de gran envergadura en una enorme mansion campestre situada en Burgsvik, al sur de Gotland. El director jefe de la casa de subastas Bukowskis les pregunto a un companero y a el si podian desplazarse hasta alli. Un terrateniente de Gotland era propietario de una extensa coleccion de pintura sueca de finales del siglo xix y principios del xx y queria venderla. Se trataba de una treintena de obras, desde grabados de Zorn hasta oleos de George Pauli e Isaac Grunewald.

Los dos colegas pasaron todo el viernes en Burgsvik, y ello supuso toda una experiencia. La mansion resulto ser un ejemplar unico de la casa tradicional de la isla, construida con piedra caliza, y los dos disfrutaron tanto con el entorno como con la impresionante coleccion. Entablaron una relacion tan buena con los duenos de la casa que estos los invitaron a cenar. Pasaron la noche en Visby, en el hotel Strand.

Erik queria estar descansado el sabado. Tenia muchas cosas que hacer. Se proponia empezar el dia visitando el lugar que mas apreciaba en el mundo y que llevaba muchos anos sin visitar.

Apenas desayuno, subio al coche y se marcho. El dia estaba nublado y las previsiones meteorologicas informaban de que se acercaba una nevada. No iba muy lejos. El destino de su viaje estaba cinco kilometros al norte de Visby.

Justo cuando iba a girar para seguir el indicador hacia Muramaris, vio un coche que venia desde alli. Aquello le extrano. Casi nadie se molestaba en ir alli en invierno.

Habia una senal arriba, en la carretera principal, que informaba de la existencia de un aparcamiento para los visitantes, si bien en pleno mes de febrero estaba vacio. Al salir del coche se detuvo en el camino de guijarros con la cara vuelta hacia el mar, que desde alli solo se podia adivinar. Mucho mas abajo se agitaban las olas, con la misma predestinacion que el ir y venir de los anos.

A ambos lados del camino crecia un tupido bosque de arboles bajos y retorcidos, claramente marcados por las tormentas otonales. No habia ninguna casa en los alrededores.

Durante el paseo de bajada por la prolongada cuesta, se le llenaron los ojos de lagrimas. Habia pasado mucho tiempo desde la ultima vez que estuvo alli. Las copas de los arboles susurraban a su alrededor y se oia el ruido de los guijarros bajo sus pies. Estaba solo, y eso era precisamente lo que queria. Aquel era un momento sagrado.

Cuando aparecio ante el la casa, al doblar el recodo del camino, comenzo a nevar. Los copos descendian lentamente del cielo y se posaban con suavidad sobre su cabeza.

Se detuvo para contemplar el paraje que se divisaba al fondo, el deteriorado edificio principal, la casa del jardinero… y alli estaba tambien, algo apartada, la casita roja de peculiar historia.

Que diferencia con la ultima vez que estuvo alli. Entonces era pleno verano y pasaron dos semanas en la casa, igual que el pintor cuando, hacia ya casi cien anos, iba alli de visita con su amante.

Erik gozo entonces de cada segundo: dormir en el mismo dormitorio que el, hallarse bajo el mismo techo, desayunar en la misma cocina en la que el se habia sentado (la vieja cocinilla de hierro no se habia cambiado nunca). Aquellas paredes guardaban relatos que tan solo podia imaginar.

Desde alli tenia una vista completa de Muramaris, la casa de los artistas. El nombre significaba el hogar junto al mar. El edificio principal, de planta cuadrada y color arena, estaba construido con piedra caliza y constaba de dos pisos. Su arquitectura era una original mezcla entre una villa renacentista italiana, con galeria abierta al mar, y la tradicional casa gotlandesa. Disponia de grandes ventanales con parteluces blancos que miraban hacia todos los lados: al bosque, al mar y al jardin barroco de la parte posterior, con sus esculturas, fuentes, senderos empedrados y sus cuidados parterres.

El hombre que tanta influencia habia tenido en su vida iba a menudo de visita, paso alli soleadas semanas estivales, se bano y paseo por la playa, pinto y se relaciono con la controvertida pareja de artistas que hizo construir la casa de sus suenos en aquella planicie a principios del siglo pasado.

Pese a los anos transcurridos, sentia su presencia intensamente.

