– ?Por que no me lo has dicho? -pregunte al fin.

– No lo se -respondio-, nos vemos poco, no he tenido oportunidad de contartelo.

Adverti que tenia en mis manos las armas precisas para culpabilizarla obteniendo de este modo una victoria moral sobre ella y su padre, pero no me apetecio hacerlo porque senti que tambien en la escena que representabamos habia un ingrediente de repeticion, de copia, tan angustioso como el paso de las generaciones o la sucesion de los dias.

Apenas pudimos hablar un poco mas, pero quedamos en que nos veriamos en una o dos semanas, cuando las dos estuvieramos mas tranquilas. Creo que la llamare un dia de estos y la invitare a comer en un lugar neutral para ver si es capaz de pedirme ayuda, de solicitar mi consejo. Me gustaria sentirme util en una oportunidad como esta.

Esta noche tengo que decidir, por fin, si hago o no el viaje que me propuso Enrique hace algunos dias.

Bien, estoy en Bruselas, con Enrique. Finalmente, decidi hacer este viaje para ver si, al cambiar el decorado en el que se desenvuelve mi existencia, se modificaba tambien la sensacion de que soy otra persona. Pense, asimismo, que quiza esta escapada podria constituir la ultima oportunidad que nos dabamos Enrique y yo para estar solos y hablar de lo que nos ha sucedido en los ultimos tiempos.

Bueno, tales expectativas desaparecieron o se atenuaron durante el viaje. Dentro del avion me senti como un bulto que era trasladado de uno a otro lugar sin que el cambio llegara a producirme ninguna emocion. Enrique se paso todo el tiempo leyendo revistas y periodicos mientras yo miraba por la ventanilla y pensaba en el bulto que habia hecho nido en el utero de mi hija y que se disponia a crecer hacia la vida con la misma falta de voluntad con la que yo crecia, mas que hacia la muerte, hacia la posibilidad de convertirme en otra. Pense, de subito, en los bultos que parecian estar determinando mi existencia: el de mi madre, ahora el de mi hija, pero tambien el de mi vientre, pues la sensacion de que tengo en el intestino un cuerpo que se resiste a ser expulsado con los restos de la digestion no deja de crecer en los ultimos dias. Por otra parte, todo me parece un decorado.

Ayer fuimos a Brujas. Me acorde del titulo de una novela que no he leido: Brujas, la Muerta. No se donde lo oi, hace muchos anos, y se quedo en algun rincon de mi memoria esperando quiza una oportunidad como esta para aflorar a la superficie. Es una ciudad con canales y brumas que pretende ocultar algo con sus fachadas tan limpias. Pense que todos cuantos deambulabamos por sus calles habiamos muerto, pero que todavia no nos habiamos dado cuenta.

Estamos en el Hilton. No muy lejos de aqui hay un barrio de emigrantes que esta manana he visto desde un taxi. Todos daban la impresion de haber fallecido, aunque se movian por la inercia de la vida que acababan de abandonar. Cuando volvimos al hotel, mientras Enrique recogia la llave de la habitacion, vi a una mujer que me sobresalto por el parecido que tenia conmigo. Ademas, llevaba un vestido casi identico a uno que tuve yo hace algunos anos. Se lo comente a Enrique y dijo que eran cosas mias, que el no nos veia ningun parecido. Es insensible como un cadaver.

Echo mucho de menos a mi detective. Tal vez si el estuviera viendo este viaje para despues describirlo en un informe, la realidad no tendria este tono mortuorio con el que llega a mis ojos. Pero imagine que seria un informe excesivamente caro, por eso no le ordene que me siguiera.

Enrique quiere que vayamos manana a Amberes, pero a mi lo unico que me apetece es estar en el hotel y, a ser posible, dentro de la cama. Por cierto, he comenzado a observar que bebe mucho y que yo suelo acompanarle casi siempre.

Son las doce y media de la noche. Acabamos de venir de cenar y Enrique esta en el bano. Parece que ya acaba con sus ritos. Estoy algo aturdida e insomne, pues nos hemos bebido dos botellas de vino y al llegar a la habitacion nos hemos puesto un whisky. Me da miedo acostarme y no dormir. ?Que me ocurre?

Ya sale.

Es de noche. Estoy en el hotel. Enrique ha salido a cenar con algunos politicos espanoles destacados aqui. Me ha preguntado si queria ir, pero con poca conviccion; ademas me apetecia estar sola un rato. Antes de salir, me ha dicho que intentara conseguir algo de hachis. Quiza no me viniera mal; a veces un canuto modifica la vision de la realidad. Lo malo es que ultimamente acentua la de aquella de la que quiero huir.

