construida con piedras sin argamasa, que era donde el sol mas calentaba. Sally estaba sentada junto a Harry, en el jeep. Duke estaba apoyado en un arbol, ocupado en cortar con un cuchillo una pieza de madera que habia encontrado. No vi a Barbara pero no me extrano, porque me habia dado cuenta de que, cada vez que se hacia un descanso, alguna chica desaparecia para ir al retrete de la granja.

Cuando el senor Lockwood dio orden de reanudar el trabajo, Barbara todavia no habia vuelto. Observe que la senora Lockwood la buscaba, intranquila, antes de recoger la bandeja y volver a casa. Al cabo de un momento, estaba de vuelta y hablaba con su marido, quien paso a Harry la vara de fresno que tenia en la mano y se interno hacia la zona mas frondosa de la huerta.

Senti una cierta preocupacion por Barbara. De pronto, del sitio al que se habia dirigido el senor Lockwood salio una figura; era Cliff, cuyo interes por Barbara yo habia detectado. Se dirigio con paso rapido hacia nosotros y, haciendo oidos sordos a ciertas cuchufletas sobre los que se evaden del trabajo, sin dirigir la palabra a nadie, avanzo recto hacia la pared junto a la cual estaban alineadas las bicicletas, tomo la suya y desaparecio pedaleando pradera arriba.

Al cabo de un momento aparecio Barbara, procedente de la misma direccion, seguida de cerca por su padre. Llevaba la cabellera suelta y tenia en la mano el panuelo con el que unos momentos antes se la cubria. Cuando la tuve mas cerca, me di cuenta de que lloraba. Despues echo a correr, ignorante de la presencia de todos, incluso de su madre, que iba tras ella preguntandole:

– Barbara, carino, ?que te pasa?

Tras atravesar la puerta del huerto, echo a correr hacia su casa.

El senor Lockwood cruzo unas palabras con su mujer y los dos siguieron a Barbara.

Se que, llegados a este punto, querra usted saber que habia ocurrido exactamente, puesto que Alice interrumpio mi relato y me pregunto si se trataba de una agresion sexual.

Yo le recorde que, cuando ocurrieron los hechos, yo no era mas que un nino y que, si hubo habladurias al respecto, puesto que estoy seguro de que las hubo, quede excluido de ellas. Lo que si se es que Cliff Morton no volvio a comparecer en el campo para recolectar manzanas y que nadie hizo mencion del hecho en mi presencia al llegar a casa. Observe igualmente que en el cuello de Barbara habia unas marcas que ahora identifico como huellas de expansiones amorosas y oi, a traves de la pared de mi cuarto, como su madre le hablaba en voz baja, en su dormitorio, hasta altas horas de la noche. Pero las palabras eran inaudibles.

Alice no se dio por satisfecha de mi relato. Parecia no estar dispuesta a aceptar que yo, a los nueve anos, no supiera nada de cuestiones sexuales y siguio insistiendo en que yo habia tenido que enterarme de algo mas, si no directamente por la familia, por lo menos en boca de las chicas del pueblo. En caso de que asi hubiera sido, como entonces no tuvo sentido para mi, lo habia olvidado. Habia expuesto los hechos tal como los recordaba.

Alice se cruzo de brazos y dijo:

– ?No me lo creo!

– ?De acuerdo! -le conteste con toda tranquilidad-. Entonces me ahorrare palabras…

6

Parpadeo rapidamente dos o tres veces y sus labios temblaron, como si estuviera a punto de echarse a llorar. Despues, con voz ronca, me rogo:

– ?Por piedad, Theo! No me dejes asi ahora.

– Esta bien -le dije-. Puedo explicarte lo que recuerdo, no otra cosa.

– Sin embargo, estoy segura de que has pensado muchas veces en todas estas cosas desde que ocurrieron.

– Si, muy a menudo.

– En tal caso…

– Lo que yo haya podido pensar, no te servira de nada. Lo que yo pueda pensar, dejamelo para mi. ?Dios santo, nos vamos a pasar aqui la noche entera si empezamos a hablar de lo que pueda pensar cada uno!

