Thomas Harris

Hannibal

Hannibal Lecter 3

Traduccion de Jose Antonio Soriano

I WASHINGTON, D.C.

CAPITULO 1

De dias como aquel podria decirse

que tiemblan por empezar…

El Mustang de Clarice Starling rugio al subir la rampa de entrada al edificio del BATF [1] en la avenida Massachusetts, cuartel general alquilado al reverendo Sun Myung Moon por razones de economia.

En el interior del cavernoso garaje, con los motores encendidos y sus respectivas dotaciones de agentes, esperaban tres vehiculos: una vieja furgoneta camuflada, que abriria la marcha, y otras dos negras de operaciones especiales, que la seguirian.

Starling saco del coche la bolsa que contenia su equipo y corrio hacia la sucia furgoneta blanca, cuyos costados anunciaban «MARISQUERIA MARCELL, LA CASA DEL CANGREJO».

Desde la parte trasera del vehiculo cuatro hombres la observaron acercarse con rapidez bajo el peso del equipo. El traje de faena resaltaba su constitucion atletica, y el pelo le brillaba a la palida luz de los fluorescentes.

– Mujeres. Siempre tarde -dijo el oficial de policia.

El agente especial del BATF John Brigham, que estaba al mando de la operacion, se volvio hacia el.

– No llega tarde. No la avise hasta que nos dieron el chivatazo -dijo Brigham-. Ha tenido que mover el culo desde Quantico… ?Que hay, Starling? Echame la bolsa.

La mujer lo saludo levantando la mano abierta.

– ?Que tal, John?

Brigham dio una orden al oficial de paisano sentado al volante de la furgoneta, que se puso en marcha sin dar tiempo a que cerraran las puertas traseras y condujo el vehiculo hacia la agradable tarde otonal.

Clarice Starling, veterana de las furgonetas de vigilancia, se agacho para pasar bajo el visor del periscopio y se sento al fondo, tan cerca como pudo del bloque de setenta kilos de nieve carbonica que hacia las veces de aire acondicionado cuando tenian que permanecer al acecho con el motor apagado.

El miedo y el sudor habian impregnado el cochambroso vehiculo de un olor semejante al de una jaula para monos, imposible de eliminar por mucho que se fregara. En su larga trayectoria, la furgoneta habia llevado una retahila de rotulos. Los de ahora, sucios y borrosos, no tenian mas de media hora de antiguedad. Los agujeros de bala, taponados con masilla, eran mas viejos.

Por la parte exterior las ventanillas traseras eran espejos, convenientemente sucios. A traves de ellas, Starling podia ver las dos enormes furgonetas de operaciones especiales que los seguian. Ojala no tuvieran que pasar horas encerrados alli dentro.

Los agentes masculinos la recorrian con la mirada en cuanto volvia la vista hacia la ventanilla.

La agente especial del FBI Clarice Starling tenia treinta y dos anos y los aparentaba de una forma que hacia parecer estupenda esa edad, incluso en traje de faena.

Brigham recogio su libreta del asiento del acompanante.

– ?Como es que siempre te toca esta mierda de misiones, Starling? -le pregunto con una sonrisa.

– Porque siempre me llamas -contesto ella.

– Para esta te necesitaba. Pero siempre te veo ejecutando ordenes de arresto con brigadas de choque, por Dios santo. Ya se que no es asunto mio, pero me parece que alguien de Buzzard s Point te odia. Deberias venirte a trabajar conmigo. Estos son mis hombres, los agentes Marquez Burke y John Hare, y aquel es el oficial Bollon, del Departamento de Policia de Washington.

Una fuerza de intervencion rapida compuesta por agentes del BATF, los de operaciones especiales de la DEA y el FBI era el resultado previsible de las restricciones de presupuesto de una epoca en que hasta la Academia del FBI estaba cerrada por falta de dinero.

Burke y Hare tenian aspecto de agentes. El policia, Bolton, parecia mas bien un alguacil. Tenia mas de cuarenta y cinco anos, pesaba mas de la cuenta y era un mamarracho.

El alcalde de Washington, que queria aparentar firmeza en la lucha contra la droga despues de su propia condena por consumo, se habia empenado en que la policia de la ciudad tomara parte en cualquier accion importante. Y ahi estaba Bolton.

– Hoy cocinan los chicos de la Drumgo -le dijo Brigham.

– Evelda Drumgo, me lo imaginaba -dijo Starling sin entusiasmo.

Brigham asintio.

– Ha abierto una planta de ice junto al mercado de pescado de Feliciana, a la orilla del rio. Nuestro informador dice que hoy va a preparar una remesa de cristal. Y tiene pasajes para volar a Gran Caiman esta misma noche. No podiamos esperar.

La metanfetamina en cristales, conocida como ice en las calles, provoca un cuelgue breve pero intenso y una adiccion letal.

– La droga es competencia de la DEA, pero tenemos cargos contra Evelda por transportar armas de clase tres de un estado a otro. La orden de arresto especifica un par de subfusiles Beretta y unos cuantos MAC 10, y Evelda sabe donde hay un monton mas. Quiero que te concentres en ella, Starling. Ya os habeis visto las caras otras veces. Estos hombres te cubriran las espaldas.

– Nos ha tocado lo facil -dijo el oficial Bollon con una mezcla de ironia y satisfaccion.

– Creo que deberias hablarles de Evelda, Starling -le sugirio Brigham.

La agente especial espero a que la furgoneta dejara de traquetear al cruzar unas vias.

– Evelda nos plantara cara -les dijo-, aunque nadie lo diria por su aspecto. Fue modelo, pero no le temblara el pulso. Es la viuda de Dijon Drumgo. La he arrestado dos veces ejecutando ordenes RICO, [2] la primera de ellas, con Dijon. La segunda llevaba una nueve milimetros con tres cargadores y un aerosol irritante en el bolso, y una navaja automatica en el sujetador. A saber lo que puede llevar ahora. En aquella ocasion le pedi que se rindiera y lo hizo muy tranquila. Luego, en el calabozo de la comisaria, mato a otra detenida llamada Marsha Valentine con el mango de una cuchara. Asi que ya lo saben, no hay que fiarse de su apariencia. El gran jurado sentencio defensa propia.

»La primera vez se desestimaron los cargos y la segunda, gano el juicio. Algunos cargos por posesion de armas se retiraron porque tenia hijos pequenos y acababan de acribillar a su marido desde un coche en la avenida Pleasant, probablemente la banda de los Fumetas.

»Le pedire que se entregue y espero que lo haga. Vamos a darle una oportunidad. Pero, escuchenme; si tenemos que enfrentarnos a Evelda Drumgo, quiero ayuda de verdad. No se queden mirandome el culo, quiero que vayan a por ella. Caballeros, no esperen vernos practicar lucha libre en el barro.

En otro tiempo Starling hubiera gastado mas cumplidos con sus companeros. Sabia que no les gustaba lo que les decia, pero habia visto demasiadas cosas para que le importara.

– Evelda Drumgo esta relacionada a traves de Dijon con los Tullidos -dijo Brigham-. Segun nuestra fuente, le

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