Esta manana hemos ido a Amberes. Afortunadamente, Enrique decidio alquilar un coche; el viaje de ayer a Brujas lo hicimos en tren y me fatigue mucho. Tengo la tension muy baja por el calor y por la humedad. A medio camino, Enrique se desvio de la carretera general y llegamos a un pueblo lleno de vacas. Enrique sonreia maliciosamente, como si fuera a darme una sorpresa, y decia «ya veras, ya veras».

Bueno, la cosa es que llegamos a una nave industrial enorme llena de camaras frigorificas que parecian apartamentos. Entre en un par de ellas y sali muerta de frio: Estaban llenas de animales grandes, supongo que vacas, descuartizados o abiertos en canal. El resto de la nave lo ocupaban unas mujeres vestidas de blanco que despiezaban, con una maestria enorme, grandes trozos de carne que llegaban hasta ellas a traves de una cinta movil. La persona que nos llevaba de un sitio a otro hablaba en frances con Enrique y a mi me lanzaba de vez en cuando una sonrisa para compensar la poca atencion que me prestaba.

Al cabo de media hora, aproximadamente, me desmaye, en parte por culpa de estas bajadas de tension, pero tambien porque comence a tener la impresion de encontrarme en el interior de una pesadilla de la que no conseguia despertar. Poco antes de perder el sentido, Enrique, en un aparte, me explico sonriendo con satisfaccion que el 50 % de aquel negocio era suyo.

– Nuestro -rectifico en seguida-. He conseguido meter aqui mucho dinero a traves de una persona interpuesta.

La idea de traficar con carne, con carne muerta, aunque fuera de vaca, me sugirio la imagen de que todos los que estabamos alli eramos un grupo de muertos que despedazabamos cadaveres de otra especie, jerarquicamente inferior, para cambiar sus trozos por un dinero que nos permitiese llevar una muerte digna. Creo que desde ahora el dinero belga me parecera siempre la moneda de curso legal en el pais de los muertos. Bueno, entonces senti una sensacion de sudor muy intensa, mire a las mujeres de las batas, las cofias y las zapatillas blancas, que parecian enfermeras muertas manipulando cadaveres rotos, y me desmaye.

Menos mal que el coche tenia aire acondicionado, porque la atmosfera del exterior me parecia irrespirable.

– Tienes que ir al medico -me dijo Enrique ya en la carretera general, de camino a Amberes.

– Es la tension; por lo demas, estoy bien.

No le pregunte nada acerca del negocio que con tanta ilusion me habia ensenado y yo se que Enrique no me perdona estas cosas, porque siente que no valoro lo que hace. Y es verdad, no lo valoro, no me interesa nada, aunque se que gracias a esto vivimos bien. Si quiere tanto a Mercedes es porque ella le admira y le dice continuamente que todo lo que hace es perfecto.

En Amberes hemos ido de aqui para alla,

pero yo no he visto nada. Como en Brujas ayer, me parecio que nos moviamos todo el rato por el interior de un decorado. Tengo un buen recuerdo de la catedral porque dentro hacia fresco y estuve mucho tiempo sentada en un banco.

Hace poco me asome a la ventana para contemplar la calle y vi a un hombre mal vestido caminar en la direccion del barrio de emigrantes por el que pasamos ayer. Intente imaginarmelo entrando en su casa, representando una escena familiar. ?En que idioma lo haria? ?En turco, en castellano, en frances…? ?Tendria realmente una casa, una identidad? A veces pienso que la identidad es algo precario, que se puede caer de uno como el pelo que se desprende cuando nos lavamos la cabeza y desaparece por el sumidero de la banera en direcciones que ignoramos. Por eso, por ejemplo, no me atreveria a salir sola del hotel, por miedo a que al regresar no hubiera ninguna habitacion a mi nombre, ni se acordaran de que habia estado alli. Entonces yo esperaria a que volviera mi marido, pero el no regresaria, porque en realidad no habria nadie que fuera mi marido ni que se llamara Enrique. Entonces telefonearia a Madrid, a mi hija, pero tampoco existiria esa hija que constituia uno de mis puntos de referencia. Por eso me da miedo salir, por si no me reconocen al volver y me quedo sin identidad.

Bueno, en la comida, saque el tema del embarazo de Mercedes y le reproche a Enrique que no me lo hubiera dicho.

– Pense que no era yo el mas indicado para darte esa noticia -respondio.

– ?Ah, no? ?Y quien era la persona indicada?

– Tu hija. Creo que deberia habertelo dicho Mercedes. Si no fue capaz, ella y tu sabreis por que.

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