pasado por su consultorio. Supongo que lo hace con su permiso, asi que no puedo objetar nada, aunque yo por supuesto no lo haria. Le prometo que no encontrara su nombre en el periodico de la semana proxima. Lo que si encuentro mal en sus anuncios…, y en otros como ese…, es el eslogan que dice: Sistema Norteamericano Indoloro, como si por alguna misteriosa razon los norteamericanos fueran los unicos capaces de tratar a sus pacientes sin causarles dolor. Le contare el secreto del «sistema norteamericano indoloro». Se trata de nuestro viejo conocido el cloroformo, senorita Webster. Personalmente yo lo uso como ultimo recurso. Si se tiene cuidado se puede trabajar sin causar dolor. ?Quiere enjuagarse, por favor?

Pusieron un vaso de agua en la mano de Alma y la enfermera le alcanzo un bol de porcelana.

– Echemos otra mirada -sugirio el doctor Baranov.

Alma le creia. Era incapaz de lastimarla. Podia sentir la leve presion del muslo y estomago de el contra su brazo derecho cuando se agachaba para examinarla. Trato de no poner tenso el brazo. Tarde o temprano tendria que encontrar alguna manera de hacerle saber que era el hombre mas adorable que habia conocido.

– Si me permite, algunas de las cosas que se hacen en nombre de la odontologia son intolerables. Recuerdo haber leido algo antes de la guerra sobre un medico de Holloway que asesino a su mujer. Un tal Crippen. No creo que usted lo recuerde. Supongo que en esa epoca usted aun llevaria trenzas. Pero produjo un cierto revuelo porque cuando la policia llego a la casa… creo que los vecinos hablaron del asunto… el doctor Crippen y su… si me perdona la expresion… amante, se asustaron y compraron unos pasajes para el Canada. La joven, Ethel no se cuanto, se vistio como un muchacho y Crippen se afeito el bigote y se quito las gafas pretendiendo hacerse pasar por su padre. El disfraz no debio de ser muy convincente, porque el capitan del barco los descubrio durante el primer dia de viaje. Mando un mensaje y Scotland Yard envio un hombre en un barco mas rapido para arrestarlos al final del viaje: el inspector Dew. Enjuaguese, por favor.

El doctor Baranov arreglo la luz mientras la enfermera mezclaba una pasta para rellenar la cavidad. Volvio a acercarse.

– Esta casi listo. Supongo que se estara preguntando que tenia que ver el doctor Crippen con la odontologia. Bien, antes de ese asesinato, el era socio de un norteamericano. Se hacian llamar «Los Especialistas Dentales de Yale». Crippen era medico, asi que cuidaba el negocio y ayudaba de vez en cuando, y Ethel era la enfermera. Ethel sufria de agudos dolores de cabeza, neuralgias. Y este es el punto clave de la historia. Decidieron que el dolor era causado por sus dientes, asi que se los extrajeron. Veintiun dientes de una vez. La pobre chica no era mayor que usted en ese momento. Fue un acto criminal. Me gustaria poder recordar el apellido de ella. Era algo exotico.

Alma trato de decir «Le Neve» sin mover la boca.

– Si, senora Webster. Se que es molesto. Aguante un poquito mas.

Alma recordaba el caso Crippen. Habia ocupado los diarios durante semanas. Fue en 1910, cuando ella tenia diecisiete anos y solia leer a Ethel M. Dell. El caso la habia afectado mucho. No habia podido evitar sentir pena por los dos fugitivos recorriendo la cubierta de ese barquito durante diez dias con su patetico disfraz, mientras gracias al ojo agudo del capitan y al milagro del telegrafo cualquier tipo que pudiera leer un diario sabia que el inspector Dew estaria esperandolos en Toronto con las esposas listas. Habia llorado por ellos cuando supo la noticia del arresto, tratando de pensar si hubiera podido enfrentar ese momento con dignidad y amor. El amor, y solo el amor, podia haberles dado fuerzas.

– Ya esta -el doctor Baranov extrajo los instrumentos de su boca. Trate de no masticar con ese lado esta noche. La enfermera le dara la proxima cita. ?Pasa algo?

– Iba a decirle que el apellido de la mujer era Le Neve, Ethel Le Neve.

– Asi es. Tiene una memoria excelente.

