Cuando el reloj digital senalo las cinco y cuarto, desistio y se levanto de la cama. Salio del dormitorio de puntillas y al salir cerro la puerta con cuidado. En el espejo del cuarto de bano contemplo su rostro; a pesar de que la luz era escasa, se veian claramente las ojeras bajo los ojos. Permanecio un buen rato bajo la ducha.

Ya en la cocina, se preparo un cafe; el ruido silbante de la cafetera se mezclaba con el bufido del viento fuera de la casa.

La tormenta encajaba a la perfeccion con su estado de animo, igualmente alterado y caotico. Tras veinticinco anos al frente de la principal galeria de arte de Visby, con un matrimonio estable, dos hijos independizados y una existencia rutinaria, su vida habia dado un giro total. Ignoraba como iba a terminar.

Su decision, irrevocable ya, llevaba un tiempo fraguandose. El cambio que habia experimentado a lo largo de aquel ultimo ano era tan maravilloso como osado. No se reconocia a si mismo, y a la vez se sentia mas cerca que nunca de su verdadera personalidad. Se le encendia la sangre como a un adolescente, como si se hubiera despertado tras varios decenios de hibernacion. Los aspectos nuevos que habia descubierto en su interior lo tentaban y lo asustaban.

De cara al exterior, seguia actuando como de costumbre, intentaba parecer impasible. Monika no sabia nada de sus planes, aquello iba a ser una autentica sorpresa. Y no es que le preocupara. Hacia mucho que su matrimonio habia muerto. Sabia lo que queria. Ninguna otra cosa significaba nada ya.

Su determinacion lo tranquilizo lo suficiente como para que pudiera sentarse en uno de los taburetes de la moderna barra de la cocina y disfrutar de su espresso macchiato doble. Abrio el periodico, busco la pagina siete y contemplo satisfecho el anuncio. Aparecia arriba a la derecha y se veia bien. Iria mucha gente.

Antes de iniciar su paseo hasta la ciudad, fue hasta la playa. Cada dia amanecia mas temprano. Ya entonces, a mediados de febrero, se notaba en el aire que se acercaba la primavera. Los cantos rodados eran tipicos de las playas de Gotland, y las piedras sobresalian del agua por doquiera. Las aves marinas volaban bajo sobre la superficie del mar, entre chillidos y graznidos. Las olas ondeaban aqui y alla. El aire era frio y le hacia llorar. El horizonte gris parecia cargado de promesas. Sobre todo, si pensaba en lo que haria al terminar la tarde.

La idea lo animo y se encamino con paso rapido hacia el centro de la cuidad, que distaba apenas un kilometro.

Dentro de la zona amurallada, el viento se calmo un poco. Las estrechas calles aparecian vacias y silenciosas. Un sabado a esa hora tan temprana, apenas se veia un alma. Arriba, en la Plaza Mayor, el centro de la cuidad, observo la primera senal de vida: una furgoneta de reparto entregaba el pan en el supermercado ICA Torgkassen. La puerta trasera por donde se recibian los pedidos estaba abierta y se oia ruido dentro.

Conforme se acercaba a la galeria se le formo un nudo en el estomago. El lunes iba a abandonar el lugar al que habia dedicado toda su vida profesional. Se habia dejado alli el alma, y eran incalculables las horas de trabajo que habia pasado alli.

Permanecio un rato en la calle contemplando la fachada. Los modernos ventanales se abrian a la plaza y a las ruinas de la iglesia de Sankta Karin, del siglo xiii. El edificio, construido en la Edad Media, conservaba en su interior una boveda y pasadizos subterraneos de la epoca. Respetando ese marco historico, habia decorado la galeria con un estilo moderno y sobrio, con colores claros y algunos pequenos detalles que le daban un toque original. Los visitantes solian elogiar la admirable combinacion de elementos antiguos y modernos.

Abrio la puerta del local, entro en la oficina y colgo el abrigo. Aquel no solo era un fin de semana decisivo desde un punto de vista personal, sino que, ademas, coincidia con la inauguracion de la primera exposicion de la temporada, que para el seria tambien la ultima. Al menos aqui, en Visby. La venta de la galeria supero todos los tramites legales y el nuevo propietario habia firmado el contrato. Todo estaba listo. En Gotland, la unica persona enterada de la venta era el.

Observo la sala. Los cuadros estaban colgados donde debian. Enderezo uno que habia quedado algo torcido. Las invitaciones se habian enviado con varias semanas de antelacion, y el interes despertado hacia suponer que acudiria mucha gente.

