La toquilla se agito y un estallido lleno el aire. Starling alcanzo a Evelda Drumgo bajo la nariz y le revento la nuca.

Tuvo que sentarse. Sentia una aguda quemazon en un lado de la cabeza y le costaba respirar. Tambien Evelda habia quedado sentada, doblada sobre las piernas y sangrando por la boca sobre el nino, cuyo llanto se ahogaba contra el cuerpo de la madre. Starling se arrastro hasta ellos y brego con las pegajosas hebillas del arnes. Saco la navaja del sujetador de Evelda, hizo saltar el resorte sin mirarla y corto el correaje. El bebe estaba rojo y resbaladizo, y a Starling le resultaba dificil sujetarlo.

Lo sostuvo contra el pecho y miro angustiada a su alrededor. Vio la lluvia procedente de la entrada del mercado y corrio hacia ella abrazada al cuerpecillo ensangrentado. Barrio con un brazo los cuchillos y las tripas de pescado, deposito al nino en la tabla de cortar y dirigio hacia el el chorro de la manguera. El cuerpecillo moreno yacia sobre la blanca tabla de cortar, entre cuchillos, entranas de pescado y la cabeza del tiburon, mientras Starling procuraba quitarle de encima la sangre contaminada de su madre y la suya propia, que se iban juntas formando una sola corriente tan salada como el mismo mar.

En la cortina de agua, el pequeno arco iris, que parecia burlarse de la promesa biblica, ondulaba como una bandera sobre la obra del ciego azote del Senor. Aquel hombrecito no tenia agujeros, que Starling pudiera ver. Desde los altavoces Macarena seguia atronando al ritmo de unos fogonazos que no cesaron hasta que Hare alejo al fotografo a empujones.

CAPITULO 2

Un callejon sin salida en un barrio obrero de Arlington, Virginia, poco despues de medianoche. Acaba de caer un chaparron, pero la noche otonal es calida. El aire se mueve inquieto anunciando un frente frio. Huele a tierra y hojas humedas, y se oye el cri-cri de un grillo. El insecto enmudece al percibir una vibracion poderosa, el zumbido sordo de un Mustang de cinco litros con valvulas de tubo de acero, que se mete en el callejon seguido por el coche de un marshal federal. Los dos vehiculos suben por el camino de acceso a un par de casitas adosadas y se detienen. El Mustang vibra unos instantes en punto muerto. Cuando el motor se para, el grillo espera un momento y reanuda su cantinela, la ultima antes de la helada, la ultima de su vida.

Un agente de uniforme sale del Mustang por la puerta del conductor. Da la vuelta al coche y abre la puerta del pasajero. Clarice Starling pone los pies en el suelo. Una cinta blanjca le sujeta un vendaje por encima de la oreja. Tiene el cuello manchado de Be-tadine rojo anaranjado por encima de la bata hospitalaria de color verde que lleva en lugar de camisa.

En la mano lleva una bolsa de plastico con cierre de cremallera que contiene sus objetos personales: monedas, llaves, su carnet de agente especial del FBI, un cargador rapido con cinco tandas de municion y un aerosol irritante. Ademas de la bolsa, un cinturon y la pistolera, vacia.

El agente le entrega las llaves del coche.

– Gracias, Bobby.

– ?Quieres que Pharon y yo entremos y nos quedemos un rato? ?O prefieres que llame a Sandra? Estara levantada, esperandome. La traere para que te haga un poco de compania. Te conviene…

– No. Prefiero estar sola. Ardelia no tardara en llegar. Pero te lo agradezco, Bobby.

El policia entra en el otro coche y espera con su companero hasta verla entrar en casa; luego, el vehiculo federal abandona el lugar.

El cuarto de la lavadora esta caliente y huele a suavizante. Los tubos de la lavadora y de la secadora estan sujetos con manillas de plastico. Starling vacia sus cosas sobre la lavadora y la llaves resuenan contra el metal. Saca la ropa humeda de la lavadora y llena con ella la secadora. Se quita los pantalones de faena y los mete en la lavadora; luego hace otro tanto con la bata del hospital y con el sujetador manchado de sangre, y pone en marcha el aparato. Se queda en calcetines, bragas y la sobaquera con un 38 especial con el percutor envuelto en esparadrapo. Tiene moratones en la espalda y en las costillas, y un codo en carne viva. Lleva hinchados el ojo y la mejilla izquierdos.

