– No quiero pasarme el dia respondiendo preguntas sin respuesta -suspire mientras comprendia que, una vez mas, iba a meterme en un lio-. En cambio, si puedo hacer algunas preguntas y conseguir algunas respuestas con las que ganar algo de tiempo.

Julia no oculto su sorpresa.

– ?Eres detective? -pregunto.

– No, periodista.

Su voz se lleno de hielo.

– Asi que, de pronto, Laura se ha convertido en eso, ?no? Un reportaje.

– No -intente ser convincente-. No soy de los que buscan exclusivas sensacionalistas ni hacen reportajes amarillos. Es solo que… -busque una justificacion sin poder dar con ninguna que sonara verosimil-. Bueno, a veces si he jugado a policias y ladrones. No se me da mal encontrar los cabos sueltos de una madeja y tirar de ellos hasta desenredarla. Me dejo llevar… y suelo acertar.

– ?Por que vas a hacerlo?

– El edificio esta vacio. Un par de matrimonios ancianos, ella, yo… La han matado esta noche, mientras yo dormia.

Julia parecio comprender. Movio la cabeza de forma vertical, despacio. Arriba y abajo.

– Laura te gustaba -afirmo.

– Mucho -reconoci.

– ?Nunca intentaste…?

– No.

– Le habrias gustado.

– Gracias.

– Pero si no la conocias, ni sabias nada de ella, ?que esperas encontrar? No tienes ningun indicio. ?O si?

– Comenzare por sus padres, en El Figaro.

– ?Y yo? -enderezo la espalda de pronto-. ?Que esperas que haga yo? No vas a dejarme aqui.

Me habia llevado las llaves del piso de Laura para poder volver a entrar en el, ahora lo sabia. Entrar y echar un vistazo mas largo. Era un gesto idiota. Con Julia alli era evidente que yo podia investigar lo que me diera la gana. Ella no. Era su prima.

– Cuando me vaya, llama a la policia. Les cuentas lo sucedido y les dices la verdad, incluido lo que a mi respecta. La mayoria ya me conocen. No les caigo bien, asi que vas a oir cosas poco edificantes. Les molesta que alguien se meta en sus asuntos, y mas si encima resuelve algunos casos. Pero tu tranquila. En un par de minutos estaran aqui, ?de acuerdo? Mientras tanto…, mi casa es tuya.

– Por favor, no me dejes sola.

– Tengo que irme. Si me quedo…

Se puso en pie, agitada. Pese a todo, a su naturalidad informal, daba la impresion de haber salido de un salon de belleza tanto como del bano de su casa. Volvio a impresionarme su imagen, su aspecto, aquel cuerpo que con apenas veintipocos anos tenia todos los dones de una naturaleza generosa y esplendida, dotada con el aura irresistible de su belleza. No era como Laura. Nadie era como Laura. Pero no tenia nada que envidiar a Laura. Ella era Julia.

Me costo trabajo dejarla.

– Por favor…

Se detuvo frente a mi. Temblaba llena de miedo, con las manos unidas a la altura del pecho. Percibi su calor. Ya habia tocado su piel al sujetarla. Pero ahora su aroma me alcanzo de lleno. Para muchas personas, entre ellas yo, el olor es el mas fuerte de los afrodisiacos. Mas aun que la percepcion a traves de la mirada. Olor es sensacion. Vi sus ojos transparentes, aquellos labios dibujados a la perfeccion y cincelados por un Miguel Angel unico. Los veintipocos eran muy veintipocos, quiza veintiuno, todo lo mas veintidos, aunque imagine que, maquillada, podia pasar por toda una mujer de casi treinta. La magia de la moda. A Laura le echaba veinticinco o veintiseis anos. Una nina para mi. Una veterana para su mundo.

– Julia, no quiero parecer teatral, pero… ?podrias confiar en mi, quieres?

– No te conozco.

– Ni yo a ti, pero mi casa es tuya -le ofreci.

– ?Como has dicho que te llamas?

