Capitulo 8

El comisario Anders Knutas llego a Dalmansporten al cabo de media hora de que se hubiera dado la alarma. Por lo comun se quedaba en la comisaria para dirigir el trabajo, pero aquello queria verlo. Un varon al parecer asesinado, izado a sangre fria y expuesto a la vista de todos en una de las puertas mas grandes y significadas de la muralla, era algo tan insolito que hizo una excepcion. La primera patrulla que llego al lugar de los hechos comunico inmediatamente que no parecia tratarse de un suicidio, sino que habia indicios claros que les llevaba a sospechar que se trataba de un crimen, puesto que el cuerpo estaba colgado a varios metros de altura y a mas de un metro de las paredes de la muralla. No habia nada a lo que la victnna se hubiera podido subir o por donde hubiese podido trepar para llegar hasta el lugar donde estaba la soga.

Cuando llego Knutas, la inspectora Karin Jacobsson y el tecnico Erik Sohlman ya se encontraban alli. Karin, que apenas media un metro sesenta, parecia haberse encogido aun mas y estaba tan palida que podia decirse que tenia el rostro traslucido. Knutas la saludo con un apreton en el antebrazo. La inspectora habia llegado hasta alli caminando, vivia en un apartamento en el centro de la ciudad. Knutas comprendio enseguida que ella ya habia visto el cuerpo. Desde luego, Karin no se acostumbraria nunca a ver personas muertas; y el tampoco, por cierto.

Ya se habia congregado un grupo de vecinos que miraban horrorizados el cuerpo que pendia de espaldas a ellos en el vano de la puerta. Jamas habrian imaginado que en su apacible calle ocurriria algo tan terrible como un asesinato.

La puerta de Dalmansporten daba acceso a la parte central de la calle Norra Murgatan, empedrada, larga y estrecha, que por su parte interior corria paralela a la parte oeste de la muralla. A ambos lados se sucedian las casas bajas y pintorescas. Un autentico paraiso, con sus cortinas de ganchillo en las ventanas, sus macetas de ceramica y sus jardincillos tras las tapias. Pintorescamente, algunas casas estaban encajadas en la propia muralla.

Karin y Knutas sortearon los bolardos que impedian a los coches cruzar por debajo de la puerta y pasaron por encima de la cinta azul y blanca.

El comisario se sobresalto cuando vio a la victima.

A primera vista, aquello parecia un tragico suicidio. La soga estaba atada a un gancho grueso sujeto a la verja de hierro que sobresalia por encima de la puerta. La cabeza del muerto estaba inclinada hacia delante y el cuerpo, suelto.

La escena recordaba lo ocurrido el ano anterior, cuando varias personas fueron victimas de un asesinato ritual y, luego, colgadas.

– Tengo la impresion de haber visto esto antes -comento a Karin.

– ?Uf!, si, en lo primero que he pensado ha sido en cuando encontramos a Martina Flochten el verano pasado.

Karin meneo la cabeza y hundio aun mas las manos en los bolsillos de la cazadora.

Knutas se quedo paralizado cuando se acerco lo suficiente como para poder verle la cara.

– ?Dios mio! Pero si es Egon Wallin, el galerista…

Erik Sohlman, el tecnico, que tomaba fotografias del cuerpo desde distintos angulos, bajo la camara y miro detenidamente la cara del muerto.

– ?Si, claro que es el! -exclamo-. Esto es la leche. Estuve en la galeria hace una semana y compre un cuadro para regalarselo a mi madre por su cumpleanos. Cumplia sesenta…

– Hay que bajarlo de ahi cuanto antes -decidio el comisario circunspecto-. Seguro que el cuerpo se ve desde la carretera, y ahora es cuando la gente empieza a despertarse.

Senalo con la cabeza, hacia la calle Kung Magnus, donde se habian detenido varios coches. La gente salia del vehiculo y senalaba la puerta de la muralla. Ya habia amanecido y la luz de la manana permitia ver el macabro hallazgo a todos los que pasaban por alli.

– Venga, daos prisa -apremio Knutas-. La verdad es que ahi colgado parece como si estuviera en un escaparate.

Miro a su alrededor. Era complicado decidir cuanto debian acordonar, pero su experiencia policial le habia ensenado que cuanto mas, mejor.

