panico. La sangre se derramo sobre los lienzos y corrio hasta el piso. Salpico su guardapolvos, y pudo sentir su calor de fragancia cobriza empapando las mangas. Y todavia seguia fluyendo en un rio satinado.

Encajo los retractores, ampliando el agujero de la herida y exponiendo el campo. Littman inserto el cateter de succion. La sangre corria con ruidos gorgoteantes por el entubado. Un hilo rojo brillante salpico con un chorro el recipiente de vidrio.

– ?Mas planchas de laparotomia! -grito Catherine por encima del ruido de succion. Ya habia rellenado la herida con media docena de planchas absorbentes y observaba como se volvian rojas como por arte de magia. En cuestion de segundos estaban saturadas. Las arrebato de un tiron y coloco planchas nuevas, acomodandolas en los cuatro angulos.

– ?Veo una contraccion ventricular prematura! -dijo una enfermera.

– Mierda, ya succionamos dos litros en el recipiente -dijo Littman.

Catherine levanto la vista y vio que las bolsas de RH negativo y plasma fresco goteaban velozmente por la via intravenosa. Era como verter agua en un colador. Entraba por las venas y salia por la herida. No podian mantener la sangre. Ella no podia cauterizar vasos sumergidos en un lago de sangre; no podia operar a ciegas.

Quito las planchas de laparotomia, pesadas y chorreantes, y relleno con unas nuevas. Por unos pocos y valiosos segundos trazo las marcas. La sangre se filtraba desde el higado, pero no habia ningun punto danado a la vista. Parecia estar goteando por toda la superficie del organo.

– ?Estoy perdiendo presion! -exclamo una enfermera.

– Pinzas -dijo Catherine, y el instrumento fue depositado instantaneamente sobre su mano-. Voy a intentar hacer una maniobra Pringle. Barrows, ?coloca mas planchas!

Sorprendido al verse llamado a la accion, el estudiante de medicina se acerco a la bandeja y choco contra la pila de planchas de laparotomia. Las miro con horror mientras caian.

Una enfermera abrio un paquete nuevo con un desgarron.

– Van sobre el paciente, no en el piso -le indico con desden. Su mirada se cruzo con la de Catherine, y un mismo pensamiento se reflejo en los ojos de ambas mujeres.

?Este chico quiere ser medico?

– ?Donde las pongo? -pregunto Barrows.

– Solo despeja el campo. ?No puedo ver nada con toda esta sangre!

Le dio unos pocos segundos para limpiar la herida, luego ella se adelanto y desgarro el omento superficial. Guiando las pinzas desde la izquierda, identifico el pediculo hepatico, atravesado por la arteria hepatica y la vena porta. No era mas que una solucion temporaria, pero si podia detener el flujo de sangre en ese punto, podria controlar la hemorragia. Eso les daria un tiempo precioso para estabilizar la presion y bombear mas sangre y plasma a su circulacion. Apreto las pinzas, cerrando los vasos del pediculo.

Para su desesperacion, la sangre continuaba filtrandose sin pausa.

– ?Estas segura de que cerraste el pediculo? -dijo Littman.

– Se que lo hice. Y se que no viene del retroperitoneo.

– ?Tal vez de la vena hepatica?

Ella saco dos planchas de laparotomia de la bandeja. Su siguiente maniobra era el ultimo recurso. Colocando las planchas sobre la superficie del higado, apreto el organo con sus manos enguantadas.

– ?Que esta haciendo? -pregunto Barrows.

– Compresion hepatica -dijo Littman-. A veces puede cerrar los bordes de laceraciones ocultas. Detiene la hemorragia.

Cada musculo de sus hombros y brazos se puso rigido mientras apretaba para mantener la presion y controlar la marea de sangre.

– Sigue sangrando -dijo Littman-. Esto no funciona.

Ella miro fijamente la herida y observo la sostenida acumulacion de sangre. «?De donde carajo esta sangrando?», se pregunto. Y de repente noto que tambien habia sangre filtrandose desde otros lugares. No solo del higado, sino tambien de la pared abdominal, del mesenterio. De los bordes de la piel recien cortada.

