?vale? Y duermete de una vez.

Ella se tapo los ojos con el brazo. Se removia debajo de la manta y le asomaban unos pies estrechos. Yo estaba mucho mas alterado de lo que parecia.

– Buenas noches. ?Te apago la luz?

Se incorporo bruscamente en el sofa.

– ?Te vas? ?Me piensas dejar aqui sola?

– Claro. ?O es que esta habitacion tambien te da miedo?

Paseo sus ojos cobardes por los cuadros, los libros, los objetos dispersos, cada uno de los cuales encerraban una historia para mi. Habia una fotografia de papa y mama abrazados delante de unas montanas. Otra mia, de cuando todavia no hablaba, en el parque de atracciones del monte Igueldo. Era muy rubio. Creo que fuimos mama y yo solos a ese viaje. ?Que edad tendria yo? ?Por que no vino nadie con nosotros? Me detuve en la sensacion de plenitud de aquel verano en San Sebastian, la aprete fuerte contra mi para que durara mucho. Me habia olvidado completamente de Camino hasta que la oi decir, como desorientada:

– No, miedo no. Es muy bonita. Nunca he dormido en un sitio tan bonito. Pero ?y tus padres?

– ?Mis padres que?

– Que quien se encarga de decirselo.

– No le des mas vueltas a eso. Yo me encargo.

Me miro como alguien que esta a punto de ahogarse y le echan una lancha desde un barco grande.

– ?Si? ?Y cuando?

– Pues ahora mismo, si estan despiertos. Y si no, igual. Tu quieta, olvidate de todo y a dormir.

Sali decidido al pasillo. Me invadio una especie de locura que se imponia al desfallecimiento. Cuando me entran prontos asi -que es pocas veces-, antes de oir los truenos ya tengo encima la tormenta, y ademas me gusta, porque no queda tiempo de andarse encomendando a Dios ni al diablo. O sea que llame a la puerta del dormitorio de mis padres con tres golpes fuertes, sin haber mirado la hora, ni saber lo que les iba a decir ni nada.

– ?Que pasa? ?Quien es? -se oyo preguntar a papa con alarma.

– Soy yo, Baltasar.

– Espera, hijo, un momento -sono mas debil la voz de ella.

Pero no espere. Y cuando la oi decir: «Pasa», ya estaba dentro.

Se habian sentado en la cama grande, acababan de encender la luz de la mesilla, y me miraban con una mezcla de susto y curiosidad, porque, ahora que lo pienso, debia de tener pinta de fugado de un manicomio. Me agarre a la barandilla de la cama y empece a soltarles sin mas rodeos una perorata sobre el egoismo y la injusticia. No se podia ir por la vida atropellando a la gente, pensando solo en lo que le pasa a uno, como si los demas no existieran. Veia desenfocadas aquellas dos caras de pasmo surgiendo detras de la sabana que sujetaban a modo de telon. Papa alargo un brazo desnudo y se puso las gafas, como si no pudiera dar credito a los altibajos de aquel discurso que tiraba para adelante en tono ascendente de sermon. En casa llevaba varias semanas viviendo un ser humano y para ellos nada, igual que un perro o peor, no les importaba saber si estaba a gusto o no, como se las apanaba para hacerse un hueco y orientarse en medio de tanto lio. Y si se moria de miedo por las noches, alla ella; me estaba refiriendo a la chica nueva, si. Que, por cierto, se llamaba Camino, ?o es que no se habian enterado?

Sacar la cara por alguien en terminos tan exaltados es poner el corazon a gastar bateria a lo loco. Me tuve que sentar, porque me ahogaba. Y papa aprovecho para meter baza.

– ?Miedo? -balbuceo-. ?De que tiene miedo?

– De lo mismo que tu, en cuanto anochece. ?Has vuelto a cruzar de donde estuvo el tapiz para alla? ?A que no? Ninguno nos atrevemos.

– De momento -dijo el, escurriendo el bulto-, no hay otro sitio para alojarla. Se le advirtio, cuando vino. Se trata de una situacion provisional.

– ?Provisional hasta cuando? Ella no puede seguir durmiendo alli atras. No lo aguanta. Ademas, sitio hay. Lola se va casi todas las noches a dormir a casa de Mati, ?no? Pues la poneis en el cuarto de Lola, y se acabo.

Cerre los ojos, todo me daba vueltas, olia raro, las palabras caian como estrellas fugaces.

– ?Que te pasa, Balti? -se alarmo mama-. Te has puesto muy palido. ?Te encuentras mal?