Alice bajo la cabeza y apreto con fuerza los brazos sobre su pecho:

– Vivire con esta tragedia todo el resto de mi vida.

Aquella frase patetica no tuvo la virtud de conmoverme, por lo que le conteste con acritud:

– Este suceso forma parte de mi vida. ?Que te figuras que siento al tener que revivir estos recuerdos?

– Lo siento -dijo.

Despues se incorporo y me acerco la mano desde el otro lado de la mesa con gesto implorante.

– No te volvere a interrumpir, Theo. ?Te lo prometo!

Volvi a recoger el hilo de la historia.

Los montones de manzanas fueron multiplicandose en la huerta durante aquella ultima semana de septiembre de 1943 y difundiendo su aroma dulzon a traves del aire reinante, un tanto frio. Yo me reunia con los trabajadores asi que podia, encajando a contrapelo la escuela y las necesarias horas de sueno en los intervalos. Mientras trabajaba, rara vez me invadia la anoranza de mi casa.

Una tarde, despues del te, vinieron los soldados americanos y pasaron unas horas con nosotros. Yo estaba encantado, sobre todo porque Duke trajo chicle para que lo repartiera entre los chicos de la escuela. Los yanquis suelen distinguirse por su generosidad con los ninos, pero en mi caso se trataba de algo mas personal. Duke comprendia mis sentimientos de nino refugiado. En los ratos de descanso, durante la recoleccion de manzanas, muchas veces me habia preguntado si me trataban bien en el pueblo. Yo le habia dicho que, de hecho, los ninos de la escuela no eran diferentes de mis companeros de Londres, salvo en su manera de hablar. Se mondaba de risa al enterarse de algunos de los nombres que la gente de alli daba a las dolencias que impedian a los ninos ir a la escuela, como «tos saltarina», «minimos rubios» o «informacion». Un nino habia padecido de «orin de caballo» durante una semana entera. Duke me dijo que recopilaba palabras y dichos locales y me pidio que le hiciera una lista con todos los que pudiera recoger, no solo en la escuela, sino tambien en la granja y alrededores. Es probable que viera en mi un nino pequeno y solitario que necesitaba algun tipo de evasion, aunque se positivamente que el interes que sentia por el dialecto era sincero.

Sospecho que el senor Lockwood debio de enterarse de algunas de las cosas que llevabamos entre manos porque, al caer la tarde, me salio con una de aquellas frases suyas que todavia no he olvidado:

– Que estas por ahi cerca. En casa, te digo.

De vuelta a casa con Duke y el senor Lockwood, oi que el primero se interesaba por Barbara, que aquella tarde no se habia dejado ver por ningun lado. El senor Lockwood aspiro con fuerza por la nariz y dijo:

– Harta de ver manzanas, imagino.

– Pero, ?se encuentra bien, senor?

– Como unas pascuas.

Duke se aclaro la garganta y dijo:

– Algunos chicos de la base hacen una representacion para la fiesta del dia de Colon el sabado de la semana que viene. La mayoria son aficionados, pero no lo hacen nada mal. Harry y yo hemos pensado que a lo mejor Barbara y su amiga Sally…

El senor Lockwood pregunto, como si tuviera una relacion evidente con lo que Duke acababa de decir:

– ?Dispone de arma?

– Por supuesto que si, senor -dijo Duke frunciendo el entrecejo.

– ?Sabe manejarla?

– ?Claro!

– Venga temprano. Mate unas cuantas palomas para cenar. Hagaselo saber a mi hija Barbara.

Asi fue como me entere de que el domingo siguiente se celebraria una partida de caza. Cuatro hombres con un total de tres armas; el senor Lockwood y su hijo tenian escopeta, una cada uno, mientras que Duke y Harry compartian una pistola automatica de reglamento, un Colt 45. Nadie pregunto de donde la habian sacado. Supongo que hacerse con ella era cosa facil, comparado con el hecho de requisar un jeep y, a lo que se veia, esto ultimo tampoco provocaba ningun problema.

A mi no me llevaron, debido a mi corta edad. Recuerdo que me quede en la cocina y escuche disparos en el bosque y recuerdo tambien que lamente la suerte de las palomas aunque, como hube de averiguar mas tarde,

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