Observo el brazo izquierdo del paciente, que sobresalia por debajo de los panos esterilizados. La gasa que cubria la aguja de la via intravenosa estaba empapada de sangre.

– Quiero seis unidades de plaquetas y plasma fresco inmediatamente -ordeno-. Y comiencen una infusion de heparina. Diez mil unidades por bolsa de suero, luego mil unidades por hora.

– ?Heparina? -dijo Barrows estupefacto-. Pero si se esta desangrando.

– Esto es una CID -dijo Catherine-. Necesita un anticoagulante.

– Todavia no tenemos los resultados del laboratorio. ?Como sabes que es una CID? -Littman la miraba atentamente.

– Para el momento en que tengamos los estudios de coagulacion, sera demasiado tarde. Tenemos que movernos ya mismo. -Le hizo una indicacion a la enfermera-. Adelante.

La enfermera clavo la aguja dentro del puerto de inyeccion de la via intravenosa. La heparina era una tirada de dados desesperada. Si el diagnostico de Catherine era correcto, si el paciente sufria de CID -coagulacion intravascular diseminada-, entonces a traves de su flujo sanguineo se estaba formando una cantidad masiva de trombos como una microscopica tormenta de granizo, consumiendo todos sus preciosos agentes de coagulacion y sus plaquetas. Un traumatismo severo, un cancer o una infeccion latente podian disparar una formacion descontrolada de trombos en cascada. Como la CID utiliza agentes de coagulacion y plaquetas, ambos necesarios para la coagulacion, el paciente comenzaria con una hemorragia. Para detener la CID tenian que administrarle heparina como anticoagulante. Era un tratamiento extranamente paradojico. Era tambien una apuesta. Si el diagnostico de Catherine estaba errado, la heparina no haria mas que empeorar la hemorragia.

«Como si las cosas pudieran empeorar», penso. La espalda le dolia y sus brazos temblaban por el esfuerzo de mantener la presion sobre el higado. Una gota de sudor se deslizo por su mejilla y empapo su barbijo.

Desde el laboratorio llamaban de nuevo por el intercomunicador.

– Traumatismo Dos, tengo los resultados de coagulacion del paciente.

– Adelante -dijo la enfermera.

– Plaquetas en mil. El tiempo de protrombina se eleva a treinta, y tiene elementos de degradacion de fibrina. Parece que el paciente tiene un caso agudo de CID.

Catherine capto la mirada de asombro de Barrows. «Los estudiantes de medicina son tan impresionables».

– ?Taquicardia ventricular! ?Esta en taquicardia ventricular!

La mirada de Catherine se lanzo al monitor. Una linea irregular trazaba dientes filosos a traves de la pantalla.

– ?Presion?

– Nada. La perdi.

– Comencemos la resucitacion cardiopulmonar. Littman, estas a cargo del protocolo.

El caos se formaba como una tormenta, girando a su alrededor con una violencia vertiginosa. Un empleado irrumpio con plasma fresco y plaquetas. Catherine escucho que Littman impartia ordenes para las drogas cardiacas, vio a una enfermera colocar sus manos sobre el esternon y comenzar a empujar contra el pecho, mientras la cabeza del paciente se bamboleaba como un muneco. Con cada compresion cardiaca irrigaban el cerebro, manteniendolo vivo. Asi tambien alimentaban la hemorragia.

Catherine observo la cavidad abdominal del paciente. Todavia mantenia comprimido el higado, deteniendo la marea de sangre. ?Era su imaginacion o la sangre, que se derramaba en cintas brillantes a traves de sus dedos, comenzaba a disminuir?

– Desfibrilacion -dijo Littman-. Cien joules…

– No, espera. ?Su ritmo ha vuelto!

Catherine miro el monitor. ?Taquicardia sinusal! El corazon latia nuevamente, pero tambien forzaba sangre en las arterias.

– ?Esta irrigando? -exclamo-. ?Cual es la presion sanguinea?

– Presion… noventa sobre cuarenta. ?Si!

– Ritmo estable. Manteniendo la taquicardia sinusal.

Catherine miro el abdomen abierto. La hemorragia habia disminuido a una filtracion apenas perceptible. Se quedo acunando el higado en sus manos, y escucho el sonido regular del monitor. Musica para sus oidos.

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