la catolica Maria, la hija mayor del Rey y de Catalina de Aragon.

—Entonces —profetizaba mi padre— los patibulos se llenarian con la sangre de honrados ingleses e inglesas, y la temible Inquisicion que florece en Espana se introduciria en este pais. Demos pues gracias a Dios por el joven Rey y pidamosle que, por su clemencia y sus cuidados, Eduardo Vi reine muchos anos en Inglaterra.

Y asi, nos arrodillabamos y rezabamos (costumbre que yo ya tenia la sensacion de que nuestra familia seguia con demasiado celo) mientras nuestro padre agradecia a Dios su bondad con Inglaterra y le pedia que siguiese velando por el pais, y protegiendo en especial a la familia Knolly.

La vida siguio como siempre unos cuantos anos en los que vivimos como solia hacerlo la aristocracia rural, siguiendo con nuestros estudios. Era tradicion de nuestra familia el que hasta las hijas estuviesen bien educadas; se prestaba especial atencion a la musica y la danza; nos ensenaron a tocar el laud y el clavicordio, y siempre que se introducia en la Corte una danza nueva, debiamos aprenderla. Nuestros padres estaban decididos a prepararnos por si de pronto nos llamaban a todos a la Corte. Soliamos cantar madrigales en la galeria o tocar alli nuestros instrumentos.

Comiamos a las once en el salon principal y cuando teniamos invitados la comida solia prolongarse hasta las tres de la tarde, y alli nos quedabamos escuchando la charla, que a mi me interesaba, pues, durante el reinado del joven Eduardo, yo crecia muy deprisa y me interesaba mucho todo lo que pasaba fuera de Rotherfield Greys. Luego cenabamos a las seis. Siempre habia una buena mesa y cierta emocion, porque nunca podiamos estar seguros de quien vendria a acompanarnos. Como casi todas las familias de nuestra posicion, manteniamos casa abierta, pues mi padre no podia arriesgarse a que pensaran que no nos podiamos permitir cumplir con las normas de hospitalidad. Habia grandes asados de res y de carnero y pasteles de carne de todas clases, sazonados con hierbas de' nuestros huertos y jardines, venados y corzos y pescados acompanados de salsas, asi como conservas de frutas, mazapan, pan de jengibre y pan de azucar. Si quedaba algo, lo terminaban los criados, y siempre habia mendigos a la puerta. El numero de mendigos, segun comentaba constantemente mi madre, habia aumentado muchisimo desde que el Rey Enrique habia disuelto los monasterios.

Siempre haciamos fiesta por Navidad, y los ninos nos entreteniamos disfrazandonos y representando obras de teatro. Nos divertia mucho lo de encontrar la moneda de plata en el gran pastel de la noche de Reyes, pues quien la encontrase seria rey (o reina) aquel dia. E inocentemente, creiamos que aquello duraria siempre.

Por supuesto, si hubiesemos sido mas sabios habriamos visto los presagios. Nuestros padres los vieron, y por eso mi padre estaba tan taciturno y serio. La salud del Rey era delicada, y si al Rey le ocurriera algo, heredaria el trono aquella Maria a la que temiamos, y no eramos los unicos. El hombre mas poderoso del pais compartia los temores de mi padre. Era este John Dudley, duque de Northumberland, que se habia convertido practicamente en regidor de Inglaterra. Si Maria subia al trono significaba el fin de Dudley. Como este no estaba dispuesto a pasar el resto de sus dias en prision, ni a poner la cabeza bajo el hacha del verdugo, se dedicaba a hacer planes.

Oi a mis padres hablar de esto y me di cuenta de que estaban muy preocupados. En el fondo, mi padre era un hombre respetuoso de la ley y, por mucho que lo intentase, no podia negar el hecho de que la mayoria estaba dispuesta a aceptar a Maria como autentica heredera del trono. Era una situacion extraordinaria, puesto que Maria era la heredera legitima y, en consecuencia, Isabel no podia serlo. La madre de Maria habia sido desplazada cuando el Rey, deseoso de casarse con Ana Bolena, decreto que su matrimonio con Catalina de Aragon, que habia durado mas de veinte anos, no era legal.

Por pura logica, habia que admitir que si su matrimonio con Catalina era legal, el contraido luego con Ana Bolena no lo era, y la hija de Ana, Isabel, era por tanto bastarda. Mi familia (por lealtad a los Bolena y por propio interes) debia creer, claro esta, que el primer matrimonio del Rey era ilegal. Pero como mi padre era hombre de gran sentido logico en la mayoria de las cuestiones, supongo que tenia ciertas dificultades para mantener su fe en la legitimidad de Isabel.

Le explico a mi madre que creia que Northumberland intentaria colocar en el trono a Lady Juana Grey. Tenia ciertos derechos, sin duda, por su abuela, la hermana de Enrique VIII, pero pocas personas lo aceptaban. Las poderosas facciones catolicas de todo el pais apoyaban con firmeza a Maria. No era pues de extranar que la enfermedad del joven Rey Eduardo causase tantos temores a mi padre.

