– Si.

– ?Donde?

– Aqui -responde, encogiendose de hombros.

Mi desconcierto parece divertirle. Entonces pregunta bruscamente:

– ?Ya has hallado la clave de la obra?

Pienso durante un instante y murmuro, titubeando:

– ?Quizas es el poema?…

– ?Y que significa el poema?

Tras una pausa, respondo:

– Que la verdad no puede ser razonada… O que es dificil encontrar la verdad…

Montalo parece decepcionado.

– Ya sabemos que es dificil encontrar la Verdad -comenta-. Esta conclusion no puede ser la Verdad… porque, en tal caso, la Verdad no seria nada. Y tiene que haber algo, ?no? Dime: ?cual es la idea final, la clave del texto?

– ?No lo se! -grito.

Le veo sonreir, pero su sonrisa es amarga.

– Quiza la clave sea tu propio enfado, ?no? -dice-, esta ira que ahora sientes contra mi… o el placer que experimentaste cuando imaginabas retozar con la hetaira… o el hambre que padecias cuando yo me retrasaba con la comida… o la lentitud de tus intestinos… Puede que sean esas las unicas claves. ?Para que buscarlas en el texto? ?Estan en nuestros propios cuerpos!

– ?Deja de jugar conmigo! -replico-. ?Quiero saber que relacion existe entre esta obra y el poema de mi padre!

Montalo adopta una expresion seria y recita, como si leyera, en tono fatigado:

– Ya te dije que el poema es de Filotexto de Quersoneso, escritor tracio que vivio en Atenas durante sus anos de madurez y frecuento la Academia de Platon. Basandose en su propio poema, Filotexto compuso las imagenes eideticas de La caverna de las ideas. Ambas obras se inspiraron en sucesos reales ocurridos en Atenas durante aquella epoca, particularmente el suicidio colectivo de los miembros de una secta muy similar a la que se describe aqui. Este ultimo acontecimiento influyo mucho en Filotexto, que veia en tales ejemplos una prueba de que Platon se equivocaba: los hombres no escogemos lo mas malo por ignorancia sino por impulso, por algo desconocido que yace en cada uno de nosotros y que no puede ser razonado ni explicado con palabras…

– ?Pero la historia le ha dado la razon a Platon! -exclamo con energia-. Los hombres de nuestra epoca son idealistas y se dedican a pensar y a leer y descifrar textos… Muchos somos filosofos o traductores… Creemos firmemente en la existencia de Ideas que no percibimos con los sentidos… Los mejores de nosotros gobiernan las ciudades… Mujeres y hombres trabajan por igual en las mismas cosas y tienen los mismos derechos. El mundo se halla en paz. La violencia se ha extinguido por completo y…

La expresion de Montalo me pone nervioso. Interrumpo mi emocionada declaracion y le pregunto:

– ?Que ocurre?

Lanzando un profundo suspiro, con los ojos enrojecidos y humedos, replica:

– Esa es una de las cosas que se propuso demostrar Filotexto con su obra, hijo: el mundo que estas describiendo… el mundo en que vivimos… nuestro mundo… no existe. Y, probablemente, no existira jamas -y, en tono sombrio, anade-: El unico mundo que existe es el de la obra que has traducido: la Atenas de posguerra, esa ciudad repleta de locuras, extasis y monstruos irracionales. Ese es el mundo real, no el nuestro. Por tal motivo te adverti que La caverna de las ideas afectaba a la existencia del universo…

Le observo. Parece estar hablando en serio, pero sonrie.

– ?Ahora si que creo que estas completamente loco! -le digo.

– No, hijo. Haz memoria.

Y de repente su sonrisa se vuelve bondadosa, como si ambos compartieramos la misma desgracia. Dice:

– ?Recuerdas, en el capitulo septimo, la apuesta entre Filotexto y Platon?