La policia no podia descartar aun el suicidio, pero si Egon Wallin habia sido asesinado, como creia Knutas, era preciso asegurar todas las pruebas existentes. Hizo un calculo rapido: quiza fuera necesario aislar toda la zona verde desde la Puerta Este hasta la Puerta Norte. Se veian por todas partes marcas de pisadas en la nieve y, logicamente, alguna de ellas podia pertenecer al supuesto asesino.

Inspecciono la reja en la que estaba el gancho al cual habia atada la soga. Parecia imposible que Egon Wallin hubiera podido hacerlo solo. No habia absolutamente nada en lo que apoyarse para trepar hasta alli. La soga estaba atada tan alta que temio que fuera necesario llamar a los bomberos para poder bajar el cuerpo de alli.

Saco el movil y llamo a la Unidad de Medicina Forense del hospital de Solna. Debian enviar un medico forense en un helicoptero de la policia lo antes posible.

Sabia por experiencia que el forense preferia que no se moviera el cuerpo antes de que el llevase a cabo el primer reconocimiento, pero en aquel caso eso era imposible. El muerto colgaba como si hubiera sido victima de una ejecucion publica. Si se comprobaba que aquello era un asesinato, los medios de comunicacion se les echarian encima en un abrir y cerrar de ojos.

Apenas acababa de pensar en ello, cuando noto el primer flash de una camara en la nuca. Se volvio horrorizado y cayo sobre el una nueva rafaga de disparos.

Reconocio a la fotografa de Gotlands Allehanda y a uno de los reporteros mas impertinentes del periodico. Furioso, encendido de ira, agarro a la fotografa del brazo.

– ?Que demonios estas haciendo? Puede tratarse de un suicidio, aun no sabemos nada. ?Nada de nada! Los familiares no han sido informados. ?Acabamos de descubrirlo!

– ?Saben quien es? -pregunto la otra, insolente, y se zafo de Knutas, haciendo caso omiso de la indignacion-. Parece Egon Wallin, el de la galeria de arte.

– ?Es que no me has oido? No estamos seguros de que se haya cometido ningun crimen. ?Largaos de aqui y dejadnos trabajar en paz!

El suicidio, al menos, era algo que los periodistas respetaban, y normalmente no informaban de ello. Por el momento. Pero con el cambio de rumbo que experimentaban los medios de comunicacion en el pais, no tardarian mucho en caer en la tentacion de regodearse tambien con eso.

El enfado de Knutas era mayor, si cabe, porque conocia y apreciaba a Egon Wallin. No es que hubieran mantenido una relacion de amistad, pero habian coincidido en muchas ocasiones a lo largo de los anos, y a Knutas siempre le parecio un hombre agradable. Habia algo franco y lucido en el. Una persona sincera que tenia los pies en el suelo y estaba satisfecha con su vida, a diferencia de tantos resentidos. Parecia uno de esos tipos simpaticos con todo el mundo. Un hombre cabal a todas luces. Eran aproximadamente de la misma edad, y Knutas siempre admiro a Egon Wallin. Le rodeaba un halo atractivo que hacia que uno quisiera ser amigo suyo. Y ahora estaba alli colgado, tieso.

Cada minuto que pasaba sin que pudieran bajar el cuerpo era un suplicio. Se angustiaba ya al pensar que debia informar del tragico suceso a la senora Wallin.

Al otro lado de la cinta azul y blanca del cordon policial se apinaban varios periodistas. En cierto modo, comprendia que hacian su trabajo. Si se comprobaba que era un asesinato, se verian obligados a convocar una rueda de prensa.

Knutas estaba satisfecho de que, al menos, no se veia aun ningun equipo de television. En ese momento vio a Pia Luja, la fotografa de television mas tenaz que habia conocido. Trabajaba con Johan Berg en SVT, la television publica sueca. Estaba sola, pero, aun asi, tomaba fotografias; se encontraban en un lugar publico y, siempre y cuando se mantuviera al otro lado de la zona acordonada, no podia impedirselo.

Knutas suspiro y echo una ultima ojeada al cadaver antes de abandonar el lugar en compania de Karin.

El dia prometia ser ajetreado.

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