Con cierto reparo, Erik abrio la verja verde de madera, que cedio a reganadientes con un prolongado chirrido. Anduvo hasta la parte posterior del edificio. La casa habia estado deshabitada muchos anos, antes de que el nuevo propietario se hiciera cargo de ella, y eso se notaba. El revoque aparecia desconchado, el muro que rodeaba el edificio se habia caido en varios sitios, faltaban muchas de las esculturas del jardin y aquella construccion, tan soberbia en su dia, necesitaba con urgencia ser renovada.

Paseo sin prisa por el sendero empedrado entre los setos cuidadosamente podados. Se sento en un banco al lado del estanque, en el centro del jardin. Ni la humedad, ni el frio del banco ni la tormenta que arreciaba parecian importarle lo mas minimo. Tenia la mirada clavada en una ventana concreta. Era la ventana del cuarto de los invitados, en el piso inferior, al lado de la cocina. Alli se habia pintado uno de los lienzos mas discutidos de la historia de la pintura sueca. Al menos, eso era lo que decia la leyenda, y no habia motivos para dudar de la afirmacion. El artista trabajo en aquella gran pintura al oleo el mismo ano en que diseno el jardin de Muramaris. En plena guerra mundial, el ano 1918.

Entonces Nils Dardel pinto El dandi moribundo. Sentado en el banco, Erik susurro aquellas palabras.

El dandi moribundo; exactamente igual que el.

Capitulo 5

Tras la exitosa inauguracion, todo el personal de la galeria se fue a celebrarlo al restaurante Donners Brunn, en el corazon de Visby. Mattis Kalvalis, sentado en el medio, parecia disfrutar sin reservas de ser el centro de atencion. El ambiente de la mesa era alegre y distendido, y Egon Wallin penso que aquella era una excelente noche con la que poner punto final a su vida anterior. Ocupaban la mejor mesa del lujoso comedor abovedado y saboreaban a la luz de las velas unos manjares muy bien cocinados y bellamente presentados en los platos.

Propuso otro brindis por el artista y todos vitorearon el descubrimiento de una nueva estrella en el firmamento artistico. Justo al finalizar los aplausos aparecieron otros dos clientes: Sixten Dahl en compania de un hombre joven a quien Egon no conocia.

Saludaron educadamente al pasar junto a ellos y Sixten volvio a elogiar la exposicion, al tiempo que dirigia al pintor una mirada atenta. ?Que demonios andara tramando ahora?, se dijo Egon. Por fortuna se sentaron en una mesa situada en el otro extremo del comedor, de manera que Egon estaba de espaldas a ellos.

Mas tarde, cuando fue al bano, advirtio que Mattis Kalvalis estaba con Sixten Dahl en la sala de fumadores del restaurante. Se encontraban solos, enfrascados en lo que parecia una conversacion sena. La ira se apodero de el por un instante y abrio de un empellon la puerta de cristal.

– ?Que andas tramando? -le dijo enojado a Sixten en sueco.

– ?Que pasa, Egon? -pregunto su rival con estudiada sorpresa-. Estamos fumando…, esta es la sala de fumadores.

– No me vengas con argucias. Mattis y yo tenemos un contrato.

– ?Ah, si? No me digas… Por lo que tengo entendido, aun no esta firmado -dijo Sixten, que apago el cigarrillo y salio de la sala con indiferencia cruzandose con el en la puerta.

Mattis Kalvalis, por supuesto, no habia entendido ni una palabra. Sin embargo, parecia visiblemente molesto. Egon decidio no darle mayor importancia al asunto. Se volvio hacia Kalvalis:

– We have a deal, don't we?

– Of course we do.

Ya eran mas de las once cuando su esposa y el por fin llegaron a casa. Monika fue directamente a acostarse. Egon le dijo que queria quedarse un rato levantado, para relajarse y asimilar todas las impresiones del dia. Se sirvio una copa de conac y se sento en la sala de estar.

Ahora solo tenia que esperar. Evoco por un momento el incidente en el Donners Brunn, pero pronto se tranquilizo. Era evidente que Sixten tramaba algo. Pero manana firmaria el contrato con Mattis Kalvalis. Habian quedado en verse al dia siguiente en la galeria para estampar la rubrica. Ademas, la exposicion habia sido un exito. Estaba seguro de que Kalvalis se iba a quedar con el.

Bebio un largo sorbo de conac. Los minutos discurrian lentamente. Intento tomarselo con calma y dominar su ansiedad. No tenia mas que seguir su rutina habitual. Monika se pasaria diez minutos en el bano, luego se meteria

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