apellido. Y me acorde del juego del «veo-veo», que era de acertijos. El lo tenia que conocer.

– ?Con que color y con que letrita? -le pregunte.

Claro que lo conocia. Se echo a reir.

– Pues mira. Color caoba. Y letra b de burro.

– ?Una biblioteca?

Dijo que si con la cabeza.

– ?Un diez! Pero lo mas importante es lo que contiene. ?La Enciclopedia Espasa! En setenta tomos y doce apendices.

– ?De verdad? ?Una de color negro con letras doradas? Mi amigo Isidoro decia que encierra todo el saber del mundo. ?Y esta completa?

– Completa -declaro, triunfante.

Me levante y le di un abrazo.

– Gracias, papa. Que la carguen en el camion de la mudanza y se acabaron las discusiones. A la casa del rio te prometo venir un dia contigo, los dos solos, cuando vivamos ya en Madrid. Y asi tampoco se tiene que enfadar mama. ?Vale?

Quedamos de acuerdo, pero nunca cumpli la promesa ni el me la recordo. O sea que en la casa del rio, que es mia segun los papeles, no he llegado a entrar ni quiero. Se me quitaron para siempre las ganas, que solo de nino tuve una vez. Y aunque luego mama pidio perdon, hicieron las paces y nunca he vuelto a verla pataleando y con los pelos de punta, quedaba claro que aquel bien inmueble se habia convertido para los restos en tema tabu.

Del dinero si se hablo desde el principio, claro, porque ese se mueve, canta y eran cifras seguidas de una burrada de ceros, que llegaron de distintos sitios y se amontonaban hasta formar una montana de arena con jorobas. Por mucha manta que le eches encima al monton se la comen al instante los diablos con ojos de dolar que corretean por debajo, se aparean, se reproducen y nunca mueren saciados. Es plaga de roedores tozudos que asoman el hocico por todas las ranuras, y casi nadie se ve libre de entrar a su servicio, cosa que he ido aprendiendo a lo largo de estos anos ultimos casi con resignacion porque no le veo al asunto via de escape.

Pero, en fin, a lo que ibamos. Aquel bien inmueble con su escudo en la puerta y atestado de trastos enormes se ha quedado inmovil durante nueve anos, no se si con Saturio incluido. En mis suenos aparece como un furgon oxidado, hundido unas veces al fondo del mar y otras empantanado en mitad de un desierto, ofuscado por las tormentas de arena. No se si quedan cadaveres dentro, ahorcados de una viga. Menos mal que se salvo la Enciclopedia Espasa. Esta intacta. Mi abuelo, el duque, no debia de ser muy culto.

El dia 21 de septiembre nos mudamos a Madrid, a la casa del pasillo con alfombra de rombos. El mueble de caoba conteniendo todo el saber del mundo hubo que ponerlo en la entrada, porque en mi cuarto no cabia. A mama se que no le gusto ni un pelo, pero no dijo nada. Desde la bofetada se habia vuelto otra.

IV. DE TERREMOTOS

Desde que vivimos en Madrid -y no hace ni diez anos-, hemos cambiado de casa tres veces. Y a mejor barrio. No es algo extrano entre gente a quien los negocios le van viento en popa, un detalle estadistico sin interes. Si no fuera porque tambien nosotros nos hemos convertido en una familia de poco interes. De futuro bastante previsible, en general. El mio incierto, claro, como el de todos los hijos de papa de mi edad, aunque en la Selectividad hayamos sacado una nota alta; yo un nueve, que es mucho. En eso no me diferencio de los miembros del grupo que suelo frecuentar. Nos enfrentamos al dilema light de decidir por donde se tira y que opcion promete mejor salida economica, atentos a los decretos ministeriales que rigen la eleccion de posibles masters, becas, concursos y otros cepos para competir. Sabemos mucho de eso los adolescentes. Y de casi todo. Nos pasamos continuamente informacion, y abruma convertirse en un banco de datos. A veces ponemos cara de rebeldia, y hasta de asco. Pero la grandeza de Hamlet o de Gary Coo- per en Solo ante el peligro, eso es de otros tiempos. Ninguno de mis conocidos se va a ver vendiendo La Farola ni tiene la mas leve intencion de discutir con espectros acerca de la consistencia del ser. Lo importante es estar al dia de todo, uncirse al carro del progreso. Llegamos a estar mucho mas enterados de lo que hay que hacer para conseguir algo que de la naturaleza de ese «algo». Y bajo tanta avalancha de informacion se van sepultando los suenos.

