silla-. No veo en que pueda ayudarlos.

– Doctora Cordeil, este asesino conoce detalles que nunca fueron revelados al publico. Posee informacion sobre los ataques de Capra que nadie ademas de los investigadores de Savannah conoce.

– Entonces tal vez deberian ir a ver a esa gente. A los que lo conocieron.

– Usted es una de esas personas, doctora Cordell.

– Por si lo olvidaron, yo fui una victima.

– ?Hablo en detalle sobre su caso con alguien?

– Solo con la policia de Savannah.

– ?No lo discutio en profundidad con algun amigo?

– No.

– ?Parientes?

– Tampoco.

– Debe de haber alguien en quien usted confie.

– No hablo de eso. Nunca hablo de eso.

Moore le dirigio una mirada de desconfianza.

– ?Nunca?

Ella aparto sus ojos.

– Nunca -susurro.

Hubo un largo silencio. Luego Moore, con amabilidad, pregunto:

– ?Alguna vez escucho el nombre de Elena Ortiz?

– No.

– ?Diana Sterling?

– No. ?Son las mujeres que…?

– Si. Ellas son las victimas.

Catherine trago saliva.

– No conozco esos nombres.

– ?No sabia nada de los asesinatos?

– Es importante para mi no leer cosas tragicas. No puedo lidiar con eso. -Dejo escapar un suspiro de cansancio-. Tienen que entender; veo tantas cosas terribles en la sala de emergencia… Cuando llego a casa, al final del dia, quiero paz. Quiero sentirme segura. No necesito leer nada de lo que sucede en el mundo ni de toda su violencia.

Moore busco en su saco y deslizo dos fotografias por encima del escritorio.

– ?Reconoce a alguna de estas dos mujeres?

Catherine miro con atencion las caras. La de la izquierda tenia ojos oscuros y una sonrisa en los labios; el viento jugaba con su pelo. La otra era una rubia eterea, de mirada sonadora y distante.

– La de pelo oscuro es Elena Ortiz -dijo Moore-. La otra es Diana Sterling. Diana fue asesinada hace un ano. ?Estas caras no le resultan para nada familiares?

Ella sacudio la cabeza.

– Diana Sterling vivia en Back Bay, solo a media cuadra de su casa. El departamento de Elena Ortiz esta a tan solo dos cuadras al sur de su hospital. Es probable que las haya visto. ?Esta absolutamente segura de que no reconoce a ninguna de las dos?

– Nunca las vi en mi vida. -Le devolvio las fotos a Moore, y de repente vio que su mano temblaba. Seguramente el lo noto cuando las recibia y rozaba sus dedos con los de ella. Catherine penso que el debia de advertir a menudo ese tipo de cosas; un policia debia hacerlo. Habia estado tan concentrada en su agitacion que apenas registro a este hombre. Era tranquilo y amable con ella, y no la hacia sentirse amenazada en absoluto. Solo ahora advertia que la habia estado estudiando de cerca, a la espera de un atisbo de la Catherine Cordell interior. No la experimentada cirujana en traumatismos, tampoco la gelida y elegante pelirroja, sino la mujer bajo la superficie.

La detective Rizzoli hablo ahora, y a diferencia de Moore, no hizo esfuerzo alguno para suavizar sus preguntas. Unicamente queria respuestas, y no perdio tiempo en conseguirlas.

– ?Cuando se mudo aqui, doctora Cordell?

– Deje Savannah al mes del ataque -dijo Catherine, adaptandose al tono expeditivo de Rizzoli.

– ?Por que eligio Boston?

– ?Por que no?

– Es un largo camino desde el sur.

– Mi madre se crio en Massachusetts. Nos traia a Nueva Inglaterra todos los veranos. Senti que… estaba volviendo a casa.

– De modo que esta aqui desde hace dos anos.

– Si.

– ?Haciendo que?

Catherine se puso seria, perpleja ante la pregunta.

– Trabajando aqui en Pilgrim, con el doctor Falco. En el servicio de traumatismos.

– Supongo que entonces el Globe se equivoco.

– ?Perdon?

– Lei el articulo sobre usted hace un par de semanas. El de las mujeres cirujanas. Muy buena foto suya, dicho sea de paso. Dice que usted trabaja aqui en Pilgrim desde hace solo un ano.

Catherine hizo una pausa.

– El articulo no se equivoco. Despues de Savannah me tome un tiempo para… -Se aclaro la garganta-. No me uni al equipo del doctor Falco hasta junio pasado.

– ?Y que hay de su primer ano en Boston?

– No trabaje.

– ?Que hizo?

– Nada. -Esa unica maldita respuesta, tan directa y terminante, era todo lo que pensaba decirles. No iba a revelar la humillante verdad de lo que habia sido ese primer ano. Los dias, alargados en semanas, en los que tenia miedo de salir de su apartamento. Las noches en que el sonido mas apagado podia dejarla temblando de panico. El lento y doloroso trayecto de vuelta al mundo, cuando tan solo subir a un ascensor o caminar en la noche hasta su auto eran actos de absoluta valentia. Se habia sentido avergonzada de su vulnerabilidad; todavia lo estaba, y su orgullo nunca le permitiria revelarlo.

Miro su reloj.

– Los pacientes me esperan. En realidad, no tengo nada que agregar.

– Dejeme repasar los hechos. -Rizzoli abrio un pequeno cuaderno de espiral. -Hace poco mas de dos anos, en la noche del 15 de junio, usted fue atacada en su domicilio por el doctor Andrew Capra. Un hombre que conocia. Un residente con el que usted trabajaba en el hospital. -Levanto la vista hacia Catherine.

– Usted ya conoce la respuesta.

– La drogo, la desnudo. La ato a su cama. La aterrorizo.

– No veo el sentido de…

– La violo. -Las palabras, aunque pronunciadas con suavidad, tuvieron el impacto brutal de una cachetada.

Catherine no dijo nada.

– Y eso no es todo lo que planeaba hacer -continuo Rizzoli.

«Dios santo, haz que se detenga».

– Iba a mutilarla de la peor manera posible. Tal como mutilo a otras cuatro mujeres de Georgia. Las abrio. Destruyo precisamente lo que las hacia mujeres.

– Es suficiente -dijo Moore.

Pero Rizzoli era implacable.

– Podria haberle sucedido a usted, doctora Cordell.

Catherine sacudio la cabeza.

– ?Por que hace esto?

– Doctora Cordell, no hay nada que desee mas que atrapar a ese hombre, y se me ocurrio que podria

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