al golf.

Me miro entre las rendijas maliciosas de sus ojos, pero no mordio el cebo.

– ?Y que clase de frailes son?

– Cistercienses.

Llamamos al timbre de una puerta lateral y, tras una larga espera, nos abrio un monje joven con habito blanco. Hice nuestras presentaciones oficiales y el monje se limito a asentir.

– Siganme, por favor -dijo al fin.

Todo fue mas facil de lo que parecia al estar informados los monjes de nuestra visita. Unos minutos mas tarde aparecio un fraile de unos sesenta anos, alto y enjuto, con pinta de haber sido fraile desde que nacio. Pense que se trataba del abad; pero sin necesidad de preguntarle me saco del error.

– Soy el hermano Magi. El abad esta en Francia, en una convencion de monjes cistercienses. El me ha autorizado para que trate con ustedes y les atienda en todo lo que precisen.

– Vera, hermano, el caso es que nos gustaria hablar con la persona que estuviera mas informada o hubiera tenido una relacion mas estrecha con el fallecido hermano Cristobal.

– Lo se. Por eso les recibo yo. Me ocupo de la biblioteca. El hermano Cristobal y yo colaborabamos en muchisimos temas. Pueden imaginarse que estamos todos consternados. Como le dije a la policia autonomica en el breve contacto que tuvimos, poco podemos aclararles sobre este hecho tan terrible, pero…

– Hermano, antes de continuar, si hay algo importante que debemos saber enseguida: ?esta aqui el ordenador personal del hermano Cristobal, los papeles de trabajo que manejo durante sus visitas a las corazonianas?

– Algo hay en su celda. Pero desde luego, puedo asegurarles que el ordenador no esta aqui. Lo llevaba con el en su ultimo viaje.

Garzon y yo intercambiamos una mirada que fluctuaba entre el mutuo entendimiento y la decepcion. Adios a un banco de pruebas en el que hubieramos podido encontrar algun indicio, aunque, al mismo tiempo, aquello representaba una constatacion importante: al fraile se lo habian cargado por algun tema relacionado con el trabajo que estaba llevando a cabo; y si aquello era asi, el hermano Magi se convertia en un interlocutor de oro, y la hermana Domitila tambien. Me veia creando una verdadera fraternidad de detectives investidos por la gracia divina.

– Creo, hermano, que deberiamos visitar la celda del hermano Cristobal. Me imagino que tiene que pedir permiso para ello, de modo que…

– En ausencia del abad estoy autorizado a colaborar con ustedes en todo lo que me pidan; solo que… siendo usted una mujer, seria mejor alertar a los frailes de su presencia para que se retiren convenientemente. No hay ningun problema en si, pero tratandose de una zona de clausura… esperenme aqui, solo sera un momento.

Se retiro. Garzon no espero a que se hubiera disipado su aura para decir:

– ?Que cojones habria averiguado ese maldito fraile para que se lo cepillaran de ese modo tan brutal?

– Procure moderar su vocabulario, aqui estamos en territorio sacro y no me gustaria que se creara ningun problema diplomatico.

– Pues el territorio sacro es un campo minado: permisos de visita, prevenir a los frailes para que se oculten… En realidad se trata de un lugar ideal para cometer un asesinato.

– El marco es bueno, pero ?que me dice de los moviles? En un sitio donde los anhelos del mundo quedan fuera, ?que motivo hay para matar?

– ?A que le llama usted los anhelos del mundo?

– Pues ya sabe. El mundo, el demonio y la carne. Es decir: amor, sexo, dinero, poder… en fin, todo lo interesante.

– Ha de ser jodido renunciar a tantas cosas. ?Y a cambio de que?

– De la paz, de la union con Dios… no creo ser la mejor persona para explicarle todo eso. Yo tampoco lo entiendo, la verdad.

Entro el hermano Magi con una sonrisa velada.

– Acompanenme, por favor.

