– No, que yo sepa. De nino, ahora que lo pienso, si era un poco poeta. Sobre todo cuando pensaba en lo raro que es hablar. Ahora lo que me gusta es leer cosas diferentes, aunque no sirvan para nada. Llevo dos dias obsesionado con la historia de Pompeya, repentes que me dan. Hubo un superviviente, ?sabes?, el que lo conto luego.

Loreto me miraba alucinada. Se puso de codos en la mesa.

– No me digas, ?quien era?

– Plinio el Joven. Le escribio una carta a Tacito. Pero tengo miedo de ponerme un poco rollo.

– Que no, Baltasar, que no. Estoy harta de gente clonica. Tu nunca se sabe por donde vas a salir.

– Eso dice mi padre. Menos mal que he vuelto a mi ser, me estaba convirtiendo en otro. Pero es una historia larga. Perdona, cuando tomo tres copas todo se me revuelve.

– No importa. Pero cuentame antes lo de Plinio, no se te vaya a olvidar.

Habia empezado a entrar mucha gente y el ruido era bastante inaguantable. Le propuse salir a la calle. El aire de la noche me sento bien, y tambien me gusto, antes de salir, ver nuestra imagen reflejada en un espejo. Hacemos buena pareja y el gesto de ella era de total novia. Anduvimos sin hablar hasta donde tenia aparcado su coche. Entramos.

– ?Adonde te apetece ir? -pregunto.

– Yo a la filmo a recoger mi moto. Ya no tengo mas ganas de trasnochar. Me duele la cabeza.

No puso la llave de contacto.

– Pero antes cuentame lo de Plinio, por favor. Saque del bolsillo un cuadernito verde, pequeno. -Mejor te lo leo, es tan preciosa la carta que ayer la estuve copiando. Es que, ?sabes?, tengo en mi cuarto la Enciclopedia Espasa, una herencia de mi abuela, es fantastico lo que se aprende.

Y a la luz de una farola, con el coche parado, le lei la carta de Plinio a Tacito, donde describe lo que vio:

Era la hora prima, pero su luz incierta todavia y como mortecina, cuando se conmovieron violentamente los edificios convecinos, de modo que viendo el gran peligro que, a no dudarlo, corriamos de quedar envueltos entre ruinas en aquel sitio estrecho, aunque a cielo descubierto, determinados a salir de la ciudad, y como a toda persona sobrecogida de pavor parece prudencia el obedecer el impulso ajeno antes que el propio, nos sigue en tropel una muchedumbre azorada, empujandonos. Paramos al raso y alli fue lo estupendo, alli fueron nuestros sobresaltos. Los carros, que haciamos ir con nosotros, se tambaleaban tanto, con ser muy llano el piso, que ni cargados de piedras quedaban firmes en su sitio; las aguas del mar hacian un movimiento de resaca como si las repitiera el terremoto. Con ello se habia ensanchado la playa y sobre la enjuta arena yacia una multitud de peces; y a la parte opuesta una nube negra y horrorosa rasgada por el espiritu del fuego en retorcidos y centelleantes surcos se hendia despidiendo largas llamaradas como de relampagos pero mayores. Empieza entonces a caer ceniza y mirando atras veo venir una oscuridad densa y amenazadora que a modo de torrente desbordado se echaba sobre nosotros… Luego aclaro un poco mas ello no nos parecio ser luz de dia sino del fuego que se nos venia. Se detuvo a larga distancia, pero pronto volvio a cerrar la oscuridad y a caer una ceniza gruesa y copiosa que sacudiamos de nuestras ropas, pues de otra suerte nos hubiera cubierto y aun ahogado con su peso. Al fin, encareciendose el negro vapor, se disipo como el humo o la niebla, se despejo el dia y alumbro el sol, pero con luz palida de eclipse, y nuestros ojos, perturbados aun, contemplaron el general trastorno, y la tierra toda cubierta de una capa de ceniza a semejanza de una nevada.

Levante los ojos hacia Loreto, aislada de todo lo que no fuera escucharme. Pero habia unas siluetas poco tranquilizadoras al otro lado de la ventanilla y me apresure a echar el seguro.

– Arranca enseguida -le dije-. Pero no los mires. Tienes sitio. ?Rapido!

Eran dos tipos jovenes con muy mala pinta, agresivos. Empezaron a aporrear el cristal y la carroceria al ver que nos largabamos. Uno de ellos saco una navaja. El otro se puso delante del motor con los brazos abiertos. Pero Loreto logro hacer un esguince habil y los dejamos atras. Nos insultaban a voz en cuello. Por fin los perdimos de vista.

– Ahora ya puedes correr. Pasate ese semaforo. ?Estas asustada?

