– ?Que haras si te apunta con su escopeta de dos canones?

– En Getxo han desaparecido todas las escopetas, todas estan enterradas envueltas en hules engrasados. Ademas, he leido todas las novelas y visto todas las peliculas de cine negro. Me se todos los trucos.

La replica de Koldobike resume su pensamiento y la mirada envolvente que me dirige:

– Que el zapatero Suelas te ponga mas tacon para que rebases el metro sesenta y cinco… ?Y si esta en las Americas? ?Ojala! Tu novela no tendria final, no habria novela.

– La guerra ha mandado al exilio solo a los mejores: ese hombre me esta esperando.

– Quieres arreglar un descuido de Franco.

– El caso estaba ya cerrado cuando Patxi nos visito. A Leonardo lo mataron en junio del 35, trece meses antes de la guerra. Nuestra policia dispuso de esos trece meses para investigar. La guerra le vino bien al asesino, la gente empezo a pensar en otra cosa. Luego, cuando «liberaron» Getxo, en junio del 37, Franco, con tanto muerto a sus espaldas, no iba a ocuparse de uno solo, y ademas ajeno… Pero, si, hubo una investigacion de trece meses.

– ?Te das cuenta? Un monton de cazadores: policias, alguaciles, jueces, abogados, chivatos… ?y tu quieres ganar donde todos se estrellaron!

No interrumpe un solo instante su ocupacion, ahora registrando los albaranes. A mi, la explicacion no me permite dejar de medir la libreria con mis pasos.

– Solo los casos heroicos merecen ser novelados -digo.

Koldobike levanta la cabeza, me mira, y me gusta pensar que se piensa a si misma viviendo otra vida. ?Por que, si no, se sienta con mas cuidado y se estira la blusa?

– El juego empezara con una gran ventaja del asesino sobre ti: el sabra quien eres desde el principio y tu no sabras quien es el.

– En cambio, ese hombre estara relajado y yo estare a cien.

– ?Hombre? ?Por que no mujer?

Hombre, hombre, y ella tambien lo sabe.

– Otro punto a mi favor: creera que quien le persigue es un despistado librero y se confiara mas.

– ?Si al menos fuerais una docena de libreros!

– Mi verdadera baza es que el no ha leido a Raymond Chandler y a Dashiell Hammett y yo si. -Recojo de Koldobike un paciente suspiro y me detengo bajo el rotulo Seccion Especial-. ?Se ha recibido hoy algun titulo? -Es la pregunta que le dirijo casi a diario.

– No. Y que no manden mas porque no salen los otros y no hay sitio. ?Y sabes lo que te digo? Si no se te quita esa idea de la cabeza, enciendo en la calle una fogata con todos esos librotes que te han comido el seso.

La tengo a mi espalda, me llega su perfume barato.

– Sal a la peluqueria a que te pongan de rubia.

Dejo de oir su respiracion. No me atrevo a volverme.

– ?Es que las rubias venden mas libros?

Se que no piensa asi. Me vuelvo con un entusiasmo repentino y la tomo de los hombros.

– Escucha: con un simple biombo convertiremos mi mesita del fondo en la oficina donde Samuel Esparta recibira a sus clientes en apuros. Llegaran a la libreria personas…, hombres o mujeres, no importa…, que no buscan libros sino al investigador privado Samuel Esparta, y tu simularas que te sacas un chicle de la boca, o te sacas uno de verdad, y lo pegas debajo de tu mesa y le preguntas: «?A quien anuncio?», y te vienes al biombo, asomas la cabeza por una esquina y me anuncias: «El senor X o la senora X». Todo esto lo hace mejor una secretaria rubia.

Retrocede un paso, librandose de mis manos.

– ?Como te atreves a mandar en mi pelo? Estas enfermo. Tendras que buscarte a otra.

– No quiero a otra, te quiero a ti.

Se desinfla, aunque no del todo.

– Me gusta mi pelo, nunca me lo he tenido ni tengo intencion de hacerlo.

