de incendiarse rapida, silenciosa, de una sola llamarada, como arde una brizna de paja seca.

– Por si es de tu interes, Sintora amigo, te dire que aparte de los hombres del destacamento estan en el negosio el Textil, que es el responsable del taller ese de costura que has visto esta manana. Y luego estan los hombres de Corrons, los que has visto en la casa del Marques. Son sus primos, bueno, tres primos y un sordomudo que no se que le toca, aunque los cuatro paresen sordomudos, solamente hablan con Corrons, que los trajo de su pueblo al empesar la guerra y parese que solo entienden el idioma de el, como las cabras o los animales conosen las manas de sus amos. Viven en la casa del Marques y por lo menos uno de ellos, no sabria desirte cual porque todos son iguales, uno que tiene la cabesa un poco mas gorda y la barba mas negra, Asdrubal, parese que es un desertor. Pero nadie quiere haser averiguasiones. Es lo mismo que lo del propio Marques, no se lo fusilo cuando sobraban voluntad y balas y se le dejo estar, y ahi vive, con la casa desvalijada y esperando que lleguen los suyos para la vengansa. Seguro que vendria vestido de etiqueta a nuestras ejecusiones, le he visto unos sapatos de charol con las suelas sin estrenar escondidos, amarrados al somier de la cama. Me lo veo con esos sapatitos puestos, niquelados de betun y pidiendo darnos el tiro de grasia, en pago por no haberlo liquidado nosotros.

Las gafas, quiza el camion con su traqueteo y las curvas, me traian un mareo dulce, iban y venian las casas, se deslizaban por mis ojos como se desliza por el mar y el agua todo aquello que flota, inseguro. Y al lado del mareo estaba la voz de Montoya fundiendose con el eco del camion, se anudaban aquellos sonidos como mi vida empezaba a anudarse a la vida de aquella gente que vivia en los sotanos de la guerra.

– El Marques, antes de que empesaran a caer bombas, aparte de parasito y de explotar al oprimido, ya sabes tu lo que te digo, a lo que se dedicaba mayormente era al puterio, con ninas de poca edad, putas jovenes digo, no ninas. Quinse, diesiseis anos. El Textil, gran intrigante, gran conversador, lo sabe todo, se lo conto el propio Marques. Lo hasia, lo de las ninas, porque le recordaban a su mujer cuando la conosio, dise, cuando la veia pasar por delante de la casa con estudiantes de su edad, siempre pensando en como iba a levantarle muy despasio, un dia, las faldas, y como seria la vellosidad rubia que ella tendria por los muslos, pensaba en el modo en que le iba a soplar los vellos y en como iba a verlos moverse, como si fueran trigo y su boca viento. Por eso dise que luego, cuando su mujer se puso mayor y ya no paresia que venia del colegio, el buscaba putas jovenes, por encontrar de nuevo a su mujer, por todo lo que la habia querido. Solo que una ves encontro a una amante, que el dise que no era puta sino dependienta de una sapateria, y estuvo un ano enriquesiendo a la sapatera y con la cabesa ida por aquella nina, tanto que mando a un pintor que le hisiera un retrato a la sapatera, pero no como sapatera, sino como Virgen Maria. Y le regalo el retrato a su mujer y mando que lo pusieran en el oratorio que tenia en la casa. La fuersa del visio. Y cuando veia a su mujer de rodillas y resandole a su amante, el Marques se sentia rejuveneser, dise que a veses lloraba. La emosion. A la Marquesa llegamos a conoserla, se murio despues de ocupar la casa, del corason disen. Aparesio muerta una manana y tuvimos que enterrarla de noche, por la Casa de Campo. Corrons dise que a lo mejor un dia alguien paga por el Marques y nos salva la vida, pero a veses se equivoca, como se equivoco cogiendo a la nina esa que has visto en la casa, Beatris, la del pelo rapado, que es una novisia sin familia ni nadie que quiera dar un real por ella. La usan de criada.

Era la noche y en algunas casas yo podia ver una luz que siempre era una luz pobre y yo imaginaba gente bajo esa luz, una mujer, un nino, un marido que no estaba en el frente, imaginaba sus voces y las palabras que la gente que se quiere se dice bajo las luces, no importaba que las palabras no hablaran de la verdad, y no dijesen estamos aqui, estamos vivos, y estamos juntos, alumbrados por nuestra luz, mi mano es vuestra mano, y el aire que entra en mis pulmones y que me alimenta como una comida pobre, es vuestro aire y el vuestro el mio. Las palabras solo decian ven, toma, coge, dame, pero tambien decian sin decirlo, manana, verdad, si. La luz tejiendo la vida y yo cruzando en la oscuridad del camion una ciudad desconocida.

