– ?No le han gustado los espaguetis, senor conde?

– Estaban exquisitos, Valeria, pero quiero dejar un poco de sitio para el coda.

La mujer asintio, tomo su plato y luego el de Brunetti. El conde escanciaba mas vino cuando ella volvio. Brunetti se alegro al comprobar que estaba en lo cierto respecto al coda. El plato estaba adornado con ramitas de romero y un rabano.

– ?Por que le hacen eso a la comida? -pregunto, senalando el plato del conde con el menton.

– ?Es una pregunta o una critica del servicio? -pregunto el conde.

– Una simple pregunta.

El conde partio el pescado con la pala y el tenedor, para ver si estaba hecho por dentro. Al comprobar que asi era, dijo:

– Recuerdo la epoca en que, por unos miles de liras, tenias una buena comida en cualquier trattoria u osteria de la ciudad. Risotto, pescado, ensalada y un buen vino. Nada sofisticado, solo los buenos platos que el dueno comia en su propia mesa. Pero eso era cuando Venecia era una ciudad que estaba viva, que tenia su industria y sus artesanos. Ahora lo unico que tenemos son turistas, y los ricos estan acostumbrados a platos delicados como este. Asi, para satisfacer sus gustos, tenemos platos bonitos. -Probo el pescado-. Por lo menos, este ademas de bonito es bueno. ?Y el tuyo?

– Excelente -respondio Brunetti. Puso una espina en la orilla del plato y dijo-: ?Querias hablarme de algo?

Con la cabeza inclinada sobre el plato, el conde dijo:

– Es sobre Paola.

– ?Paola?

– Paola, si. Mi hija. Tu mujer.

Brunetti se sintio invadido por un repentino furor ante aquel tono displicente, pero se contuvo, y repuso con una voz distante que tenia un frio reflejo del sarcasmo del conde.

– Y la madre de mis hijos. Tus nietos. No lo olvides.

El conde dejo los cubiertos sobre el plato y aparto este a un lado.

– Guido, no he querido ofenderte…

Brunetti atajo:

– Entonces ahorrate el paternalismo.

El conde tomo la jarra de vino, echo la mitad del resto en la copa de Brunetti y acabo de vaciarla en la suya.

– Paola no es feliz. -Miro a Brunetti, para ver que efecto le hacian sus palabras y, en vista de que Brunetti no decia nada, agrego-: Es mi unica hija, y no es feliz.

– ?Por que?

El conde levanto la mano con el anillo del escudo Falier. Al verlo, Brunetti penso en el cadaver que habia aparecido en el campo y se pregunto si seria el del chico Lorenzoni. Si lo era, ?con quien debia hablar ahora, con el padre, con el sobrino, quiza con la madre? ?Como importunarlos, en medio de un dolor recrudecido por el hallazgo del cadaver?

– ?Me escuchas?

– Naturalmente -respondio Brunetti, que no escuchaba-. Me has dicho que Paola no es feliz y yo te he preguntado por que.

– Y yo te lo he explicado, Guido, pero tu estabas lejos, con la familia Lorenzoni y con ese cadaver que han encontrado, pensando en como conseguir que se haga justicia. -Hizo una pausa, esperando que Brunetti dijera algo-. Una de las causas de su infelicidad que he tratado de hacerte comprender es esa, la de que la busqueda de lo que tu consideras la justicia te absorbe… -Se interrumpio, y movio la copa vacia sobre la mesa sosteniendola entre los nudillos del indice y el mayor. Levanto la mirada y sonrio, pero fue una sonrisa que entristecio a Brunetti-. Te absorbe excesivamente, Guido, y creo que eso hace sufrir a Paola.

– ?Quieres decir que le dedico mucho tiempo?

– No, Guido. Quiero decir lo que he dicho. Que te vuelcas en esos casos y que te implicas con la gente, tanto con los criminales como con las victimas, y te olvidas de Paola y los ninos.

– Eso no es cierto. Muy pocas veces he dejado de estar a su lado cuando me han necesitado. Hacemos muchas cosas juntos.