Me encojo de hombros.

– Bueno… A fin de cuentas, era solo una pieza… y no fundamental.

– ?No? -Koldobike se ha puesto en guardia, la he herido sin querer, no ha sido un truco por mi parte.

– Empezare con lo puesto y ya iremos viendo -le anuncio.

Se dirige a su mesita, pero al llegar a ella no se sienta.

– ?Acaso ya sabes por donde empezar tus investigaciones?

– Por la playa, naturalmente. Por Etxe descubriendo a los gemelos atados a la pena de Felix Apraiz. Mi estreno sera Etxe, mi primer interrogatorio.

?Que esta pensando Koldobike en este descanso que se toma?

– ?Quieres que te diga una cosa? -Me apunta con el dedo-. Tu primer paso debe ser un cura.

– ?Un cura? ?Que cura?

– El cura con quien se confeso.

– ?Quien se confeso?

Su rostro se cubre de sombras:

– No he dicho nada, no quiero jugar a esto.

– No es un juego, es tan real como la vida misma.

– Solo en las novelas hablan asi.

– ?Es que esto no es ya una novela?

Mueve la cabeza con fatiga, creo que acaba de dar mi caso por perdido del todo. Pero esa idea del cura…

– Solo en las peliculas los asesinos se acercan a un confesionario.

– Peliculas y novelas…, ?tal para cual! Aunque si la chifladura en que te has metido es realidad, entraran tambien curas confesores de criminales.

– Pero esto sera un paso mas, sera una novela…, ?ya es una novela!

Corro a mi mesita, me siento a ella, saco del cajoncito un punado de folios en blanco, elijo del cubilete de plumas una estilografica, la destapo y me dispongo a escribir la primera linea, la primera palabra. La mano me tiembla. Miro a Koldobike y la sorprendo pendiente de mis movimientos. El silencio solo lo romperia el rasgueo de la pluma contra el papel, pero mi mano es de piedra.

– ?Como empezarias tu? -susurro-. Estoy en la playa, acabo de recordar lo que ocurrio en aquella pena y la impunidad del crimen… Y una todopoderosa realidad me esta dictando la musica de las palabras con las que debo pensar…, ?con las que debo escribir! Escucha lo que escribi esta manana en la playa: «Estoy escribiendo sin pluma ni papel, simplemente en mi cabeza. Estoy escribiendo, que nadie lo dude. Y lo que leo me gusta…». No es el comienzo de la novela. Quiza deba regresar al mismo escenario… ?Por que no me ayudas?

– En el pozo de serpientes en el que te vas a meter yo solo veo a una persona de negro que sabe quien es el criminal.

– ?Si al menos hablaras ya de personaje y no de persona!

– Lo saben dos: un cura y el criminal. Busca a ese cura. No sera de Getxo sino de las Quimbambas.

– Esto suena bien, me gusta, sera parte del texto… ?Eres la secretaria que necesito!… Pero aun no es el arranque ideal.

Koldobike se me acerca con una seriedad inusitada.

– ?Necesita un pueblo, al cabo de diez anos, que se le recuerde el doble crimen que…?

– ?Perfecto! -exclamo con euforia. El rasgueo de mi pluma suena como la mejor de las musicas.

– ?Que escribes?

– El comienzo perfecto…, que da pie a la siguiente cadencia…, muy de la serie negra… y de otros circunloquios narrativos de altura: «aunque, en realidad, no murieron los dos gemelos, solo uno de ellos».

– ?Ya tienes pensado mi nuevo nombre?

– Koldobike. Nada de nuevo, es un nombre campanudo.

Nueva pausa para su reconstruccion interna.

– Asi que Koldobike… Tendrias que haberme avisado, llevo esta falda a medio planchar. Debes verme con la que no he traido. Te la contare: azul, con unos plieguecitos…

– No la veo. Solo escribo realidades. Seria volver a la maldita ficcion.

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