contraer nupcias.

Por el momento la pequena Kui-fa quedaria al cuidado de Mey Ley, encargada de vigilar su virtud. La nodriza dormiria en el suelo, a los pies de su ama, como habia hecho siempre, lo cual contribuyo a que Kui-fa se sintiera menos triste por la ausencia de su madre.

De todos modos, su nuevo hogar era un sitio bullicioso donde entraba y salia toda clase de gente. Aparte del tio Weng y su esposa, alli vivian el abuelo San Suk, que casi nunca abandonaba su habitacion; dos primos ya casados, hijos de su tio, con sus esposas e hijos; ese nino llamado Siu Mend, que se pasaba el dia estudiando o leyendo; y unos cinco o seis criados. Pero no era su profusa parentela lo que mas curiosidad despertaba en ella. A veces llegaban unos visitantes palidos, envueltos en ropas oscuras y ajustadas, que hablaban un cantones apenas comprensible y tenian los ojos redondos y destenidos. La primera vez que Kui-fa vio a una de esas criaturas entro a la casa gritando que habia un demonio en el jardin. Mey Ley la tranquilizo despues de salir a investigar, asegurandole que se trataba de un lou-fan: un extranjero blanco. Desde entonces, la nina se dedico a observar las idas y venidas de aquellos seres luminosos a los que su tio trataba con especial reverencia. Eran altos como los gigantes de los cuentos y hablaban con una musica extrana en la garganta. Uno de ellos la sorprendio espiandolo en cierta ocasion y le sonrio, pero ella salio disparada en busca de Mey Ley y no regreso hasta que las voces se alejaron.

Durante el dia, Kui-fa pasaba horas junto al fogon, escuchando las historias que la anciana aprendiera en su juventud. Asi se enteraba de la existencia del Dios del Viento, de la Diosa de la Estrella del Norte, del Dios del Hogar, del Dios de la Riqueza y de muchos mas. Tambien le gustaba oir del Gran Diluvio, provocado por un jefe que, lleno de verguenza al ser derrotado por una reina guerrera, se golpeo la frente contra un inmenso bambu celestial que desgarro las nubes. Pero su favorita era la historia de los Ocho Inmortales que asistian al cumpleanos de la Reina Madre del Oeste, junto al Lago de las Joyas, y que al compas de una musica tocada por instrumentos invisibles, participaban de un festin donde abundaban los manjares mas delicados: lengua de mono, higado de dragon, patas de oso, tuetano de fenix y otras exquisiteces. El punto culminante del banquete era el postre: los duraznos arrancados del arbol que solo florece una vez cada tres mil anos.

Mey Ley se veia obligada a bucear en su memoria para complacer la curiosidad de la criatura. Fueron anos apacibles, como solo pueden serlo esos que se viven sin conciencia y que, al final de la vida, se recuerdan como los mas felices. Solo una vez ocurrio algo que interrumpio la monotona existencia. Kui-fa enfermo gravemente. La fiebre y los vomitos se ensanaron con ella como si un mal espiritu quisiera robar su joven existencia. Ningun medico podia determinar el origen del mal, pero Mey Ley no perdio la cabeza. Fue al templo de los Tres Origenes con tres listones de papel donde habia escrito los caracteres del cielo, de la tierra y del agua. En la torre del templo, ofrendo al cielo el primer liston; despues enterro bajo un monticulo el papel correspondiente a la tierra; y por ultimo sumergio en un manantial la escritura perteneciente al agua. A los pocos dias, la nina comenzo a mejorar.

Mey Ley dedico un rincon de su habitacion a adorar a los Tres Origenes, fuentes de felicidad, perdon y proteccion. Y le enseno a Kui-fa a mantener siempre la armonia con aquellos tres poderes. Desde entonces, el cielo, la tierra y el agua fueron los tres reinos a los cuales Kui-fa enviaba sus pensamientos, sabiendo que alli estarian protegidos.

Pasaron los meses lluviosos y llego la epoca en que el Dios del Hogar subia a las regiones celestiales para informar sobre las acciones de los humanos. Mas tarde comenzo la temporada de cosechar y, tras ella, llegaron las rafagas de un tifon. Pasaron los meses, y de nuevo el Dios del Hogar emprendio el vuelo a las alturas, llevando sus chismes divinos que los mortales pretendian endulzar embarrando de miel los labios de la estatua; y volvieron los campesinos a sembrar, y regresaron las lluvias y la temporada de los mil vientos que desgarraban las cometas de papel. Y entre los aromas de la cocina y las leyendas plagadas de dioses, Kui-fa se convirtio en una doncella.