– Daniel -dije yo-. Daniel Ros Marti.

– De acuerdo, Daniel -asintio con la cabeza-. Hasta luego.

Me fui deseando estar ya de vuelta.

V

Saque mi Mini del garaje a toda velocidad, sin ver a nadie, huyendo del fantasma de Laura, y enfile la calle Juan Sebastian Bach hasta el final. Podia doblar por Calvet y su lento trafico debido a las dobles filas, llegar a la Diagonal y atravesarla toda, de sur a norte, hasta salir de la ciudad, o podia tomar la Via Augusta, los tuneles de Vallvidrera, la B-30, y finalmente la antigua 152 rumbo a la Plana de Vic. Tarde en decidirlo el tiempo que duro el semaforo de Calvet. Gire a la izquierda y escogi la opcion mas rapida, aunque solo fuera por la ausencia de semaforos: los tuneles. Si no habia ningun accidente de los que solian cortar el trafico y formar largas colas kilometricas, llegaria en poco mas de media hora.

Mientras ponia mi viejo Mini al maximo me dio por pensar.

Pense en Angeles, mi querida ex. Y en mi hijo Jordi. Y en que cosas como aquella hubieran sido la causa de que ella se alejara de mi. ?Cuantas veces me habia estado esperando sin que yo apareciera? ?Cuantas veces habria bastado con una llamada rapida?

Bastaba una mujer muerta, aunque fuese mi escultural vecina, para que saliera disparado en busca de Dios sabia que.

Si Paco hubiese estado en Barcelona todo habria sido distinto.

?O no?

En otro tiempo, siendo nino, viajar hasta El Figaro era una aventura. Cuarenta y dos kilometros maravillosos por paisajes impresionantes, sobre todo al final, y mas aun despues de La Garriga. Ahora ya no era asi. La carretera, una autovia doble, partia El Figaro en dos al salir de La Garriga, de modo que uno de los pueblos mas bellos de Cataluna se habia convertido en un lugar de paso que nadie miraba. Ni su castillo se salvaba. El rio Congost ya no era mas que un vertedero. Por si fuera poco, de sus inmensos bosques no quedaba nada despues del gran incendio de unos anos atras.

Asi que cada vez que pasaba por alli, me entraba la depresion, y los recuerdos de mi infancia se amontonaban haciendome dano. El que los padres de Laura Torras vivieran en El Figaro se me antojaba incluso cruel. Era una de esas casualidades extranas de la vida.

Detuve el coche cerca del hostal Congost, en la carretera vieja. Ya no quedaba nadie a quien yo pudiera recordar. El camarero, un tipo joven con bigotito, me sonrio feliz de que un foraneo se detuviera alli. No queria tomar nada, asi que le hice la pregunta directamente. Reacciono bien. Cosa rara.

– ?Los padres de Laura Torras? ?Si, claro! Mire, suba las escaleras que dan a la plaza, saliendo a la derecha, y luego todo recto hasta la iglesia. Una vez frente a ella, no tiene mas que tomar la callejuela de su izquierda. Es una casa de dos plantas, con las ventanas pintadas de verde y los bajos de piedra.

Le di las gracias y sali. Un tren silbo en la estacion y me evoco algunos recuerdos mas. Frente al casino, un grupo de adolescentes quemaba los rescoldos del verano y sus ultimas horas muertas. Me pregunte si ahora un verano daria tanto de si como cuando yo era joven. Les di la espalda para subir la breve escalinata que daba a la plaza. Todo estaba igual, pero, al mismo tiempo, todo era distinto. Escale las empinadas calles que trepaban por la montana y alcance mi objetivo mientras empezaba a sudar. Solo al ver la casa de los Torras comprendi que no tenia ni idea de lo que iba a hacer o decir. Como escritor de novelas policiacas, a veces mezclaba realidad y ficcion.

La imagen de Laura abierta, con aquellos dos tajos en cruz, el vibrador en la boca y la botella de cava en la

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