el alternativo metalico, y el sonido de nuestra respiracion cuando localizamos la puerta contra incendios y subimos la escalera hasta la octava planta. La habitacion 865, tal como yo habia supuesto, dominaba la fachada del hotel, un lugar perfecto para que Weiss situara su camara. Nos paramos en silencio delante de la puerta, mientras Chutsky sujetaba la pistola con el gancho y agarraba con torpeza la llave maestra de Rogelio. Me la paso e indico la puerta con un cabeceo.

—Uno. Dos… Tres.

Introduje la llave, gire el pomo y me aparte cuando Chutsky se precipito en el interior de la habitacion con la pistola en alto, y yo le segui, con la pistola tambien preparada, aunque con cierta timidez.

Cubri a Chutsky mientras abria de una patada la puerta del cuarto de bano, despues del ropero, y al final se relajaba y se guardaba la pistola en el cinto.

—Ahi esta —dijo, con la vista clavada en la mesa situada junto a la ventana. Sobre ella descansaba una gran cesta de frutas, lo cual se me antojo un poco ironico, teniendo en cuenta lo que Weiss hacia con ellas. Me acerque y mire. Por suerte, dentro no habia entranas ni dedos. Solo algunos mangos, papayas, etcetera, y una tarjeta que rezaba, Feliz Navidad. Hotel Nacional. Un mensaje de lo mas normal. Nada extraordinario. Solo lo suficiente para conseguir que mataran a Rogelio.

Registramos todos los cajones y miramos debajo de la cama, pero no habia nada. Aparte de la cesta de frutas, la habitacion estaba tan vacia como el interior de Dexter en la estanteria marcada alma.

Weiss se habia ido.

33

Por lo que yo se, nunca he andado con parsimonia. Para ser sincero, dudo que alguna vez haya paseado, pero caminar despacio me sobrepasa. Cuando voy a alguna parte, es con un proposito definido, y si bien detesto parecer jactancioso, la mayoria de las veces tiendo a caminar a grandes zancadas.

Pero despues de salir de la habitacion vacia de Weiss y entrar en el ascensor, Chutsky hablo mientras guardaba las pistolas en el maletin, y me dejo clara la importancia de aparentar indiferencia, tranquilidad y despreocupacion, hasta el punto de que, cuando pisamos el vestibulo del Hotel Nacional, creo que consegui andar con pachorra. Estoy convencido de que Chutsky lo estaba haciendo, y confie en hacerlo con mas naturalidad que el. Claro, el tenia un pie artificial, para empezar, de modo que yo debi dar mejor el pego.

En cualquier caso, atravesamos el vestibulo sin la lengua afuera, sonriendo a todo el mundo que se tomaba la molestia de mirarnos. Salimos parsimoniosamente por la puerta, bajamos la escalinata, nos acercamos al hombre con uniforme de almirante y le seguimos tan tranquilos hasta el bordillo, mientras llamaba al primer taxi de la fila de vehiculos que esperaban. Y nuestras lentas y felices maniobras continuaron dentro del taxi, porque Chutsky le indico al conductor que nos llevara al castillo de El Morro. Le mire con una ceja arqueada, pero se limito a negar con la cabeza, y yo me quede intrigado. Por lo que sabia, no habia ningun tunel secreto que saliera de Cuba desde El Morro. Era uno de los destinos turisticos mas visitados de La Habana, lleno hasta los topes de camaras y aroma de filtro solar. Intente pensar como el un momento (o sea, fingi ser un fanatico de las conspiraciones), y al cabo de tan solo un momento de reflexion, lo comprendi.

Era precisamente el hecho de que fuera un destino turistico tan popular lo que habia impulsado a Chutsky a pedir que nos llevara alli. Si ocurria lo peor, y debia admitir que asi estaban las cosas, nuestra pista terminaria en una multitud, y perseguirnos resultaria un poco mas peliagudo.

De modo que me recline en el asiento y disfrute del recorrido y de la esplendida luna y de la idea de que no tenia ni idea de donde estaria Weiss ahora ni de lo que haria a continuacion. Y encontre cierto consuelo en la idea de que el, probablemente, tampoco lo sabia, pero no el suficiente para sentirme feliz.

En alguna parte, este mismo resplandor relajante de luz risuena, emanado de una luna palida, estaba banando a Weiss. Y quiza susurraba las mismas cosas terribles y maravillosas en su oido interior (las ideas astutas y sonrientes de lo que se podria hacer esta noche, ahora, muy pronto). Yo nunca habia experimentado una atraccion tan fuerte en la marea de Playa Dexter, procedente de una luna tan malvada. Pero no cabia duda, sus risas y carcajadas me llenaban de una carga estatica que me daba ganas de precipitarme hacia la oscuridad y descuartizar al primer bipedo de sangre caliente que se cruzara en mi camino. Debia ser la frustracion de haber perdido de nuevo a Weiss, pero era muy fuerte, y me mordisquee el labio durante todo el trayecto hasta El Morro.

El conductor nos dejo ante la entrada de la fortaleza, donde una gran multitud esperaba el espectaculo nocturno y algunos vendedores ya habian dispuesto sus paradas. Una pareja de edad avanzada, en pantalones cortos y camisa hawaiana, subio al taxi cuando bajamos. Chutsky se acerco a uno de los vendedores callejeros y compro dos latas de cerveza verdes.

—Toma, colega —dijo, al tiempo que me entregaba una lata—. Vamos a dar un paseo.

Primero andar con parsimonia, y ahora pasear, todo el mismo dia. Fue suficiente para que mi cabeza diera vueltas. Pero obedeci, bebi la cerveza y segui a Chutsky durante unos cien metros hasta el otro lado de la muchedumbre. Nos detuvimos en una parada de recuerdos y el compro un par de camisetas con una imagen del faro en la pechera, y dos gorras en las que ponia Cuba delante. Despues, paseamos hasta el final de la calzada. Cuando llegamos, miro a su alrededor, tiro su lata a la basura y dijo:

—Muy bien. Todo parece tranquilo. Sigueme. —Camino como si tal cosa hasta un callejon que corria entre dos edificios del fuerte y yo le segui.

—Vale. Y ahora, ?que?

Se encogio de hombros.

—Nos cambiamos. Despues, iremos al aeropuerto, tomaremos el primer vuelo que salga, vaya a donde vaya, y volveremos a casa. Ah, toma. —Introdujo la mano en el maletin y saco dos pasaportes. Los abrio y me dio uno—. Derek Miller, ?vale?

—Claro, por que no. Es un nombre bonito.

—Si —admitio—. Mejor que Dexter.

—O Kyle.

—?Quien es Kyle? —Levanto su nuevo pasaporte—. Soy Calvin. Calvin Brinker. Pero puedes llamarme Cal. —Empezo a sacar cosas de los bolsillos de la chaqueta y las traslado a sus pantalones—. Hemos de deshacernos de la chaqueta. Ojala hubiera tiempo para comprar una indumentaria nueva, pero esto cambiara un poco nuestra apariencia. Ponte esto —dijo, y me dio una camiseta y una gorra. Me quite la espantosa chaqueta verde, muy aliviado, y tambien la camisa, para luego ponerme a toda prisa mi nuevo atavio. Chutsky hizo lo mismo. Salimos del callejon y embutimos el uniforme de misionero en la basura.

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