– Nadie sabe nunca lo que piensa Corrons, solo el cabo Sole Vera lo sabe llevar. Lo trata desde lejos, pero los dos saben todo lo que el otro piensa. Y eso es difisil, porque aqui, aunque parese que todos queremos lo mismo, cada uno va por su cuenta. No hay mas que ver el destacamento, el teniente Villegas no esta metido en nada de lo de Corrons. Repudia las bajesas. Mira para otro lado y quiere saber lo menos posible, dise que asi no se gana una guerra y que si se gana asi es mejor no ganarla. Y a lo mejor tiene rason, su rason. O a lo mejor, sensillamente, es que el teniente puede permitirse el lujo del escrupulo. Valiente Villegas, audas, lo he visto, Sintorita, lo he visto meterse en medio de una casa que estaban demoliendo con rafagas de ametralladora y salir de alli con una nina medio muerta en los brasos y dos pacos encanonados con su pistola. Un ejersito disparando contra la casa y el solo los saco a los dos, y a otros dos que dejo dentro, uno muerto, con las boqueadas, y otro con una bala en el pescueso. Pero por mucha valentia que echemos y por mucha enteresa que tenga nuestro teniente nadie nos va a querer cuando esto acabe. Por eso yo lo que quiero es un poco de dinero y volver a Fransia y estableserme alli y no saber nada de esta gente que no para de matarse y nada mas que piensa en fusilar al primero que pasa solo porque tiene un peinado distinto al suyo. Quiero tener una casa de piedra, Sintora, pequena, para que me quepan el culo y la cabesa, una casa y unas cuantas vinas, para vivir, y una mujer rubia, tambien pequena, de esas que disen mersi todo el tiempo y tienen los ojos muy asules, para mirarlos y para que me hable por las noches, cuando llueva y yo oiga el agua caer en mi tejado de piedra y en las hojas de mi vinedo.

Estaban las tapias y las casas derrumbadas que habia visto la primera vez que fui en el camion, al lado de Doblas, sin que nadie me hablara. Me toque las gafas, pesaban, y me las quite para que todo fuese como antes, como siempre habia sido. Y entonces le pregunte a Montoya por ella, le pregunte quien era la mujer del fuego, la mujer del abrigo y el panuelo color remolacha, la que habiamos visto en la escalera de la Casona y por la manana nos habia dado los uniformes. Le pregunte quien era. Y Montoya giro su cabeza grande y me miro y yo no le veia la mirada por la oscuridad y por la nube de mi vista. Y me dijo no, dos veces.

– No, no. Ella no es nadie, ella no existe. Olvidate de que la has visto y olvidate ahora mismo. No la has visto nunca, y si vuelves a verla sera como si no la vieras porque no existe. Es fasil. Para ti no existe, porque aparte de que casi podria ser tu madre, y tu para ella no puedes ser mas que un chucho extraviado, ella, escuchalo por si te divierte, es la mujer de Corrons. Y a Corrons, escuchalo tambien porque a lo mejor te interesa, le da igual meterte dos tiros que cuatro. Y ademas tiene una hija, una hija, una cosa de esas que a las mujeres les salen de las tripas. No existe, fantasma, aparision. Se acabo. Si nesesitas un alivio esta la Ferrallista, mujer efisiente, contoneo sismico. Y si la Ferrallista no es de tu agrado hay otras, aunque meneen peor el culo y tengan menos locura, tambien esta una milisiana que dise que es torera, y mientras torea o no, la tenemos aqui sacandole brillo a la parte blanda de la tropa. Aunque yo, ya sabes, antes de meterme a la cosa de follar con un torero, o torera, prefiero la abstinensia, la horca y mayormente la ferralla.

Gustavo Sintora fue conociendo a la gente que vivia en la Casona. Y muy pronto empezo a decirle al Textil, La leche que mamaste, ?donde andas, Textil? Y el Textil, torciendo con una sonrisa la cicatriz que le bajaba del ojo, respondia, La leche que mamo, el nino, las gafas que se ha echado ?lo habeis visto?, y le decia a Sintora que se sentase con el si estaba en la cantina, o fingia que le disparaba con los dedos si iba en su coche de morro largo y con las letras UHP mal pintadas en la puerta y en el motor.

Conocio al mago Perez Estrada y al novillero Ballesteros. Y tambien al enano que siempre iba vestido de negro y al que todos llamaban Visente en honor a la pronunciacion de Enrique Montoya, y al faquir Ramirez, que era un hombre triste al que no le gustaba su oficio, que habia sido chatarrero y que para salir de la miseria poco antes de empezar la guerra, al ver en un escaparate unas estampas de unos hindues traspasados de alfileres se puso a razonar sobre su escasa sensibilidad a los martillazos, cortes y perforaciones ocasionados por su trabajo y empezo a clavarse agujas y a masticar trozos de chatarra y metal, primero para los amigos, ganandoles apuestas, y luego en cafes y salas de espectaculos del Madrid nocturno, con unos bigotes postizos para que no lo reconocieran y que ahora llevaba siempre en los bolsillos de la ropa, poniendoselos nada mas que en los pueblos y teatros donde pensaba que lo podia ver alguna amistad de su madre, por guardarle la memoria, decia el. Y lo hacia todo con mucha tristeza, moreno y con los ojos hundidos, la nariz larga y tambien triste, acordandose de su madre muerta y de los cuidados que ella siempre le habia procurado, viendose ahora como carne de un espectaculo que a el le parecia miserable y lamentandose de los males que aquellas tareas algun dia le acarrearian a su salud, que siempre era debil y desde su infancia andaba resentida con unos catarros cronicos, vertigos y nauseas que ahora solo tenian el consuelo del enano Visente, su amigo costurero que a pesar de enano y de haber sido seminarista, a pesar de que a cada paso andaba santiguandose y en el pecho llevaba un recorte de tela con una estampa y el lema «Detente bala, el Sagrado Corazon esta conmigo», tenia el respeto de toda la gente de la Casona.

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