bien de Hanne Wilhelmsen, toda una hazana en un lugar de trabajo donde el diez por ciento de la jornada laboral se invertia en hablar mal de los demas. Se inclinaba ante los superiores sin que la tacharan de pelota, a la vez que tenia el valor de defender sus propias opiniones. Era leal con el sistema, pero tambien aportaba propuestas de mejora que casi siempre eran lo bastante buenas como para que acabaran llevandose a cabo. Wilhelmsen poseia esa intuicion que solo tiene uno de cada cien policias, un olfato que indica cuando se debe enganar y tentar a un sospechoso, y cuando se le debe amenazar y pegar un punetazo en la mesa.

Era respetada y admirada, y se lo merecia. Aun asi, nadie en la gran casa gris la conocia de verdad. Ciertamente acudia siempre a la cena anual de Navidad, a la fiesta estival y algun que otro cumpleanos, y una vez alli bailaba de maravilla, hablaba del trabajo, sembraba hermosas sonrisas a su alrededor y se iba a casa diez minutos despues de que se fuera el primero, ni demasiado pronto ni demasiado tarde, nunca bebia hasta emborracharse y, por consiguiente, nunca metia la pata; pero, mas alla de eso, nadie conseguia intimar con ella.

Hanne Wilhelmsen se sentia bien consigo misma y con el mundo, pero habia cavado un profundo foso entre su vida profesional y su yo privado. No tenia un solo amigo en la Policia. Wilhelmsen amaba a otra mujer, un defecto en aquella perfeccion que estaba convencida de que, si se llegara a saber, estropearia todo lo que habia tardado tantos anos en construir. Un movimiento de su larga melena morena bastaba para atajar cualquier pregunta acerca del anillo en su dedo anular, la unica alhaja que llevaba y que le habia regalado su pareja cuando se fueron a vivir juntas a los diecinueve anos. Corrian rumores, los rumores siempre corren. Pero es que era tan bella y tan femenina… Y aquella medica a quien conocia alguien a quien alguien conocia, y que otros habian visto con Hanne en varias ocasiones, era tambien muy guapa, se podria incluso decir que extremadamente coqueta. No podia ser verdad. Ademas, las pocas veces que vestia de uniforme, Hanne Wilhelmsen llevaba falda y eso no lo hacia casi nadie, los pantalones eran mucho mas practicos. Sin duda los rumores eran malintencionados.

Asi pues, vivia su vida con la certeza de que lo que no esta confirmado nunca es del todo cierto, y de que por eso era mas importante para ella que para cualquier otro inquilino de la casa gris hacer siempre un buen trabajo. La perfeccion la protegia como un escudo. Eso era lo que queria y, puesto que carecia por completo de codazos, pisotones y ambiciones, y no tenia otro afan que hacer una buena labor, tampoco los celos y la envidia iban a quebrantar su solidez.

Sonrio a Sand, que se habia sentado en la silla sobrante.

– ?No confias en que haga las preguntas pertinentes?

– Descuida. Este es tu juego, lo se. Pero tengo la sensacion de que estamos tocando algo. Como te dije, si no te importa demasiado, me gustaria estar presente. -Al momento anadio-: No va en contra del reglamento.

Hakon Sand conocia su necesidad de seguir el reglamento hasta lo humanamente posible, y la respetaba. No era habitual que alguien de la fiscalia estuviera presente durante el interrogatorio de un sospechoso, aunque desde luego tampoco iba contra las normas. Ya lo habia hecho en otras ocasiones, sobre todo para aprender como se hacia, y algunas veces porque estaba especialmente involucrado en el caso. Por lo general, los agentes no solian oponerse. Al contrario, si el fiscal de la Policia se hacia imperceptible y no se entrometia en el interrogatorio, a la mayoria de los agentes les parecia hasta divertido.

Como respondiendo a una senal, ambos se giraron hacia el detenido. Wilhelmsen poso el codo derecho sobre la mesa y dejo que sus largas unas lacadas de blanco juguetearan con el teclado de una antiquisima maquina de escribir electrica. Era una IBM de cabeza redonda, moderna quince anos atras. Ahora le faltaba la «e». Estaba tan desgastada que, cuando se pulsaba, solo salia una mancha de la cinta de color. Tampoco pasaba nada, se entendia que la mancha debia leerse como una e.

– Me parece que este dia va a ser muy largo si te empenas en quedarte asi, sin decir nada. -La voz era suave, casi condescendiente-. A mi me pagan por hacer esto, y al fiscal adjunto Sand tambien. Tu, en cambio, te vas a quedar ahi. Tarde o temprano, quiza te dejemos ir. ?Tal vez pudieras contribuir a que sea mas pronto que tarde?

Por primera vez, el joven mostro signos de estar desconcertado.

– Me llamo Han van der Kerch -dijo al cabo de unos minutos de silencio-. Soy holandes, pero tengo residencia legal en el pais. Estudio.