Y si, me encontraba fatal. De repente, al acordarme de las caricias de Camino y de su pelo untado de brillantina, se me habia revuelto el cuerpo y tuve que salir pitando a vomitar. Ni siquiera me dio tiempo a cerrar la puerta del cuarto de bano.

Enseguida senti, como un olor de flores, las manos frescas de mama apretandome la frente sudorosa, diciendo «pobrecito mio», y estabamos en el monte Igueldo, solos ella y yo, subidos a la montana rusa.

Me refresco la cara, me cogio en brazos y me llevo a la cama con ellos. Acostarme entre los dos nunca lo habia hecho ni me apetecia, pero acepte mi condicion de guinapo total; habia perdido el norte. Y el resuello.

Apenas me acuerdo de lo que paso luego. Pero si de que mama decia, mientras me acariciaba el pelo.

– Esta en una edad muy mala, Damian. Y es demasiado sensible. Como nunca protesta de nada, no nos damos cuenta.

– Si -concedio el-. Puede que tenga razon Pedro.

– ?Claro que la tiene, mas que un santo! Hay que mandarlo fuera. Manana mismo. Necesita cambiar de aires.

Oi varias veces la palabra «campamento». Despues me desmaye.

III. BIENES MUEBLES E INMUEBLES

Si no hubiera llevado conmigo el cuaderno que me vendio el tio de Isidoro, de aquella temporada en el campamento de verano quedarian pocos rastros. Pero lo lleve. Tiene sobre todo dibujos y al mirarlos recupero el olor de los pinos, la voz de un chico que aparece tocando la guitarra, el ruido de la lluvia que a veces caia mansa y oblicua entre el pinar y la playa, paseos montana arriba, un cangrejo en una roca, y aquel consuelo creciente de banarme en el mar, de cansarme, de dormir; de no oponer resistencia a la caricia del olvido.

Hay un dibujo hecho con cuidado especial y coloreado en tonos suaves. Es el que mas me gusta. Se ve a un chico de espaldas, dentro de una cabina telefonica, mirando a traves de los cristales el sol que asoma sobre el lomo del mar. Del auricular que tiene agarrado y pegado al oido, sale una nubecita de comic con la palabra «tesoro», rodeada de rayos amarillo limon iguales a los del sol naciente. Eran las llamadas de mama. Ella sabia que soy madrugador y que a otras horas el locutorio de aquel campamento estaba muy solicitado. Su voz, que conozco tan bien, tiene dos maneras de decir «tesoro», palabra que me encantaba ya mucho antes de hablar ni de saber lo que significaba. Y pronto empece a distinguir tambien que unas veces me llegaba rodeada de rayos de sol como en el dibujo y otras entre nubes de impaciencia y desgana. Luego he pensado que la magia de ciertos sonidos depende del hueco del alma de donde salgan. Y tambien que las palabras de carino no deben repetirse mucho porque corren el peligro de convertirse en adorno. O sea que vuelven rutinario cualquier argumento. Pero en cambio a las llamadas de mama aquel verano le daban vida. Unas veces estaba en Madrid, otras en Segovia, daba igual. Yo la veia subir por las dunas de la playa con una tunica empapada, sonriendo y apretando entre sus manos el cofre del tesoro. Tambien hay otro dibujo en tres recuadros donde avanza asi. Al final se arrodilla, abre el cofre delante de mi y me deja meter las manos en aquellas rarezas enterradas en el fondo del mar. Hablabamos poco, casi siempre de lo mismo. Yo de Segovia no le preguntaba nada en absoluto, como si no existiera, y aunque una vez me dijo que habian alquilado una casa en Madrid para irnos a finales de septiembre, no encontro eco aquel borroso futuro en las paredes que me escondian de todo menos de aquel milagro del dia presente. Sobre mi salud, en cambio, siempre le daba informes concisos pero verdaderos. Estaba mejor, en serio, mucho mejor. Dormia sin pesadillas, daba paseos, le pegaba duro al ingles, me estaba aficionando al ping-pong y se me habia abierto el apetito. Me gustaba Galicia, te entra sin ruido y te moja el alma. Con los chicos bien, ningun problema, muchos eran de pueblos de por alli y algunos cantaban demasiado alto. Pero yo me escapaba solo a explorar rincones desconocidos, playas a las que se llega saltando por las rocas cuando la marea esta baja. Y era fantastico.

Lo que no le dije es que me estaba volviendo un experto en tocarme el cuerpo y que daba mucho gustito,

Вы читаете Los parentescos
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×