Recibi esa decision como habia recibido las otras, con un amable interes. No queria, con mi aprobacion, impulsarte a tomar decisiones equivocadas que no sintieras de verdad. Durante las semanas siguientes seguiste hablandome de la idea de ir a America. «Si voy alli un ano -repetias obsesivamente-, por lo menos aprendere un idioma y no perdere el tiempo.» Te irritabas enormemente cuando te hacia notar que perder el tiempo no es en absoluto grave. Pero llegaste al maximo de la irritacion cuando te dije que la vida no es una carrera, sino un tiro al blanco, lo que importa no es el ahorro de tiempo, sino la capacidad de encontrar una diana. Habia sobre la mesa dos tazas que inmediatamente hiciste volar barriendolas con un brazo, para despues estallar en llanto. «Eres una estupida, -decias cubriendote el rostro con las manos-. Eres una estupida. ?No entiendes que precisamente eso es lo que quiero?» Durante semanas habiamos sido como dos soldados que, tras haber enterrado una mina en un campo, procuran no pasar sobre ella. Sabiamos donde estaba, que era, y caminabamos distantes, fingiendo que el asunto a temer era otro. Cuando estallo y tu sollozabas diciendome no entiendes nada, nunca entenderas nada, tuve que realizar un gran esfuerzo para no dejarte intuir mi turbacion. Tu madre, la manera que tuvo de concebirte, su muerte: de todo eso nunca te he hablado y el hecho de que callara te llevo a creer que para mi el asunto no existia, que era poco importante. Pero tu madre era mi hija, tal vez no tengas en cuenta eso. O quizas lo tengas en cuenta, pero, en vez de decirlo, lo incubas en tu interior: no puedo explicarme de otra forma determinadas miradas tuyas, determinadas palabras cargadas de odio. Aparte del vacio, de ella no tienes otros recuerdos: todavia eras demasiado pequena el dia que murio. Yo, en cambio, conservo en mi memoria treinta y tres anos de recuerdos, treinta y tres mas los nueve meses durante los cuales la lleve en mi vientre.

?Como puedes pensar que el asunto me deja indiferente?

En el hecho de no enfrentar antes la cuestion, por mi parte habia unicamente pudor y una buena dosis de egoismo. Pudor, porque era inevitable que al hablar de ella tuviera que hablar de mi misma, de mis culpas, verdaderas o supuestas; egoismo, porque confiaba en que mi amor fuese tan grande como para cubrir la ausencia del suyo, tanto como para impedirte sentir un dia nostalgia de ella y preguntarme: «?Quien era mi madre, por que murio?»

Mientras fuiste una nina, juntas eramos felices. Eras una nina llena de alegria, pero en tu alegria no habia nada que fuera superficial, que pudiera darse por descontado. Era una alegria sobre la que siempre estaba al acecho la sombra de la reflexion, pasabas de la risa al silencio con una facilidad sorprendente. «?Que hay, que estas pensando? -te preguntaba entonces, y tu, como si yo hablase de la merienda, contestabas-: pienso en si el cielo se acaba o sigue para siempre.» Estaba orgullosa de esa manera tuya de ser, tu sensibilidad se parecia a la mia, yo no me sentia mayor y distante, sino tiernamente complice. Me ilusionaba, queria ilusionarme con que fuese siempre asi. Pero lamentablemente no somos seres suspendidos dentro de pompas de jabon, vagando felices por el aire; en nuestras vidas hay un antes y un despues, y ese antes y despues entrampa nuestros destinos, cae sobre nosotros como una red sobre la presa. Suele decirse que las culpas de los padres recaen sobre los hijos, las de los abuelos sobre los nietos, las de los bisabuelos sobre los bisnietos. Hay verdades que llevan consigo una sensacion de liberacion y otras que imponen el sentido de lo tremendo. Esta pertenece a la segunda categoria. ?Donde se acaba la cadena de la culpa? ?En Cain? ?Sera posible que todo haya de alejarse tanto? ?Hay algo detras de todo esto? En cierta ocasion lei en un libro hindu que el hado posee todo el poder, en tanto que la fuerza de la voluntad es tan solo un pretexto. Tras haber leido aquello, una gran paz se aposento en mi interior. Pero al dia siguiente, sin embargo, pocas paginas mas adelante, encontre que decia que el hado no es otra cosa que el resultado de las acciones pasadas: somos nosotros, con nuestras propias manos, quienes forjamos nuestro destino. Por lo tanto, volvi a encontrarme en el punto de partida. «?Donde esta el cabo de esta madeja? -me pregunte-. ?Cual es el hilo que se devana? ?Es un hilo o una cadena? ?Se puede cortar, romper, o bien nos envuelve para siempre?»