Sand obtuvo la explicacion a aquel lenguaje perfecto que, no obstante, no era del todo noruego. Se acordo de su heroe de juventud, el patinador Ard Schenk, y de como, con trece anos, comprendio que aquel hombre hablaba un noruego perfecto para ser extranjero. Y se acordo de cuando era nino y estudiaba historia de la literatura; se acordo de El holandes Jonas, de Gabriel Scott, un libro que le habia encantado y que hizo que mas tarde apoyara siempre al equipo naranja durante los torneos internacionales de futbol.

– No quiero decir mas.

Se hizo el silencio. Sand esperaba la proxima jugada de Wilhelmsen, fuera lo que fuera.

– En fin, esta bien. Es tu eleccion y estas en tu derecho. Pero como sigas asi nos vamos a quedar aqui bastante tiempo. -Habia colocado una hoja en la maquina de escribir, como si ya en ese momento supiera que iba a tener algo que escribir-. Bien, pues vas a oir una teoria que tenemos nosotros.

Las patas de la silla rasparon el linoleo cuando la echo hacia atras. Ofrecio un cigarrillo al holandes y ella se encendio otro. El joven parecia agradecido. Hakon Sand estaba menos satisfecho, movio la silla y entreabrio la puerta para que se formara corriente. La ventana ya estaba entornada.

– El viernes encontramos un cadaver -dijo Hanne en voz baja-. Presentaba unas lesiones tremendas. Probablemente no quiso morir, no de una manera tan brutal. Tuvo que salpicar mucha sangre. Tu estabas bastante manchado cuando te encontramos. En la Policia podemos ser lentos, pero todavia estamos en condiciones de sumar dos y dos. Por lo general, nos sale cuatro, y creemos que ahora nos ha salido cuatro.

Se alargo para coger un cenicero que estaba sobre la estanteria a sus espaldas. Era un recuerdo bastante cutre del sur de Europa, fabricado en cristal de botella marron. En el canto, el cenicero tenia una figura de fauno de sonrisa malvada y un enorme falo erguido, que seguro no era del estilo de Hanne Wilhelmsen, penso Sand.

– Bueno, lo dire de un modo claro y conciso. -Su voz sonaba ahora mas incisiva-. Manana dispondremos un analisis previo de la sangre de tu ropa. Si la sangre pertenece a nuestro amigo desfigurado, tendremos pruebas de sobra para encerrarte. Luego iremos a buscarte, sin previo aviso, para interrogarte una y otra vez. Tal vez pase una semana sin que tengas noticias nuestras, pero, de repente, estaremos alli otra vez, puede que despues de que te hayas dormido, y seguiremos con el interrogatorio durante unas horas. Como te negaras a hablar, te devolveremos a tu celda y vuelta a empezar. Para nosotros tambien es bastante agotador, claro esta, pero al menos podemos turnarnos, para ti es peor.

Sand empezo a dudar de que Hanne Wilhelmsen mereciera realmente su fama de defensora a ultranza del reglamento. Sin duda, sus metodos interrogatorios no aparecian en el decalogo policial, y mas dudosa aun era la legitimidad de usar dichos metodos como amenaza.

– Tienes derecho a un abogado de oficio -le recordo Sand, como para nivelar eventuales irregularidades cometidas por la subinspectora.

– ?Nada de abogados! -grito el joven, y pego una ultima calada al pitillo antes de aplastarlo con fuerza en el cenicero-. No quiero abogado. Me apano mejor sin ellos. -Dirigio una mirada de soslayo, casi suplicante, hacia el paquete de tabaco sobre la mesa. Hanne asintio con la cabeza y le alcanzo un cigarro y una cajetilla de cerillas-. Asi que creeis que he sido yo. Bueno, tal vez sea cierto.

Lo era. El hombre habia saciado ya sus necesidades primarias, es decir, una ducha, un desayuno, algo de beber y un par de cigarrillos, y su comportamiento daba a entender que habia soltado ya todo lo que tenia que decir. Se reclino en la silla, deslizo el trasero hacia delante y se quedo casi tumbado con la mirada perdida.

– En fin -la subinspectora Wilhelmsen parecia tener controlada la situacion-. Tendre que seguir -dijo, y empezo a hojear la finisima carpeta colocada al lado de la maquina de escribir-. Encontramos el cuerpo en un estado lamentable, sin rostro, totalmente desfigurado y sin documentacion. Pero nuestros chicos de la patrulla, perfectos conocedores del paisaje de estupefacientes de esta ciudad, han tenido indicios suficientes con solo analizar la ropa, el cuerpo y el pelo. Opinan que se trata de un ajuste de cuentas, y no creo que la suposicion sea disparatada. -Wilhelmsen cruzo los dedos y coloco las manos detras de la cabeza, antes de masajearse la nuca con los pulgares mientras clavaba la mirada en el holandes-. Creo que mataste a ese tipo. Manana lo sabremos con seguridad, cuando lleguen los resultados del instituto anatomico forense. Pero los tecnicos no pueden desvelarme la razon del crimen, ahi necesito tu ayuda. -El envite surtio poco efecto; el hombre no contrajo ni un solo musculo de la cara, se limito a mantener su sonrisa lejana, llena de menosprecio, como si quisiera remarcar

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