– El caso salio en todos los diarios de Inglaterra.

– Si, lo recuerdo.

– ?Estaba en Inglaterra en 1910?

– He estado aqui toda mi vida -sonrio el doctor Baranov.

– Pero…

– Creyo que era ruso, ?no? Es una suposicion razonable y no es la primera que lo piensa. El nombre de mi padre era Henry Brown. Trabajaba en los music-halls como equilibrista -hizo una representacion veloz, con los brazos extendidos-. El Gran Baranov.

Alma estaba estupefacta.

– ?Asi que es ingles?

– Me bautizaron Walter Brown. Oiga, esta usted muy palida.

– ?Su padre se hacia llamar Baranov en el music-hall?

– Y yo lo adopte para mi profesion. En mi trabajo es una ventaja tener un nombre que suene a extranjero. Los ingleses no creen que un dentista pueda ser bueno si se llama Walter Brown.

Alma estaba sin habla.

– Esta frunciendo el ceno -afirmo Baranov-. Lo que hice es perfectamente legal, se lo aseguro. Para mi padre no era mas que un nombre de teatro pero yo decidi legalizarlo. Estaba por casarme y mi futura esposa lo aprobo, ya que ella tambien trabajaba en el teatro. Lydia Baranov… ?no es un nombre para una actriz, no? Tal vez haya oido hablar de ella. Es bastante conocida.

Asi que su mujer estaba viva… Alma se sintio mareada. Tenia que salir de alli. Se alejo de el y cruzo la habitacion a tientas, y las lagrimas le nublaban la vision. La enfermera sujeto la puerta para que pasara y le entrego una tarjeta con la fecha de su proxima visita.

Una vez en la calle Alma la rompio y arrojo los pedazos al desague mas cercano.

2

Otra mujer joven intervino en el caso. Se llamaba Poppy Duke.

El dia de descanso del Senor funcionaba al reves para Poppy. Ella descansaba seis dias y trabajaba el septimo. Su puesto de accion estaba en el mercado de Petticoat Lane. Tenia dieciocho anos, mirada alerta, una sonrisa que enganaba y hermosos rizos dorados. Era una brillante ladrona. Sus manos delgadas de dedos largos podian sacar una billetera del bolsillo de su dueno mientras tropezaba con el y le decia, «?Me disculpa?». Podria abrir una cartera, localizar el monedero dentro y quitar el dinero en un solo movimiento imperceptible para el dueno o el vendedor que trataba de obtenerlo de manera mas legitima. La toleraban en el mercado porque se decia que era una especie de moderno Robin Hood. Robaba solo a los visitantes que iban mas a husmear que a comprar. Y empleaba mas de media docena de chicos como senuelos, pagandoles generosamente.

Esa manana cuando apenas habia empezado, vio a la presa perfecta, un joven vestido con traje elegante, sombrero y abrigo colocado sobre los hombros como una capa. Se habia detenido en un puesto que servia te causando una cierta sensacion por haber sacado un billete de una libra. Aseguraba que no tenia cambio.

– Bueno, ahora si tiene, tesoro -exclamo la mujer del puesto mientras dejaba caer en sus manos una cantidad de moneditas-. ?No las va a contar? -le sirvio una taza de te.

El hombre todavia tenia la billetera en la mano. La metio en el bolsillo interior de su abrigo y bebio su te.

Poppy entro en accion. No iba a dejarse ese tipo a algun principiante. Se puso en la fila. Con la mano izquierda levanto la solapa del bolsillo y tanteo la billetera.

Para su horror, una mano agarro la suya desde dentro. No podia sacarla. El hombre se dio la vuelta y le sonrio. Todavia sujetaba la taza de te con la mano derecha. Era la izquierda, pasada a traves de la division del forro del abrigo, la que sujetaba la mano de Poppy.

– Bien, Poppy, diria que esto ha sido como quitarle un caramelo a un chaval.

– Tengo la mano atascada.

– Por supuesto, y no pienso soltarla. Si no quieres problemas dejala asi y sigueme. Tengo un taxi esperandome.

– ?Me esta arrestando? Deme una oportunidad, companero.

– Camina, Poppy.

Obedecio. Tenia miedo de que sus jovenes complices trataran de detenerlos y fueran tambien capturados.

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