Por lo pronto, la que va a cortar soy yo. Mi cabeza ya no es la de antes; las ideas estan siempre aqui, claro, no ha cambiado mi manera de pensar, sino la capacidad de mantener un esfuerzo prolongado. Ahora me siento cansada, la cabeza me da vueltas, como cuando de joven intentaba leer un libro de filosofia. Ser, no ser, inmanencia… despues de unas pocas paginas sentia el mismo aturdimiento que se siente viajando en autobus por carreteras de montana. Te dejo por el momento. Voy a idiotizarme un rato delante de esa amada-odiada cajita que esta en la sala.

20 de noviembre

Otra vez aqui, tercer dia de nuestro encuentro. O, mejor dicho, cuarto dia y tercer encuentro. Ayer estaba tan fatigada que no logre escribir nada y tampoco leer. Sintiendome inquieta y no sabiendo que hacer, me pase el dia dando vueltas entre la casa y el jardin. El aire era bastante templado y durante las horas mas calidas me sente en el banco que esta junto a la forsizia. Alrededor, el prado y los bancales estaban en el mas completo desorden. Mirandolos, volvio a mi mente la pelea por las hojas caidas. ?Cuando fue? ?El ano pasado, hace dos anos? Yo habia pasado una bronquitis que no terminaba de curarse, las hojas estaban ya todas sobre la hierba y se arremolinaban por todas partes, arrastradas por el viento. Al asomarme a la ventana me habia asaltado una gran tristeza; el cielo estaba sombrio, fuera todo ofrecia un aspecto de abandono. Me dirigi a tu habitacion, estabas tendida en la cama con los auriculares en las orejas. Te pedi que por favor rastrillases las hojas. Para que me oyeras tuve que repetir la frase varias veces en un tono de voz cada vez mas alto. Te encogiste de hombros diciendo: «?Y eso por que? En la naturaleza nadie las recoge, alli se quedan pudriendose y esta bien asi.» En aquel entonces la naturaleza era tu gran aliada, conseguias justificarlo todo con sus inquebrantables leyes. En vez de explicarte que un jardin es una naturaleza domesticada, una naturaleza-perro que cada ano se parece mas a su amo y que, precisamente como un perro, necesita constantes atenciones, me retire a sala sin anadir nada mas. Poco despues, cuando pasaste por delante de mi para ir a coger algo de la nevera, viste que estaba llorando, pero no hiciste caso de ello. Solo a la hora de la cena, cuando volviste a salir de tu cuarto y dijiste «?Que hay para comer?», te diste cuenta de que todavia estaba alli y de que todavia lloraba. Entonces te fuiste a la cocina y empezaste a trajinar ante los fogones. «?Que prefieres -gritabas desde la cocina-, un budin de chocolate o una tortilla?» Habias comprendido que mi dolor era verdadero e intentabas mostrarte amable, darme gusto de alguna manera. Al dia siguiente por la manana, al abrir los postigos te vi en el prado. Llovia con fuerza, llevabas el chubasquero amarillo y estabas rastrillando las hojas. Cuando regresaste alrededor de las seis, yo hice como si nada ocurriera; sabia que detestabas por encima de cualquier otra cosa esa parte de ti que te llevaba a ser buena. Esta manana, contemplando desolada los bancales del jardin, he pensado que verdaderamente deberia recurrir a alguien para que elimine el abandono en que he caido desde que enferme. Lo llevo pensando desde que sali del hospital, y, sin embargo, todavia no me decido a hacerlo. Con el paso de los anos ha nacido en mi un gran sentimiento de celo por el jardin: por nada del mundo renunciaria a regar las dalias, a desprender de una rama una hoja muerta. Es raro, porque cuando era joven me fastidiaba mucho ocuparme de su cuidado; tener un jardin, mas que un privilegio, me parecia un engorro. De hecho, bastaba que aflojase mi atencion un dia o dos e inmediatamente, sobre ese orden tan fatigosamente alcanzado, volvia a colarse el desorden; y el desorden era lo que me fastidiaba mas que cualquier otra cosa. No tenia un centro en mi interior, y por consiguiente no soportaba ver en el exterior lo mismo que tenia en mi interior. ?Hubiera debido recordarlo cuando te pedi que barrieras las hojas!

Hay cosas que solo se pueden entender a cierta edad y no antes; entre estas, la relacion con la casa y con todo lo que hay dentro y fuera de ella. A los sesenta o setenta anos repentinamente entiendes que el jardin y la casa ya no son un jardin y una casa donde vives por comodidad, o por azar, o porque son bellos, sino que son tu jardin y tu casa, te pertenecen de la misma manera que la concha pertenece al molusco que vive en su interior. Has formado la concha con tus secreciones, en sus capas concentricas esta grabada tu historia: la casa-cascaron te envuelve, esta sobre ti, alrededor, tal vez ni siquiera la muerte pueda librarla de tu presencia, de las alegrias y sufrimientos que has sentido en su interior.

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