– Por favor, Guido -dijo el conde suavizando el tono-. Tu eres muy inteligente para creer, o para esperar que yo crea, que estar en un sitio o estar al lado de una persona significa que estas alli y que estas con ella realmente. Recuerda que yo te he visto trabajar, y se lo que te ocurre. Tu espiritu desaparece. Hablas y escuchas y vas con los ninos a los sitios, pero no estas presente. -El conde se sirvio agua mineral y bebio-. En cierto modo, estas como estaba el chico Lorenzoni la ultima vez que lo vi: distraido, distante, ausente.

– ?Te lo ha dicho Paola?

El conde parecio casi sorprendido.

– Guido, no tengo razones para esperar que me creas, pero Paola nunca diria ni una palabra contra ti, ni a mi ni a nadie.

– Entonces, ?como puedes estar tan seguro de que no es feliz? -Brunetti trataba de borrar la colera de su voz al decir esto.

Distraidamente, el conde alargo la mano hacia un pequeno trozo de pan que habia quedado a la izquierda del plato y empezo a desmenuzarlo.

– Cuando nacio Paola, Donatella estuvo mucho tiempo enferma despues del parto, asi que tuve que encargarme de buena parte de los cuidados de la nina. -Al ver el gesto de sorpresa de Brunetti se echo a reir-. Ya se, ya se, debe de ser dificil imaginarme dando biberones y cambiando panales, pero eso hice durante unos cuantos meses, y cuando Donatella volvio a casa… en fin, aquello se habia convertido en costumbre, y segui haciendolo. Cuando le has cambiado el panal a una criatura durante un ano, y dado de comer, y hecho dormir, sabes cuando esta contenta y cuando esta triste. -Antes de que Brunetti pudiera disentir, el conde prosiguio-: Y no importa si tiene cuatro meses o cuarenta anos ni si la causa es un colico o problemas matrimoniales. Lo sabes. Por eso se que no es feliz.

Aqui se estrellaron las protestas de inocencia o de ignorancia de Brunetti. Tambien el habia cambiado panales y acunado por la noche a ninos que lloraban, y leido cuentos hasta que se dormian, y siempre habia pensado que eran esas noches las que le habian dado una especie de radar que detectaba el estado de -aqui tenia que usar la palabra del conde- su espiritu.

– No sabria hacer lo que hago de ninguna otra manera -dijo al fin, en un tono limpio ya de enojo.

– Siempre he querido preguntarte por que es tan importante para ti -dijo el conde.

– ?Por que es importante para mi el que? ?Arrestar al que ha cometido un crimen?

El conde agito una mano con displicencia.

– No creo que sea eso lo mas importante para ti. ?Por que tienes que encargarte de que se haga justicia?

Valeria eligio este momento para presentarse en la mesa, pero ninguno de los dos hombres queria postre. El conde pidio dos grappas y se volvio hacia Brunetti.

– Tu has leido a los griegos, ?verdad? -pregunto al fin Brunetti.

– A algunos, si.

– ?A Critias?

– Hace tanto tiempo que no tengo mas que una vaga idea de lo que escribio. ?Por que?

Valeria vino, les dejo los vasitos y se fue en silencio.

Brunetti tomo un pequeno sorbo del licor.

– Probablemente, no este citandolo bien, pero en algun sitio dice que las leyes del Estado castigan los crimenes publicos, y que por eso necesitamos la religion, para que podamos creer que la justicia divina castiga los crimenes privados. -Se detuvo y tomo otro sorbo-. Pero nosotros ya no tenemos religion, ?verdad? -El conde movio la cabeza negativamente-. Asi que quiza sea eso lo que yo persigo, aunque no es que haya hablado de ello, ni haya pensado mucho en ello. Si la justicia divina no castiga el crimen privado, alguien tiene que castigarlo.

– ?Que entiendes tu por crimen privado? Quiero decir, en que lo distingues del publico.

– Dar a una persona un mal consejo para despues aprovecharte de su error. Mentir. Traicionar la

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