– Si. Platon afirmaba que no podria escribirse jamas un libro que contuviera los cinco elementos de sabiduria. Pero Filotexto no estaba tan convencido…

– Eso es. Pues bien: La caverna de las ideas es el resultado de la apuesta entre Filotexto y Platon. A Filotexto la empresa le parecia muy dificil: ?como crear una obra que incluyera los cinco elementos platonicos de sabiduria?… Los dos primeros eran sencillos, si recuerdas: el nombre es el nombre de las cosas, simplemente, y la definicion, las frases que decimos acerca de ellas. Ambos elementos figuran en un texto normal. Pero el tercero, las imagenes, ya representaba un problema: ?como crear imagenes que no fueran simples definiciones, formas de seres y cosas mas alla de las palabras escritas? Entonces, Filotexto invento la eidesis…

– ?Que? -lo interrumpo, incredulo-. ?«Invento»?

Montalo asiente con gravedad.

– La eidesis es una invencion de Filotexto: gracias a ella, las imagenes alcanzaban soltura, independencia… no se vinculaban a lo que estaba escrito sino a la fantasia del lector… ?Un capitulo, por ejemplo, podia contener la figura de un leon, o de una muchacha con un lirio!…

Sonrio ante la ridiculez que estoy oyendo.

– Sabes tan bien como yo -replico- que la eidesis es una tecnica literaria empleada por algunos escritores griegos…

– ?No! -me interrumpe Montalo, impaciente-. ?Es una simple invencion exclusiva de esta obra! ?Dejame seguir y lo entenderas todo!… El tercer elemento, pues, quedaba resuelto… Pero aun faltaban los mas dificiles… ?Como lograr el cuarto, que era la discusion intelectual? Evidentemente, se necesitaba una voz fuera del texto, una voz que discutiese lo que el lector iba leyendo… un personaje que contemplara desde la distancia los sucesos de la trama… Este personaje no podia estar solo, ya que el elemento exigia cierto grado de dialogo… De modo que se hacia imprescindible la existencia de, al menos, dos caracteres fuera de la obra… Pero ?quienes serian estos, y con que excusa se presentarian al lector?…

Montalo hace una pausa y enarca las cejas con expresion divertida. Prosigue:

– La solucion se la dio a Filotexto su propio poema, la estrofa del traductor «encerrado por un loco»: anadir varios traductores ficticios seria el medio mas adecuado para conseguir el cuarto elemento… Uno de ellos «traduciria» la obra, comentandola con notas marginales, y los demas se relacionarian con el de una u otra forma… Con este truco, nuestro escritor logro introducir el cuarto elemento. ?Pero quedaba el quinto, el mas dificil: la Idea en si!…

Montalo hace una breve pausa y emite una risita. Anade:

– La Idea en si es la clave que hemos estado buscando en vano desde el principio. Filotexto no cree en su existencia, y por eso no la hemos encontrado… Pero, a fin de cuentas, tambien esta incluida: en nuestra busqueda, en nuestro deseo de hallarla… -y tras ampliar su sonrisa, concluye-: Filotexto, pues, ha ganado la apuesta.

Cuando Montalo termina de hablar, murmuro, incredulo:

– Estas completamente loco…

El inexpresivo rostro de Montalo palidece cada vez mas.

– En efecto: lo estoy -admite-. Pero ahora se por que jugue contigo y despues te secuestre y te encerre aqui. En realidad, lo supe cuando me dijiste que el poema en que se basa esta obra era de tu padre… Porque yo tambien estoy seguro de que ese poema lo escribio mi padre…, que era escritor, como el tuyo.

Me quedo sin saber que decir. Montalo prosigue, cada vez mas angustiado:

– Formamos parte de las imagenes de la obra, ?no lo ves? Yo soy el loco que te ha encerrado, como dice el poema, y tu el traductor. Y el padre de ambos, el hombre que nos ha engendrado a ti y a mi, y a todos los personajes de La caverna, se llama Filotexto de Quersoneso.

Un escalofrio recorre mi cuerpo. Contemplo la oscuridad de la celda, la mesa con los papiros, la lampara, el palido semblante de Montalo. Murmuro:

– Es mentira… Yo… yo tengo mi propia vida… ?Tengo amigos!… Conozco a una muchacha llamada Helena…

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