Mientras caminabamos por el hermoso monasterio le pregunte como estaban organizados.

– Somos cistercienses y nos regimos por la regla benedictina, aunque no somos propiamente benedictinos. Los benedictinos llevan el habito negro y nosotros lo llevamos blanco. La maxima de nuestra organizacion es sencilla: «ora et labora». Oramos cuatro veces al dia, la primera a las cuatro de la manana.

– ?Caramba! -exclamo un Garzon muy comedido-. Un poco pronto, ?no?

– Es un primer y agradable encuentro con Dios. Enseguida te acostumbras.

– Se necesita mucha moral. Porque teniendo todo el dia por delante y no muchas cosas que hacer…

– Si hay cosas que hacer, subinspector. Piense que todos los miembros de esta comunidad nos autogestionamos y que las tareas son multiples.

Garzon cabeceo sin mucha conviccion, seguramente comparaba los posibles quehaceres de los monjes con sus labores policiales. Habiamos llegado a un corredor donde las sencillas puertas de madera de pino se alineaban a ambos lados. El monje abrio una de ellas y con gesto grave, como si hubiera recordado de pronto al hermano Cristobal, nos hizo pasar. Se trataba de una escueta habitacion solo amueblada con una cama, un armario y una pequena mesa de trabajo. Por una estrecha ventana se veia un trozo de cielo. Aquel habitaculo exudaba un aire de tranquilidad, recordando mas un cuarto de estudiante que la celda de una prision. Sobre la mesa habia un fajo de folios. Los hojee.

– ?Forma esto parte del trabajo sobre el beato?

El hermano Magi leyo el primer parrafo.

– Si, creo que si.

– ?Le comentaba a usted los progresos que hacia?

– No me mantenia al tanto de todo, pero a veces intercambiabamos impresiones.

– ?Le dijo algo importante, algo inusual, algo que…? No se como expresarlo.

– ?Algo que pudiera justificar su asesinato? Supongo que no lo dice en serio, inspectora. ?Que tema sobre una momia medieval puede justificar esta muerte espantosa?

– Algun secreto, alguna revelacion que pudiera incomodar a alguien.

– Ese tipo de secretos no existen, inspectora. Leyendas populares sobre los conventos.

– Estoy de acuerdo con usted, pero le recuerdo que al tal beato se lo han llevado como si fuera un objeto valioso.

– Puede tratarse de una simple gamberrada, de una profanacion. A veces bandas de jovenes inadaptados hacen esas cosas. Se han profanado tumbas en mas de una ocasion.

– Al beato Asercio de Montcada lo sacaron del convento con sumo cuidado, como si fuera un enfermo, mas que un cuerpo momificado.

Los ojos pardos e inteligentes del hermano Magi abandonaron la indiferencia metafisica y se instalaron en la mas mundanal de las curiosidades.

– ?Como se han enterado de eso?

– Hay una testigo que lo vio. Fue cargado en una furgoneta. Ese es el unico dato que tenemos.

– No puedo creerlo; pero ?por que robar un cuerpo santo?

– Cuando sepamos por que estaremos cerca de una resolucion del caso. ?A usted no se le ocurre una razon?

– De ninguna manera. Es absurdo, es demencial.

– ?No existe un mercado clandestino de momias como pueda haberlo de objetos de culto, de piezas arqueologicas?

– Le aseguro que no. Hay redes internacionales que comercian con objetos artisticos de origen eclesiastico, ustedes lo saben mejor que yo; pero ?una momia? Una momia solo puede tener interes para un museo, ?y que museo exhibiria el botin de un robo con asesinato?

– Quiza un museo extranjero, de un pais remoto con pocos escrupulos.

– ?Y como lo sacan del pais, en un camion?

– Ese no es el problema; el problema es que ningun director de museo, por mas loco que este, mata para anadir una pieza a su coleccion. No resulta logico.

Garzon habia estado revisando las hojas del hermano Cristobal. De pronto, dio un respingo.

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