Pero bueno, queria hablar de las casas de Madrid, buscarles un motivo. Y no es facil.

La primera la habian tomado por medio de una agencia, y desde el principio se declaro que era «provi». A mi padre no le gustaba nada por ser alquilada y tener pasillo largo, que el eso lo ve como cosa antigua. No puede disimular lo que odia los pasillos. Hasta llega a apagar la television cuando sale uno y alguien avanza por el sigilosamente. Es la casa donde conoci a Olalla y durariamos alli poco mas de dos anos.

De la siguiente papa destaco que entrabamos a estrenarla, que era nuestra y que el habia discutido uno por uno con el arquitecto los detalles de distribucion. Mi cuarto era enorme y entro con facilidad el mueble de caoba que alberga la enciclopedia. Durante la epoca en que vivimos alli, en mi se opero una transformacion que no fue casual, pero si galopante, de eso que te conviertes en otro. Ahora me aburre acordarme de aquel joven de conducta irreprochable, totalmente volcado en los saberes de tipo practico, interesado por la economia, incapaz de inventar un disparate linguistico. Alguna secuela ha dejado, no cabe duda. Pero los peldanos de ese proceso, que se inicio con la segunda mudanza de domicilio, ya los contare. Ahora no toca.

La casa de ahora se llama asi: «La casa de ahora», llevamos en ella cinco anos y es la mas lujosa de todas: una pasada. Dos pisos antiguos en la calle de Velazquez, se tiraron los tabiques que unian derecha e izquierda y se remozo todo por dentro, una obra de cientos de millones. Portero de uniforme, ascensor de cristal con letras grabadas y banquito de terciopelo para sentarse, seis balcones magnificos a la calle. Para mi lo mas absurdo es que le hayan metido siete cuartos de bano. Ya en la segunda casa, raras veces se quedaban mis hermanos a dormir, pero ahora ni de milagro, porque cada cual lleva su vida. Huespedes nunca tenemos. O sea que se ha ido agrandando el espacio cuanto menos nos parecemos a la familia de antes. Un detalle nada banal: en esta casa, desde el principio, mis padres duermen en habitaciones separadas.

Mientras no me empeno en sacar las cuentas del tiempo que ocupo cada una ni perseguir los cambios veloces que iban teniendo lugar por fuera de sus paredes, consigo recomponer su espacio y entenderlas a ratos por separado. Pero las veo expuestas a terremoto, como todo lo edificado sobre terreno volcanico, y acabo imaginando esos cimientos como un plano de Pompeya, antes de que el Vesubio, en agosto del ano 79 (era cristiana), cubriera la ciudad y la hiciera desaparecer bajo un alud repentino de lava y ceniza. Nunca he visto las ruinas de Pompeya mas que en grabados y algun documental. Pero su geografia para mi es la de la casa zurriburri.

Y cuando pienso eso, me duermo con miedo, porque todo lo construido encima esta pegado con cemento de mala calidad. O sea que las tres casas de Madrid bailan una dentro de otra, victimas de pequenas sacudidas y a punto de desplome cuanto mas quiero afirmar los pies en ellas. No hay manera, me vomitan de si, y la memoria para anidar y echar raices necesita no salirse de cauce.

A Loreto, una chica que va a estudiar medicina, rama psicologia, y que me ama algo, se lo he tratado de explicar la semana pasado al salir de ver San Francisco en la filmoteca, mientras nos tomabamos una copa en un bar de Atocha. Empezamos a hablar de los terremotos y de lo alterado que me pone a mi pensar en ellos. Y luego, estimulado por su interes, al tercer gin tonic salio esto de las casas.

– Yo no se si sera un virus -le dije-, pero me sube la fiebre. Es exactamente igual que cuando la comida no se asienta y entran ganas de vomitar.

Ella insiste en sospechar que pueda ser algo neurovegetativo. Me informa, ademas, de que por culpa de la capa de ozono se estan declarando padecimientos con sintomas atipicos.

– ?Has tenido gripe este invierno?

– No, estoy vacunado. Debe ser un virus raro, como el que ataca a los ordenadores sin ton ni son. En mi, no cabe duda, guarda relacion con las casas. Van asentadas en calles que recuerdo, pero tambien existen dentro de mi cuerpo presionando masa blanda que rechaza los elementos injertados. Da grima imaginar que van a despegarse y yo a salir disparado por los aires o por conductos subterraneos de un barrio a otro.

– ?Eres poeta? -me pregunta extranada.

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