A una edad en que muchas jovenes ya amamantaban hijos propios, Kui-fa seguia prendida a la trenza de Mey Ley; pero Weng no parecio notarlo. Su cabeza desgranaba cifras y proyectos, y esa actividad febril hizo que fuera posponiendo la boda de su sobrina.

Cierta tarde, mientras conversaba en una de las casas de te donde iban los hombres a hacer negocios o a buscar prostitutas, escucho las indirectas que lanzaban unos parroquianos sobre una jovencita casadera y con buena dote, condenada a una indigna solteria por culpa de un tio codicioso. Weng hizo como que no escuchaba nada, pero enrojecio hasta las raices de su coleta que ya empezaba a encanecer. Cuando llego a su casa, llamo a Siu Mend con un pretexto y observo al muchacho mientras este revisaba unos papeles. El adolescente se habia convertido en un joven robusto y casi apuesto. Esa misma noche, mientras la familia cenaba en torno a la mesa, decidio dar la noticia:

– He pensado que Kui-fa debe casarse.

Todos, incluyendo la propia Kui-fa, alzaron la vista de sus platos.

– Habra que buscarle esposo -aventuro su mujer.

– No hace falta -dijo Weng, pescando un trozo de bambu-. Siu Mend sera un buen marido.

Ahora los ojos se volvieron en direccion al azorado Siu Mend y despues a Kui-fa, que clavo su mirada en la fuente de carne.

– Seria bueno celebrar la boda durante el festival de las cometas.

Era una fecha propicia. En el noveno dia de la novena luna todos subian a un lugar alto, ya fuera una colina o la torre de un templo, para conmemorar un suceso ocurrido durante la dinastia Han, cuando un maestro salvo la vida de su discipulo al advertirle que una terrible calamidad se abatiria sobre la tierra. El joven huyo hacia la montana y, al regresar, encontro que todos sus animales se habian ahogado. Esa fiesta de recordacion inauguraba la temporada en que las brisas retozaban furibundas e interminables, anunciando futuras tormentas. Entonces, centenares de criaturas de papel remontaban el aire con sus abigarradas formas: dragones rosados, mariposas que aleteaban llenas de furia, pajaros con ojos moviles, insectos guerreros… Todo un conjunto de seres imposibles se disputaba los cielos en nuevas y legendarias batallas.

El mismo dia de su boda Kui-fa pudo entrever, tras las cortinas de su silla de manos, la lejana silueta de un fenix. No logro distinguir sus colores porque un velo rojo le cubria el rostro. Despues, al bajarse, debia mirar en direccion a sus pies si no queria tropezar y caer.

La joven no habia vuelto a ver a Siu Mend desde la noche en que su tio anunciara el casamiento. Mey Ley se encargo de mantenerla oculta. Espantada ante la imprudencia del hombre, al declarar el compromiso con ambos jovenes sentados a la mesa, la sirvienta decidio contrarrestar el descuido. Aprovechando un momento en que todos estaban ocupados, fue hasta el altar de la Diosa del Amor y extrajo una de sus manitas de porcelana.

– Senora -pidio inclinandose ante la estatua, mientras apretaba la extremidad entre sus manos-, atrae la buena fortuna sobre mi nina y aleja los malos espiritus. Te prometo un buen regalo si la boda transcurre sin problemas, y otro mayor cuando tenga su primer hijo… -dudo un momento-, pero solo si la madre y el nino gozan de buena salud.

Repitio tres veces su reverencia y guardo la mano de porcelana en un rincon de la cocina. Por supuesto, a nadie se le ocurrio preguntar por la extremidad ausente. Ya apareceria cuando el ruego del devoto se cumpliera.

* * *

Varias semanas despues de la boda los rios se inundaron, matando a mucha gente. Hubo hambre para los mas pobres y saqueos para los mas ricos; solo la epidemia se repartio por igual entre todos. El nivel del agua en los campos se elevo con rapidez para despues bajar con pereza, y los brotes de arroz se asomaron sobre las aguas turbias. El primer vientecillo del sur soplo por aquellos contornos, gelido y burlon, a tiempo para otro festival… Pero Kui-fa seguia sin dar senales de embarazo. Mey Ley fue a ver a la diosa.

– Procura cumplir lo que te pido o iras a parar a un rincon lleno de ratones -la amenazo, antes de virarle la espalda.

La advertencia dio resultado. A las pocas semanas, el vientre de Kui-fa empezo a hincharse y Mey Ley deposito junto al altar una cesta llena de frutas. Meses despues, cuando las lluvias estaban de nuevo en su apogeo, nacio Pag Li en pleno Ano del Tigre. Gritaba como un demonio y enseguida se prendio del pezon de su madre.

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