John Boyne

El ladron de tiempo

Para mis padres

y en memoria de Michael

AGRADECIMIENTOS

Doy las gracias por sus consejos y aliento a Sean y Helen Boyne, Carol y Rory Lynch, Paul Boyne, Sinead Boyne, Lily y Tessie Canavan; Anne Griffin, Gareth Quill, Gary O'Neill, Katherine Gallagher, John Gorman, Kevin Manning, Michelle Birch, Linda Millar, Noel Murphy y Paula Comerford; Simon Trewin y Neil Taylor.

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Un principio

Nunca muero. Solo me vuelvo mas y mas viejo.

No obstante, si me vieseis en este momento probablemente me echariais unos cincuenta anos. Mido un metro ochenta y cuatro; convendreis conmigo en que no esta mal para un hombre. En cuanto al peso, fluctua entre los ochenta y seis kilos y los cien, nada fuera de lo comun, aunque debo admitir que, a medida que el ano avanza, tiendo a alejarme de la primera cifra para aproximarme a la segunda, pues si bien en enero me impongo una dieta de choque y no me permito ningun exceso ni glotoneria hasta que concluye agosto, cuando empieza el frio me veo en la necesidad de aumentar mis reservas de grasa. Por fortuna, el cabello -en el pasado una melena abundante, oscura y bendecida con sedosos rizos- ha resistido a la tentacion de caer del todo; solo se ha vuelto un poco mas ralo en la coronilla y ha adquirido unos tonos plateados, por lo demas, bastante seductores. Mi tez es morena y, aunque bajo los ojos se me forman unas pocas y minusculas lineas de expresion, solo los criticos mas severos insinuarian que tengo arrugas. A lo largo del tiempo no han faltado quienes -tanto hombres como mujeres- han senalado mi encanto no exento de cierto atractivo sexual.

He de reconocer que cuando me echan menos de cincuenta me siento profundamente halagado, pues han pasado muchos anos desde que podia decir sin faltar a la verdad que solo habia visto cincuenta primaveras. Se trata de una simple cuestion de edad, o al menos de la edad que represento, y en la que llevo estancado la mayor parte de mis doscientos cincuenta y seis anos de existencia. Soy viejo. Quiza parezca relativamente joven y me asemeje, por mi aspecto, a la mayoria de los hombres nacidos cuando Truman ocupaba la Casa Blanca, pero estoy muy lejos de la flor de la juventud. Siempre he creido que la belleza es el mas enganoso de los rasgos humanos, y tengo la gran satisfaccion de presentarme como la prueba concluyente de mi propia teoria.

Naci en Paris en 1743, durante el reinado de los Borbones; por entonces ocupaba el trono Luis XV y la ciudad aun se mantenia bastante tranquila. Como es natural, he olvidado muchos de los sucesos politicos de la epoca; sin embargo, conservo algunos recuerdos de mi infancia y de mis padres, Jean y Marie Zela. A pesar de las continuas crisis financieras que atravesaba el pais, eramos una familia relativamente acomodada; Francia estaba sumida en pequenas y frecuentes guerras que privaban a las ciudades de sus recursos naturales y de los hombres capaces de explotarlos.

Mi padre murio cuando yo tenia cuatro anos, aunque no en un campo de batalla. Trabajaba de copista para un celebre dramaturgo de la epoca cuyo apellido no os sonara de nada pues, al igual que su obra, ha caido en el olvido. He decidido excluir los nombres de personajes desconocidos a fin de ahorrarme la engorrosa tarea de presentar una lista al principio de estas memorias (entendedme, en doscientos cincuenta y seis anos uno llega a conocer a mucha gente). A mi padre lo mataron cuando volvia a casa procedente del teatro a altas horas de la noche. Se desplomo al recibir el impacto de un objeto afilado en la nuca y a continuacion lo degollaron con una navaja. Nunca se encontro a los culpables; entonces habia tantos actos de violencia gratuita como en la actualidad, y la justicia era igual de arbitraria. Sin embargo, el dramaturgo era un buen hombre y asigno una pension a mi madre, de modo que durante el resto de su vida jamas pasamos hambre.

Mi madre, Marie, moriria en 1758, aunque antes volvio a casarse con uno de los actores de la compania teatral donde habia trabajado mi padre, un tal Philippe DuMarque, que sufria delirios de grandeza y solia proclamar a los cuatro vientos que una vez habia actuado ante el mismisimo papa Benedicto XIV en Roma. En una ocasion en que mi madre se burlo de el por esa fanfarronada, su adorable marido le propino una paliza terrible. Pese a formar un matrimonio infeliz y marcado por la violencia recurrente, tuvieron un hijo, mi medio hermano, Tomas, nombre que desde entonces se ha convertido en caracteristico de la familia. De hecho, su tataratataratataratataratataranieto, Tommy, vive a pocos kilometros de mi casa, en el centro de Londres, y cenamos juntos a menudo, ocasiones en que le «presto» dinero para que pueda pagar las deudas que acumula debido a su derrochador y ambicioso estilo de vida, por no mencionar sus, hablando en plata, facturas farmaceuticas.

Solo tiene veintidos anos, pero al paso que va dudo que llegue a los veintitres. Las fosas nasales permanentemente enrojecidas debido a las ingentes cantidades de cocaina que lleva ocho anos metiendose, un tic en la nariz que recuerda al de esa bruja ama de casa y los ojos vidriosos de un zombi son sus rasgos mas sobresalientes. Cuando cenamos juntos, siempre a mis expensas, una de dos: o esta animado por un nerviosismo electrico, o sumido en una profunda depresion. Lo he conocido en el estado histerico y en el catatonico, y no se cual prefiero. De pronto se echa a reir sin motivo aparente, y siempre se esfuma poco despues de que le preste dinero, reclamado por negocios urgentes. Si no supiera lo problematico que ha sido siempre su linaje -como vereis, todos y cada uno de sus antepasados han tenido un final desdichado-, trataria de buscar ayuda, pero no merece la pena. Hace mucho que deje de entrometerme en la vida de los sucesivos DuMarque, quienes, por otra parte, jamas han agradecido mi apoyo. En mi fuero interno me digo que no deberia tomarles demasiado apego, porque los Tomas, los Thomas, los Thom, los Tom y los Tommy indefectiblemente mueren jovenes y siempre hay otro esperando a la vuelta de la esquina para importunarme. Es mas, hace solo una semana Tommy me comunico que habia «prenado», para emplear su delicada expresion, a su novia actual, de modo que no puedo por menos de suponer, pues asi me lo dicta la experiencia, que tiene los dias contados. Estamos en pleno verano y se espera que el nino nazca en navidades; Tommy ha proporcionado un heredero a la linea de los DuMarque, y, como el macho de la viuda negra, ya no hay razon para que siga existiendo.

Llegados a este punto podria anadir que hasta finales del siglo XVIII, epoca en que alcance la edad de cincuenta anos, no deje de envejecer fisicamente. Hasta ese momento habia sido un hombre como los demas, aunque siempre cuide mucho mi aspecto -algo atipico entonces- y me empene en mantener el cuerpo y la mente sanos, una preocupacion que tardaria nada menos que un siglo y medio en ponerse de moda. En realidad, me parece recordar que en torno a 1793 o 1794 me percate de que mi aspecto no cambiaba, lo que al principio me complacio, entre otras razones porque en las postrimerias del siglo XVIII era poco menos que inaudito llegar a mi

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