chaqueta.

– Mira, mira cuanto ha crecido. -Dejo las instantaneas en la mesa y Patrik y Gosta se turnaron para verlas. Martin ya les habia echado un vistazo en cuanto llego aquella manana.

– Anda, que bonita es -dijo Patrik.

Annika asintio.

– Ya tiene diez meses.

– ?Y cuando os dijeron que podriais ir a buscarla? -pregunto Gosta con interes sincero. Era consciente de que habia contribuido a que Annika y Lennart empezasen a hablar en serio de adopcion, asi que, en cierto modo, tenia la sensacion de que la pequena de las fotos tambien era suya.

– Pues la verdad, cada vez nos dicen una cosa -confeso Annika. Recogio las fotos y se las guardo de nuevo en el bolsillo-. Dentro de un par de meses, creo yo.

– Supongo que la espera es muy dura. -Patrik se levanto y coloco la taza en el lavaplatos.

– Si, lo es, pero al mismo tiempo… Estamos en ello. Y la nina existe.

– Si, claro -convino Gosta. En un impulso, le puso a Annika la mano en el hombro, pero la retiro con la misma rapidez-. Ahora tengo que trabajar. No tengo tiempo de quedarme aqui desbarrando -mascullo levantandose algo turbado.

Los tres colegas le dedicaron una mirada jocosa mientras salia de la cocina.

– ?Christian! -La directora de la editorial se le acerco y le dio un abrazo impregnado de un denso perfume.

Christian contuvo la respiracion para no tener que aspirar aquel aroma tan empalagoso. Gaby von Rosen no era celebre por sus maneras discretas. Todo en ella era excesivo: demasiado pelo, demasiado maquillaje, demasiado perfume y, ademas de todo eso, una manera de vestir que, para ser amable, podia describirse como sorprendente. En honor de la celebracion, llevaba un traje de un rosa impactante y una enorme rosa de tela verde en la solapa, y, como de costumbre, unos tacones de alto riesgo. Sin embargo, pese a lo ridiculo de su aspecto, nadie dejaba de tomar en serio a la directora de aquella editorial nueva y tan de moda. Tenia mas de treinta anos de experiencia en el sector y el intelecto tan agudo como afilada tenia la lengua. Aquellos que, alguna vez, cometieron el error de despreciarla como adversario, jamas repitieron.

– ?Como nos vamos a divertir! -Gaby lo sujetaba por los hombros con los brazos estirados y le sonreia-. Lars-Erik y Ulla-Lena, los del hotel, han sido fantasticos -continuo-. ?Que personas mas encantadoras! Y el bufe tiene un aspecto maravilloso. Verdaderamente, es el lugar perfecto para el lanzamiento de ese libro tuyo tan brillante. Y tu ?como te sientes?

Christian se zafo con cuidado de las manos de Gaby y dio un paso atras.

– Pues mira, un poco en una nube, si he de ser sincero. He pensado tanto en lo de la novela y… bueno, aqui estoy. -Miro de reojo la pila de libros que habia en la mesa, junto a la salida. Podia leer desde alli su propio nombre, y el titulo: La sombra de la sirena. Se le encogio el estomago: aquello era real.

– Habiamos pensado lo siguiente -dijo Gaby tirandole de la manga de la camisa, y el la siguio abulico-. Empezamos con una reunion con los periodistas que acudan, asi podran hablar contigo tranquilamente. Estamos muy satisfechos con la respuesta de los medios. Vendrian el GP, el GT, el Bohuslaningen y Stromstads Tidning. Ninguno de los periodicos nacionales, pero la resena tan estupenda que ha sacado hoy el Svenskan lo compensa con creces.

– ?Que resena? -pregunto Christian mientras lo arrastraban a una pequena tarima junto al estrado donde, al parecer, recibirian a la prensa.

– Ya te enteraras luego -dijo Gaby sentandolo en la silla mas proxima a la pared.

Christian intento recuperar el control sobre la situacion, pero era como si lo hubiera absorbido una secadora y no tuviese la menor oportunidad de salir, y ver que Gaby se alejaba reforzo aquella sensacion. Dentro de la sala el personal corria de un lado para otro poniendo las mesas. Nadie se fijaba en el. Se permitio cerrar los ojos un instante. Penso en el libro, en La sombra de la sirena, en tantas horas como habia pasado delante del ordenador. Cientos, miles de horas. Penso en ella, en la sirena.

