La ultima vez que me los cruce fue hace tan solo unos dias, con motivo de la inusual nevada que bloqueo Madrid. En medio de un escenario memorable, con todas las calzadas cubiertas por la nieve, y despues de haber atravesado el centro de la ciudad sin tropezarme con ninguna autoridad (era domingo por la noche), tome la autovia A-42, que bajo los copos que seguian cayendo con furia parecia a la sazon una carretera de Siberia. Los letreros luminosos advertian a los conductores que circularan solo por el carril derecho, para ir gastando la nieve con la rodada. Como es habitual en este pais, mas de la mitad de los que por alli transitaban desobedecian el aviso para adelantar por el carril central o incluso el izquierdo. Hasta que aparecio un vehiculo de la Agrupacion de Trafico de la Guardia Civil. Un agente asomaba medio cuerpo por la ventanilla, jugandose el pellejo y comiendose literalmente la nevada (iban a buena velocidad), mientras empujaba con una baliza luminosa a los indisciplinados para que se avinieran a coadyuvar a la seguridad ajena y a la suya propia. Gracias a ellos, y al menos mientras ahi estuvieron, se evitaron los bobos alcances que suelen colapsar las carreteras espanolas en cuanto caen tres copos. Y en todo caso, fueron los unicos representantes del Estado con los que este conductor se encontro, tras dos horas en medio de la ventisca.

Podria contar otras muchas experiencias, minimas (como lo son las dos que quedan referidas) o de mas alcance. Recuerdo, entre las mas impactantes, la que se dio en una compania en la que trabaje un tiempo, y a la que una manana llegaron dos guardias civiles de paisano en busca de informacion que podia servir para localizar al comando Madrid de ETA, entonces tragicamente activo. Estaban pendientes de recibir del juzgado la orden, pero el tiempo los acuciaba. Y lo que hicieron fue presentarse alli, pedir excusas por solicitar la informacion sin el papel judicial y rogar por favor que se les permitiera acceder a ella con la promesa de entregar el documento en cuanto lo tuvieran. Asumiendo, dijeron, que no tenian facultades para pedir tal cosa, y que podiamos negarnos a ello, en cuyo caso aguardarian a tener la orden. He sido abogado durante unos cuantos anos, y puedo dar fe de otros comportamientos policiales menos escrupulosos con el ordenamiento juridico y, sobre todo, menos considerados con el ciudadano.

Y no soy el unico. Referire tambien (y con ello acabo los ejemplos), lo que en cierta ocasion me confio un magistrado, cuyo nombre omito por razones que se entenderan. Despues de muchos anos trabajando con distintos cuerpos policiales, y dandose ademas la circunstancia de haber pasado algunos anos de su vida profesional dentro de uno de ellos, me confeso que con nadie, ni siquiera con sus antiguos companeros, se sentia tan tranquilo, en cuanto a la lealtad a la autoridad judicial y el respeto de las leyes y de los derechos de los ciudadanos, como cuando instruia una causa en la que intervenia la Guardia Civil.

Que individuos distintos, en circunstancias y contextos tambien dispares, obren con arreglo a un caracter comun, tan marcado y tan identificable, no es, no puede ser en modo alguno fruto del azar. El caracter que todavia hoy, y a lo largo de la Historia, como trataremos de exponer, ha impregnado la conducta y la ejecutoria de los guardias civiles, con todas las salvedades y todos los altibajos que se quieran, y que tambien se consignaran, es el resultado de un designio y de una conjuncion de factores de veras excepcionales. Por lo menos, en el contexto del zarandeado, atribulado y a menudo decepcionante pais en el que a estos hombres y mujeres les toco prestar sus servicios.

Esa excepcionalidad es justamente lo que trata de indagar, en sus causas y su decurso historico, pero tambien en su realidad presente y en su proyeccion futura, el presente libro. Si de ella deja un minimo testimonio, y este llega a unos cuantos lectores, su autor se dara por satisfecho, y sentira que tambien ha cumplido con su deber para con los no pocos guardias, de todos los perfiles y graduaciones, en quienes a lo largo de su camino ha podido apreciar el sincero, meticuloso y abnegado afan de servir a su pais y, sobre todo, a sus semejantes.