Pese a todo, no se puso del lado de Northumberland. ?Como podia el, casado con una Bolena, apoyar a alguien que no fuese la princesa Isabel? E Isabel, como hija del Rey, no habia duda de que estaba por delante de Lady Juana Grey. Por desgracia, estaba Maria, hija de la princesa espanola, ferviente catolica e hija mayor del Rey.

Eran tiempos en los que resultaba imprescindible ser prudente. El duque de Northumberland lo habia aventurado todo en favor de Juana Grey casandola con su hijo, Lord Guildford Dudley.

Asi estaban las cosas en el ultimo ano del reinado del joven monarca. Yo tenia por entonces doce anos. Mis hermanas y yo nos interesabamos mas por los chismes y murmuraciones que oiamos de la servidumbre, sobre todo los relacionados con nuestra ilustre prima Isabel. Por este medio, adquirimos una imagen de ella muy distinta de la que nos habia imbuido nuestra madre de erudita en griego y latin y brillante ejemplo para sus primas Knolly, menos virtuosas y menos intelectuales.

Tras la muerte del Rey Enrique VIII, habia sido enviada a vivir con su madrastra Catalina Parr a Dower House, Chelsea, y Catalina Parr se habia casado con Thomas Seymour, uno de los hombres mas apuestos y atractivos de Inglaterra.

—Dicen —nos conto una de las sirvientas— que esta enamorado de la princesa Isabel.

A mi siempre me interesaba aquel anonimo «dicen». Gran parte de todo aquello eran, claro esta, conjeturas, y quiza debiesen rechazarse como vanas murmuraciones, pero creo que a menudo habia un germen de verdad. En fin, lo cierto es que «decian» que sucedian cosas intrigantes en Dower House y que existia cierta relacion entre Isabel y el marido de su madrastra, que era impropio de su rango, asi como de su caracter. Al parecer, el entraba en el dormitorio de Isabel y le hacia cosquillas cuando ella estaba en la cama. Ella huia corriendo de el entre risas y gritos, gritos que constituian en cierto modo una invitacion. Cierto dia, en el jardin, Isabel llevaba un traje de seda nuevo y el, incitado por su esposa, cogio unas tijeras y se lo corto todo entre juegos y bromas.

Pobre Catalina Parr, «decian». ?Es que no se daba cuenta del verdadero caracter de aquellos juegos? Claro que debia darse cuenta, y se unia a ellos para darles un cierto aire de respetabilidad que ocultase lo impropio de los mismos.

Me gustaba imaginarme a la estudiosa Isabel perseguida por su dormitorio o con el vestido hecho trizas a tijeretazos, imaginar al jovial Seymour haciendole cosquillas con ojos chispeantes, mientras su esposa, embarazada, procuraba fingir que el regocijo era cosa de familia.

Luego, finalmente, Catalina Parr habia sorprendido a su amoroso marido besando a la joven princesa de un modo nada avuncular, de forma que ya no pudo fingir mas y el resultado fue que Isabel abandono Dower House. La siguio el escandalo, naturalmente. Se extendio el rumor de que la princesa habia dado a luz una nina que era hija de Thomas Seymour.

Hubo firmes desmentidos de esto y desde luego parecia sumamente improbable, pero resultaba interesantisimo para nosotras, que habiamos vivido a la sombra de sus virtudes todos aquellos anos.

Poco despues de esto, Thomas Seymour, mezclado en ambiciosos planes politicos en su propio beneficio, comparecio en juicio y fue decapitado. Entretanto, la salud del pequeno monarca era cada vez mas precaria. Dudley indujo al pobre muchacho a hacer testamento prescindiendo tanto de Maria como de Isabel y nombrando a Juana Grey unica heredera al trono. Juana se habia casado por entonces con Lord Guildford. Pense muchas veces en esto posteriormente. La eleccion podria haber recaido muy bien en el hermano de Guildford, Robert. Pero Robert habia cometido ya la locura (si tal podia considerarse en vista de lo que sucedio despues) de casarse a los diecisiete anos con la hija de Sir John Robsart. Pronto se canso de ella, desde luego… pero esa es otra historia. Mas tarde, considerando esto, me senti muchas veces sorprendida, pero si no hubiese sido por el matrimonio de Robert, mi vida (y la de Isabel Tudor) habria sido muy distinta. Robert habria sido sin duda considerado mejor candidato que Guildford, que era debil de caracter y mucho menos apuesto, pues Robert debio ser apuesto y distinguido ya desde su juventud. Claro que cuando Isabel subio al trono, el se convertiria rapidamente en la estrella mas luminosa de la Corte y continuo siendolo hasta su muerte. Sin embargo, el destino favorecio a Robert (lo haria muchas veces) y fue el pobre Guildford, su hermano menor, quien se caso con la desdichada Juana Grey.

Es sabido, que cuando murio el Rey, Northumberland coloco a Juana en el trono y, pobre muchacha, reino

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