– ?Christian Thydell?

Aquella voz lo arranco de su cavilar y Christian alzo la vista. El hombre que tenia delante aguardaba tendiendole la mano, como esperando que el la cogiera. Asi que Christian se levanto y se la estrecho.

– Birger Jansson, del Stromstads Tidning. -El hombre coloco en el suelo una gran camara.

– Claro, bienvenido. Sientate -dijo Christian, inseguro de como debia comportarse. Echo un vistazo a su alrededor en busca de Gaby, pero no vio mas que un destello rosa chillon que aleteaba de aca para alla cerca de la entrada.

– Vaya, vaya, si que apuestan fuerte -dijo Birger Jansson mirando a su alrededor.

– Si, eso parece -contesto Christian. Luego se hizo el silencio y ambos se retorcieron en la silla.

– ?Empezamos? ?O prefieres que esperemos a los demas?

Christian miro abstraido al reportero. ?Como iba a saberlo el? Era la primera vez que hacia aquello. Jansson parecio interpretarlo como un si, coloco una grabadora encima de la mesa y la puso en marcha.

– Bien… -dijo mirando alentador a Christian-. Esta es tu primera novela.

Christian se preguntaba si el reportero esperaba de el mas que una afirmacion.

– Si, es la primera -contesto carraspeando un poco.

– Me ha gustado mucho -aseguro Birger Jansson con un tono agrio que casaba mal con el elogio.

– Gracias -respondio Christian.

– ?Que has querido decir con ella? -Jansson comprobo la grabadora para cerciorarse de que la cinta iba pasando.

– ?Que he querido decir? No lo se exactamente. Es una historia, un relato que tenia en la cabeza y que tenia que salir.

– Es muy serio. Incluso diria que es lugubre -aseguro Birger observando a Christian como si quisiera ver hasta lo mas recondito de su ser-. ?Es esa tu vision de la sociedad?

– No se si es mi vision de la sociedad lo que he intentado reflejar en el libro -confeso Christian, buscando como un loco algo inteligente que decir. Jamas habia pensado en su obra de aquel modo. El relato llevaba alli mucho tiempo, existia en su interior y, finalmente, se vio obligado a plasmarlo en el papel. Pero si queria decir algo sobre la sociedad… ni se le habia pasado por la cabeza.

Finalmente, Gaby acudio en su auxilio. Llego con una tropa de periodistas y Birger Jansson apago la grabadora mientras todos se saludaban y se sentaban a la mesa. Transcurrieron unos minutos y Christian aprovecho la ocasion para serenarse.

Gaby intentaba captar la atencion de todos.

– Bienvenidos a este encuentro con la nueva estrella del firmamento literario, Christian Thydell. En la editorial nos sentimos terriblemente orgullosos de haber podido publicar su novela La sombra de la sirena y creemos que sera el principio de una larga y fructifera carrera literaria. Christian no ha tenido tiempo de leer las resenas, de modo que es para mi un placer inmenso comunicarte que has recibido criticas maravillosas en el Svenskan, DN y Arbetarbladet, por mencionar algunos diarios. Permitid que lea una seleccion de fragmentos muy significativos.

Se puso las gafas y extendio el brazo en busca de un monton de papeles que habia en la mesa. Sobre el fondo blanco destacaban, aqui y alla, los subrayados en rosa.

– «Un virtuoso de la lengua que narra la indefension del ser humano sin perder la profundidad de la perspectiva», dice el Svenskan -explico Gaby con un gesto de asentimiento hacia Christian, antes de pasar al siguiente documento-. «Leer a Christian Thydell resulta a un tiempo placentero y doloroso pues, con su prosa desnuda, desvela la vacuidad de las esperanzas que sobre la seguridad y la democracia abriga la sociedad. Sus palabras cortan como un cuchillo la carne, los musculos y la conciencia y me impulsan a seguir leyendo con ansiedad febril para, como un faquir, experimentar mas en profundidad ese dolor tormentoso pero, al mismo tiempo, catartico.» Esto era del DN -continuo Gaby quitandose las gafas al mismo tiempo que le entregaba a Christian el monton de recensiones.

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