– No mucho, pero algo.

– Siempre anda rondando alguna amenaza de terremoto. Metete por la derecha. Ya paso.

Cuando llegamos a la Filmoteca, los dedos le temblaban un poco. Se los acaricie levemente.

– Me da pena que te vayas -dijo-. Te quedan muchas cosas por contarme. Lo de cuando eras poeta de pequeno.

– Pero para eso hay que estar en vena. Nos queda mucho tiempo. Que descanses, guapa.

Me baje, y antes nos dimos un beso.

– Eres demasiado -dijo.

Me monte en la moto y segui su coche por Santa Isabel abajo. En un tramo de la calle la adelante y le dije adios con la mano. El aire que entraba por la ventanilla abierta le alborotaba el pelo.

La verdad es que Loreto es una chica muy dulce y me gusta como sonrie. Por su parte lo tengo facil. Pero tampoco quiero convertirme en un conquistador profesional como Maximo, soy muy joven para meterme con novias de esas que te quieren ver todos los dias. Y ademas sigo enamorado de Olalla.

V. LA RAYA INVISIBLE (inicio del capitulo)

Querida Olalla: me he enterado de que tu abuelo, el de los bebedizos, es Bruno el titiritero. Yo lo conoci porque vivia en el piso de arriba de nuestra casa de Segovia, y a su mujer Elsa. Creo que ella sera tu abuela, y si no mejor que no me digas porque me armo jaleo. No sabes la rabia que me da que solo me dejaras hacerte tres preguntas. Ahora se me ocurren muchas mas, montones, pero son de las que necesitas ver la cara del que te va a contestar. Asi que no se para que te escribo. Claro que eres tan rara que igual andas escondida por algun rincon de esta casa y al oir «Querida Olalla» vuelves a aparecer.

A veces me invento cosas para no aburrirme, y me las creo, o sea que igual podias no haber venido de verdad. Y lo dudaba un poco, hasta que he sabido lo de tu abuelo. El tambien una vez me llamo nino cubico, era de un cuento o algo. Luego he dicho tate, eso lo sabe Olalla. Cuando te vuelva a ver me gustaria que me contaras ese cuento. Aunque igual no tienes ganas o ya no tengo ganas yo de oirlo. A cada poco tiempo cambiamos sin que se note. Nosotros mas cuando le pasa a otro, yo a los de mi casa es que no los sigo, me marean, pero ellos me miraran a mi y pensaran lo mismo. Fue ideal que desaparecieras tan deprisa, lo mas misterioso. Pero me acuerdo mucho de ti y me encantaria volverte a ver en persona. Eres tronchante. He hecho un dibujo de cuando te encontre en mi cuarto con un pie en alto y me avisaste que no pisara una raya en el suelo. Yo no la vi, pero seguramente estaba. Es lo que mas se me ha quedado en la cabeza, lo mas importante de todo, esa raya invisible.

No se que mas decirte. Manana vuelven mis padres de su viaje de novios. Aqui hace un calor horrible. Y no tengo amigos. Menos mal que leer me chifla. A ti no se.

Adios, Olalla. Buenas noches, donde estes. Yo me figuro que en la luna, que has subido en una escalera de cuerda que sujeta desde el suelo Bruno el sabio de la tribu. Ojala te acuerdes de mi un poquito. Por si no lo sabes, el nino cubico se llama

Baltasar

Nunca habia escrito una carta a nadie y me pase mucho rato sin dormir, haciendo borradores, hasta que quedo como la he copiado. Tenia la ventana abierta y miraba la luna. Luego me fui a la cama, pero seguia pensando en la carta y no me venia el sueno. Las posibilidades de mandarsela estaban poco claras, porque era un asunto secreto y preguntar las senas de Olalla lo echaria todo a perder. Lo unico que se me ocurrio fue buscarlas por mi cuenca. Mama tiene una agenda gris que lleva siempre en el bolso y seguro que alli las tendria apuntadas por la B de Bruno, G de Gabriel o el apellido de mis hermanos, que es el mismo de Olalla, aunque ella no me toque nada. Me dormi dandole vueltas a ese lio que no hay quien lo entienda.

Luego, cuando volvieron mis padres de las islas Virgenes, se me fueron pasando las ganas de fisgar a escondidas la agenda, por miedo de que alguien me pudiera pillar. Y ademas que, al releer la carta, pensaba que a lo mejor a Olalla le parecia algo cursi, asi que la guarde en un cajoncito de dentro de la mesa de Gabriel, que tiene llave.

Mis padres vinieron del viaje bastante distintos, cada uno a su manera. A mama le dio por poner orden en la

Вы читаете Los parentescos
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×