Viladecans, enero de 2010

Capitulo 1

El capricho de la reina nina

Muchos de los exitos que recuerda la Historia nacieron de un fracaso. A menudo las ideas que contienen un germen de progreso, y que suelen nacer antes de tiempo en las mentes de hombres mas lucidos que quienes les rodean, comienzan su andadura cosechando un aspero reves. Es este comun desajuste lo que ha llevado a muchos precursores a la carcel, que como observara el caudillo marroqui Ahmed Raisuni (mientras tenia en jaque a los generales espanoles empenados en conquistar su pais) ha sido frecuente fabrica de lideres. Para bien y para mal. De la experiencia presidiaria sacaron su empuje dirigentes tan variopintos como el propio Raisuni o Adolfo Hitler, de memoria dudosa o infausta; o como Gandhi o Mandela, que con sus claroscuros supieron ser motor de mejora y avance para sus pueblos. Pero unos y otros tienen algo en comun: su inicial fracaso los fortalecio en su empeno, en el que en algun momento lograron finalmente prevalecer.

En el origen de la Guardia Civil, una institucion que ha atravesado con notorio exito los ultimos 166 anos de la historia de Espana, hay tambien un amargo desaire. Convencionalmente se senala como dia de su nacimiento el 28 de marzo de 1844, fecha en que se firmo el Real Decreto fundacional de un nuevo cuerpo de seguridad publica a cuyos integrantes se les llamo guardias civiles. Pero la historia, si no nos quedamos en la superficie de la formalidad administrativa, comenzo bastante antes. Veinticuatro anos mas atras, para ser mas exactos.

El dia 30 de julio de 1820, el teniente general Pedro Agustin Giron, a la sazon ministro de la Guerra, presentaba ante las Cortes el proyecto para constituir la que habia dado en denominar Legion de Salvaguardias Nacionales. La iniciativa, sentida y ambiciosa, paro en un descalabro total: despues de un agrio debate, el proyecto fue desechado por amplia mayoria y con furibundo menosprecio de los diputados.

Pero pongamos la historia en su contexto. En primer lugar, ?quien era este hombre? Pedro Agustin Giron las Casas Moctezuma Aragorri y Ahumada, segun rezaba su nombre completo, era hijo de Jeronimo Giron Moctezuma y Ahumada, tercer marques de las Amarillas, paje del rey Fernando VI y teniente de las Reales Guardias espanolas, quien tras guerrear en America contra los ingleses y contra la Republica Francesa en el Rosellon llego a ser teniente general, gobernador de Barcelona y Virrey y capitan general de Navarra. Pedro Agustin, cuarto marques de las Amarillas, se habia distinguido a su vez en la Guerra de la Independencia, donde habia alcanzado sus ascensos militares, pero habia caido en desgracia ante Fernando VII a partir de 1815, por sus ideas liberales que casaban mal con la deriva absolutista que quiso imponer el Deseado a su regreso. El pronunciamiento de Riego de 1820, que hiciera al rey comprender de pronto la conveniencia de abrir camino en la marcha por la senda constitucional, habia llevado a Pedro Agustin Giron al primer Gobierno revolucionario progresista, donde desempenaba la mencionada cartera de la Guerra. Desde ese puesto tomo conciencia de dos preocupantes realidades: el estado de profunda anarquia en que se hallaba el pais, por cuyos caminos campaban a sus anchas los bandidos en que se habian convertido no pocos de los antiguos combatientes contra el invasor frances; y la indisciplina y la desorganizacion en que se hallaba sumida la Milicia Nacional, el cuerpo armado con que a la sazon se contaba para respaldar el orden, restablecida tras el pronunciamiento liberal por su apoyo popular pero carente de unidad y de profesionalidad mas que discutible.

Todo ello lo llevo a concebir la creacion de un nuevo cuerpo armado que sirviera para garantizar la seguridad publica. Era Giron un militar tecnocrata, liberal de conviccion pero moderado en sus planteamientos, como quiza lo determinaba su ascendencia aristocratica, y para quien la libertad no estaba renida con el orden y la exigencia del cumplimiento de los deberes personales y civicos. Su Legion de Salvaguardias Nacionales debia lograr la paz y la seguridad en el interior del pais, entendido el termino «seguridad» en su significado de «custodia, amparo y garantia». Tras hacer alusion al estado de afliccion en que se encontraba la nacion, a merced de los malhechores, indicaba el preambulo de su proyecto que lo que se proponia no era por cierto crear algo radicalmente nuevo, sino recuperar el espiritu de instituciones existentes en Espana desde mucho tiempo atras. En particular aludia a las Hermandades castellanas, los cuerpos de autodefensa de los ciudadanos libres, surgidos por primera vez en Toledo en el siglo XI, para hacer frente a los abusos de los senores feudales.

Las Hermandades, que tendrian una larga vida y diversas denominaciones (de las que la mas conocida quiza

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