La lavadora se llena de agua y empieza a girar. Starling se envuelve en una gran toalla playera y va al comedor. Vuelve con dos dedos de Jack Daniels puro en un vaso largo. Se sienta a oscuras en la alfombrilla de caucho que hay delante de la lavadora y apoya la espalda contra el aparato caliente, que vibra y chapalea. Levanta la cara hacia el techo y solloza en seco unos instantes, hasta que por fin las lagrimas le afloran a los ojos. Lagrimas ardientes, que se deslizan por las mejillas y ruedan barbilla abajo.

Ardelia Mapp llego a su casa alrededor de la una menos cuarto, despues de un largo trayecto en coche desde el cabo May; el hombre la acompano hasta la puerta, donde se dieron las buenas noches. Mapp estaba en su cuarto de bano cuando oyo correr el agua y la sacudida de las canerias al cambiar de ciclo la lavadora.

Fue hasta la parte trasera de la casa y dio la luz de la cocina que compartia con Starling. Era suficiente para ver el interior del cuarto de la lavadora. Starling estaba sentada en el suelo y tenia la cabeza envuelta en un vendaje.

– ?Clarice! ?Pero, carino…! -la chica se arrodillo a su lado-. ?Que te ha pasado?

– Me han disparado encima de la oreja, Ardelia. Me han curado en el Walter Reed. No des la luz, ?vale?

– Vale. Te preparare alguna cosa. No me he enterado. En el coche hemos venido escuchando musica. Cuentame…

– John ha muerto, Ardelia.

– ?John? ?John Brigham?

Tanto Mapp como Starling habian tenido sus mas y sus menos con Brigham cuando el agente especial era instructor de tiro en la Academia del FBI. Las dos amigas se habian empenado en descifrar un tatuaje que se le adivinaba bajo la manga de la camisa.

Starling asintio y se seco los ojos con el dorso de la mano, como una nina.

– Evelda Drumgo y un punado de Tullidos. Evelda le disparo. Tambien ha muerto Burke, Marquez Burke, del BATF. Era una operacion conjunta. A Evelda le dieron el soplo y los de las noticias llegaron al mismo tiempo que nosotros. Evelda era mia. No quiso entregarse, Ardelia. No quiso rendirse ni con el nino en los brazos. Intercambiamos unos disparos y ahora ella esta muerta.

Era la primera vez que Mapp la veia llorar.

– Hoy he matado a cinco personas, Ardelia.

Mapp se sento en el suelo al lado de Starling y le paso un brazo por los hombros. Se quedaron con las espaldas apoyadas contra la lavadora, que seguia girando.

– ?Y el hijo de Evelda?

– Le limpie la sangre de su madre. No tenia rasgunos en la piel, al menos yo no los vi. En el hospital dicen que fisicamente esta bien. Se lo entregaran a la madre de Evelda dentro de un par de dias. ?Sabes que fue lo ultimo que me dijo Evelda, Ardelia? «Vamos a intercambiar fluidos, zorra.»

– Dejame prepararte algo -le dijo Mapp.

– ?Que? -pregunto Starling.

CAPITULO 3

Con la luz gris del amanecer llegaron los periodicos y el primer noticiario de las cadenas de television.

Mapp, que habia oido a Starling andar por la casa, se presento con unos panecillos, y las dos se pusieron a mirar la pantalla.

Tanto la CNN como las demas cadenas habian comprado la grabacion hecha desde el helicoptero de la WFUL. Eran unas imagenes extraordinarias, tomadas justo encima de la accion.

Starling queria verlas una sola vez. Tenia que estar segura de que Evelda habia disparado primero. Luego miro a Mapp y vio la ira dibujada en su oscuro rostro.

A continuacion se levanto y fue a vomitar.

– Es duro verlo -dijo al volver, palida y con las piernas temblorosas.

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