Pronto llegaria la empresa de catering con los canapes. Examino por ultima vez la colocacion de los cuadros y su iluminacion, aspecto en el que era particularmente puntilloso. Las pinturas, dispuestas con sumo cuidado, resultaban llamativas, explosivas, con colores intensos. Expresionistas y abstractas, rebosantes de energia y de vitalidad. Algunas eran atroces y violentas, tan negras que ponian los pelos de punta. Mattis Kalvalis, el artista, era un joven lituano desconocido en Suecia hasta entonces. Con anterioridad, solo habia expuesto en los paises balticos. A Egon Wallin le gustaba apostar a ciegas por nuevos valores, por artistas jovenes que tenian todo el futuro por delante.

Se acerco a la ventana para colocar alli el retrato en blanco y negro de Mattis Kalvalis.

Cuando alzo la vista y miro fuera, a la calle, vio a un hombre algo alejado que lo observaba fijamente.Vestia una cazadora negra, acolchada y ancha, y se tocaba con un gorro de punto calado hasta las orejas. Lo mas sorprendente es que llevaba unas enormes gafas de sol negras en pleno invierno. Un dia en que ni siquiera lucia el sol.

La parecio extrano que permaneciese alli de pie, inmovil. Tal vez estuviera esperando a alguien.

El galerista continuo con sus tareas. La radio local emitia peticiones del oyente, y en aquel momento sonaba una cancion de Lill-Babs, o Barbro Svensson, como a el le gustaba llamarla. Esbozo una sonrisa al modificar la posicion de uno de los cuadros de contenido mas violentos, con un tema casi pornografico. Menudo contraste con la melodia de la radio: ?Sigues enamorado de mi, Klas-Goran?

Cuando se volvio y miro de nuevo a la calle, se sobresalto. El hombre al que habia visto a lo lejos se habia mudado de sitio. Ahora se encontraba delante del ventanal, con la nariz casi pegada al cristal. El desconocido lo miro fijamente a los ojos, pero no hizo ningun gesto de saludo.

Egon se echo instintivamente hacia atras y, angustiado, empezo a buscar algo en lo que entretenerse. Hizo como si estuviese colocando las copas de vino que habian dejado preparadas la tarde anterior. Los platos para los canapes los facultaria la empresa de catering.

La cancion de Klas-Goran habia terminado, y ahora era Magnus Uggla quien entonaba una vociferante cancion de los anos ochenta.

Vio por el rabillo del ojo que el hombre misterioso seguia en el mismo sitio. Una sensacion de desagrado se fue apoderando de el. ?Seria algun paciente del psiquiatrico de Sankt Olof? No iba a perder los nervios por aquel idiota. Pronto se ira, penso. Si no me ve, se cansara. La puerta estaba cerrada, de eso estaba seguro. La galeria no abriria hasta la una, puesto que aquel dia se inauguraba la exposicion.

Subio la escalera que conducia a la oficina del piso superior, entro y cerro la puerta. Se sento y tomo unos papeles, pero no consiguio quitarse de encima la preocupacion. Tenia que hacer algo. Abordar al hombre de la calle. Enterarse de lo que queria.

Enojado porque lo hubieran molestado, se incorporo y bajo a toda prisa la escalera…, solo para descubrir que el tipo se habia largado.

Con un suspiro de alivio, volvio a sus ocupaciones.

Capitulo 2

Lo desperto el viento huracanado. Vibraban los cristales de las ventanas y una rama golpeaba contra la pared de la casa. Se oia el estruendo del mar y la agitacion de las copas de los arboles. El edredon se habia caido al suelo y tenia frio. Los pocos radiadores que habia no eran suficientes para calentar la casa. Aquella era una vivienda de verano y no solian alquilarla en invierno, pero el logro convencer a la duena para que hiciera una excepcion. Le dijo que estaba realizando un estudio sobre los problemas que afectaban al sector azucarero de la isla. El informe era para el ministerio de Agricultura, pero el no trabajaba en el ministerio, sino que se trataba de un encargo y por eso no podia pagarse una habitacion en un hotel. La duena no comprendio muy bien que relacion tenia una cosa con otra, pero renuncio a hacer mas preguntas. De hecho, el alquiler no suponia para ella ningun trabajo anadido, asi que solo tenia que entregarle las llaves.

Se levanto de la cama y se puso el jersey y los pantalones.

Tenia que salir, a pesar del mal tiempo, porque la casa disponia de cocina y bano, pero el agua estaba cortada.

El viento soplaba con tal fuerza que le costo trabajo abrir la puerta y cuando salio esta se cerro con un

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