– ?Consta ahi su numero?

Me lo facilito.

– ?Donde se encuentra ahora Fortier?

– El archivo concluye en 1988. ?Desea saber la direccion?

– Si.

Mientras marcaba el numero facilitado me hallaba al borde del llanto. Oi sonar el timbre en el extremo norte de la isla de Montreal. «Tranquilizate, Brennan.» Trate de pensar que diria.

– L'hopital Pinel. Puis-je vous aider? -respondio una voz femenina.

– Con el doctor LaPerriere, s'il vous plait.

«?Por favor, no me diga que no trabaja ahi!»

– Un instant, s'il vous plait.

?Si, seguia en plantilla! Me hicieron aguardar y luego repetir el ritual con una segunda voz femenina.

– Qui est sur la ligue, s'il vous plait?

– La doctora Brennan.

Una sensacion de vacio en el ambiente.

– Aqui la doctora LaPerriere -respondio otra voz femenina, en esta ocasion cansada e impaciente.

– Soy la doctora Temperance Brennan -le dije, esforzandome por reprimir el temblor de mi voz-, antropologa forense del Laboratorio de Medicina Legal y estoy implicada en la investigacion de una serie de crimenes que se han producido durante los ultimos anos en la zona de Montreal. Tenemos razones para creer que pueda hallarse implicado uno de sus antiguos pacientes.

– ?Y bien?

Su voz sonaba cansada.

Le explique la formacion del destacamento de fuerzas y le pedi que me hablara de Leo Fortier.

– Doctora Brennan, ?es asi? Sabe que no puedo comentar el expediente de un paciente en una conversacion telefonica. Sin autorizacion judicial eso representaria quebrantar la confidencialidad.

«Tranquilizate. Sabias que iba a responderte eso.»

– Desde luego. Y esa autorizacion llegara, pero nos hallamos en una situacion apremiante, doctora, y no podemos demorar esta conversacion con usted. En estos momentos la autorizacion no es realmente necesaria. Las mujeres mueren, doctora LaPerriere, son brutalmente asesinadas y desfiguradas. Ese individuo actua con extrema violencia. Mutila a sus victimas. Pensamos que se trata de alguien que experimenta profunda aversion a las mujeres y que esta dotado de bastante inteligencia para planear y llevar a cabo tales asesinatos. Y tememos que no tardara en actuar de nuevo.

Trague saliva con la boca reseca por el temor.

– Leo Fortier es un sospechoso y necesitamos saber si, a su parecer, existe algo en su historial que sugiera su adecuacion a este perfil. El papeleo para preparar su historial llegara; pero, si usted recuerda datos de ese paciente, la informacion que ahora nos facilite contribuira a que detengamos al asesino antes de que vuelva a actuar.

Me habia cubierto con otra manta, en esta ocasion de fria calma. No podia permitir que trascendiera el temor que sentia.

– Sencillamente, no puedo…

Mi manta se deslizaba.

– Tengo una hija, doctora LaPerriere. ?Es usted madre?

– ?Como?

La sensacion de afrenta rivalizaba con el cansancio.

– Chantale Trottier tenia solo dieciseis anos cuando la asesino a golpes y luego la descuartizo y la abandono en un vertedero.

– ?Jesus!

Aunque no conocia a Marie Claude LaPerriere, su voz me hacia evocar una escena vivida, con un gris metalico, verde institucional y sucia piedra.

Podia imaginarla: de mediana edad, con la desilusion profundamente grabada en el rostro. Trabajaba para un sistema en el que habia perdido la fe hacia tiempo, un sistema incapaz de comprender ni mucho menos controlar la crueldad de una sociedad enloquecida hasta el limite. Las victimas de pandillas; los adolescentes de mirada vacia y munecas desangradas; los bebes escaldados y quemados con cigarrillos; los fetos flotando en tazas de retretes; los viejos fallecidos de inanicion en medio de sus propios excrementos; las mujeres con rostros golpeados y miradas implorantes… En otros tiempos creia poder solucionar las cosas: la experiencia la habia convencido de lo contrario.

Pero habia prestado juramento. ?A quien? ?Por que? El dilema le resultaba ahora tan familiar como antes lo habia sido su idealismo. La oia respirar profundamente.

– Leo Fortier ingreso en 1988 por un periodo de seis meses. Durante ese tiempo yo lo asisti como psiquiatra.

– ?Lo recuerda?

– Si.

Aguarde entre los latidos de mi corazon. Adverti que encendia un pitillo y respiraba con intensidad.

– Leo Fortier vino a Pinel por haber golpeado a su abuela con una lampara. -Se expresaba con brevedad y cautela-. A la anciana tuvieron que aplicarle mas de cien puntos y se nego a formular cargos contra su nieto. Cuando concluyo el periodo de ingreso voluntario de Fortier, le recomende que prosiguiera el tratamiento. Pero se nego.

Hizo una pausa para escoger las palabras adecuadas.

– Leo Fortier vio morir a su madre y en presencia de su abuela. La anciana lo crio engendrando en el una autoimagen en extremo negativa que resulto en su incapacidad para establecer relaciones sociales adecuadas.

»La abuela de Leo lo castigaba en exceso, pero lo protegia de las consecuencias de sus actos fuera de casa. Cuando el muchacho fue adolescente, sus actividades sugerian que sufria una grave deformacion cognitiva junto con una abrumadora necesidad de control. Habia desarrollado una sensacion excesiva de derecho y exhibia una intensa ira narcisista al verse frustrado.

»La necesidad de control de Leo, su amor y odio reprimidos hacia su abuela y su creciente aislamiento social lo indujeron a pasar cada vez mas tiempo en su propio mundo de fantasia. Asimismo desarrollo todos los mecanismos clasicos de defensa. Negacion, represion, proyeccion. Emocional y socialmente era en extremo inmaduro.

– ?Lo cree capaz del comportamiento que he descrito?

Me sorprendia lo firme que sonaba mi voz. En mi interior estaba agitada, aterrada por mi hija.

– Durante el tiempo que trabaje con Leo sus fantasias eran fijas y definitivamente negativas. Muchas de ellas implicaban comportamientos sexuales violentos.

Hizo una pausa y la oi respirar de nuevo.

– A mi parecer, Leo Fortier es un hombre muy peligroso.

– ?Sabe donde vive ahora?

En esta ocasion me temblaba la voz.

– No he tenido contacto con el desde que se marcho.

Me disponia a despedirme cuando se me ocurrio otra pregunta.

– ?Como murio la madre de Leo?

– En manos de un abortista -respondio.

Cuando colgue el aparato mis pensamientos se atropellaban. Tenia un nombre: Leo Fortier. Leo Fortier habia trabajado con Grace Damas, tenia acceso a las propiedades eclesiasticas y era en extremo peligroso. ?Y bien?

Distingui un suave rumor y adverti que la habitacion se habia vuelto morada. Abri las puertas ventanas y mire al exterior. Densas nubes cubrian la ciudad y proyectaban una prematura oscuridad. El viento habia mudado de direccion y en el ambiente flotaba intenso el olor a lluvia. El cipres se balanceaba de un lado para otro y las hojas caian por el suelo.

De pronto acudio a mi mente uno de mis primeros casos: Nellie Adams, desaparecida hacia cinco anos. Me

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